-¡Maldita sea, contesta!.- vuelve a gritar.
Las palabras comienzan a quedarse atascadas en mi garganta. Lo observo confundida y trato de entender la razón por la que está furioso, pero no le encuentro sentido. Tenía hambre, bajé a comer y Mirco estaba ahí. Es todo.
Levanto la mano, buscando el botón para prender la luz, pero no lo encuentro.-¡Charlotte!.
-¡No me grites!.- chillo molesta.
-Entonces, contesta.- se acerca y me toma del mentón con fuerza. -¿Qué demonios tenías que hacer con Mirco?.
Dejo de respirar cuando su aliento a Vodka me golpea de forma inesperada. Está ebrio. Ahora ya todo encaja. Y entonces la molestia vuelve a hacerse presente. Mi respiración comienza a ser agítada, como la de él. Me pone furiosa darme cuenta lo descolocada que me ha tomado su actitud, y todo porque simplemente no me lo esperaba. Supongo que en mi subconsciente creía que ahora sería diferente. Y estoy más que furiosa por eso.
-Eso no es asunto tuyo.- susurro separando una palabra de la otra.
El agarre de su mano sobre mi mentón comienza a sumar intensidad. Trato de alejarme pero no puedo. Al contrario, el esfuerzo hace que la hérida duela.
-¡Me lastimas!.- lo empujo con fuerza y logro que de un paso hacía atrás.
Aprieto la hérida con una mano, mientras suelto maldiciones. Duele demasiado.
-Estoy harto, definitivamente estoy harto.- balbucea sentándose en la cama.
-Salte.- le ordeno.
Hago una mueca de dolor, sabíendo que no puede verme bien. Quiero que se vaya, necesito que se vaya.
Escucho la cama rechinar y enseguida vuelvo a sentir su aroma nauseabundo. Aparto la cara con asco y me aparto de la puerta para que pase. Stephan me jala del brazo y hace un ruido fastidioso cuando comienzo a querer quejarme.
-Si esto vuelve a pasar, no voy a controlarme.- advierte antes de soltarme.
-¡Fuera!.- grito furiosa.- ¡Ahora mismo, Miller!.
Stephan abre la puerta furioso y vuelve a gritarme.
-¡Mañana mismo se va la zorra de tu amiga!.- escupe antes de salir dándo un portazo.
Me dejo caer al piso lentamente y sostengo con ambas manos la zona de la hérida. Siento que me falta el aire y comienzo a sollozar, llena de rabia. Trato de controlarme pero no puedo. Esto es demasiado, siempre lo es.
Me cubro la cara con ambas manos, como si tratara de cubrir la vergüenza tan grande que siento al verme y sentirme débil.
Esto es obsesión y él lo sabe. No hay amor.-Oh, dios. Por favor, haz que pare.- susurro anhelante.
Sólo haz que pare.
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¿Su cabello será natural?
Yo la he fastidiada con el horrible tono rubio de su cabello, pero la verdad es que no estoy segura de si se lo pinta o realmente es natural.
Vuelvo a morder mi manzana y mástico fuerte para molestarla. Sara suspira profundo y continúa lavando unas verduras para despúes ponerle unas gotitas de yodo.-Mi amor, te estaba buscando.
Le doy la última mordida a mi manzana y me levanto del banquito para tirar la basura en la cesta.
-Jessica se ha ido.- habla, llamando mi atención.
Lo miro confundida y la garganta comienza a arderme.
-¿No me dejaste despedirme?.- espeto furiosa.
-No era necesario.- se encoje de hombros.
Miro de reojo a Sara que ni se ha inmutado por la presencia de Stephan.
Bueno, al parecer Miller volvió a hacer las cosas como quiere. Sólo me basta con saber que Jess volverá casa.-Le he ordenado a Lauren que haga una maleta para ambos. Esta noche partimos.- se acómoda el saco.
-¿Ah, si?.- pregúnto desinteresada.
Stephan niega sonriente y se acerca para darme un beso fugaz en la frente.
-Es una sorpresa.- me guiña un ojo.
Su gran cuerpo desaparece de mi campo de visión. Me quedo parada como idiota por un buen rato, ya me tiene harta ésta basura.
-Mueve el trasero Archivald, te interpones entre Stephan y yo, y ahora, estás parada frente al refrigerador.
Pongo los ojos en blanco y me muevo lentamente. Sara pone toda la verdura en el refrigerador. ¿Porqué Stephan no se fija en ella?.
-Eres bonita Sarita- hablo suspirando- Si fuera lesbiana, yo si te daba.
Ella se endereza de golpe provocando que su cabeza impacte con fuerza en el techo de la nevera.
Me rio a carcajadas, ¡Si!, jamás creí que funcionaría.
Otra risa acompaña la mía, volteo a ver al dueño de ésta, pero me arrepiento en cuánto lo hago. Escucho el jadeo de Sara cuando observa lo mismo que yo.-¿Mirco, qué te han hecho?- súsurra aterrada
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La obsesión de poseerte
RomanceStephan Miller era inteligente, atractivo e insoportablemente millonario y poderoso. Solo había una cosa que se negaba a aceptar... Ella no lo quería. Charlotte Archivald era una joven hermosa, de caracter fuerte y emociones perplejas. Solo habia...