Capítulo 3. El objetivo.

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Después de que me dijera eso aquella anciana, un mensajero iba a entregarle a mi padre una carta que decía la situación en la que estaba, no solo me iré fuera del poblado sino que aún mas lejos para entrenarme y completar aquella profecía de la que tanto hablan, pero sin embargo yo no estoy seguro de que tenga las agallas suficientes para ser aquel héroe que todos desean.

· Bueno,¿ y que tendré que hacer exactamente?

· Para empezar, deberás de irte hacía las montañas lejanas para poder entrenarte y conseguir un equipo.

· Un...¿equipo?

· Claro, aunque seas el elegido no quiere decir que tengas que hacer todo tu solo, te acompañarán otros guerreros dispuestos a acompañarte y protegerte.

·Si Avellana es así de rarito no me quiero imaginar como serán los otros guerreros... Bueno, ¿y que más?

· Después de entrenarte iras hacía el castillo del mago oscuro, debes derrotarlo por el bien del país.

· Espera... ¿Mago? ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Cómo voy a ser capaz de derrotar a un mago?

· Ni que fueran invencibles joven, además recuerda que nunca estás solo, tienes a Avellana que es un poco... diferente puede pero es muy buena persona te lo garantizo.

· Esta bien, si usted lo dice...

Al terminar la charla, Avellana me dijo que fuera al establo y que podía coger lo que quisiera, así que fui y aparte de olor a estiércol de caballo lo único que veía era ropa de cuero estropeada. ¿Acaso para él esto es algo que me haría ilusión llevarme? Normal que me diga que podía coger lo que quiera. Así que salí sin nada y me topé con él.

· ¡Anda aquí estas chaval no te encontraba por ninguna parte!

· Nada de chaval, ¿acaso lo que hay dentro te parece algo que debería de llevarme para el viaje? Porque solo hay ropa de cuero estropeada y estiércol de caballo si quieres me hago unas botas con eso.

· ¡Santo cielo! Que humos tiene el elegido, ¿te dijeron que tenías que ir a un establo no?

· Sí.

· Y porque no pruebas en ir a MI establo y no ir al establo mas cercano.

¡Ostras! no caí en eso, ahora me sentía mal por decirle todo eso a Avellana. Me disculpe y me fui a su establo, ahora si que me encajaban las cosas. Había una armadura azul con toques dorados y blancos, también había junto a este dos dagas plateadas, una normal y la otra de doble hoja. Le agradecí a Avellana por regalarme la armadura y las armas y después de eso, cogimos los caballos y nos pusimos de camino a aquellas montañas.



El dios KkweteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora