Capítulo 1:

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Recuerdo sus miradas. Aquellas miradas que sin querer me desnudaban ante él. Sentir sus labios sobre mi frente al despedirse. Todas las cosas que hacía cuando me miraba. Sus promesas. Nuestras promesas. Recuerdo que todas las cosas que habíamos planeado, ya tenían una fecha. Cuando nos iríamos a vivir juntos. Nuestra boda. Incluso un viaje que haríamos por el país, juntos, sólo él y yo.
Y de ese invierno, recuerdo su sonrisa intentado suavizar lo que diría a continuación. Él, creo yo, no pensó que eso dolería aún más...

-Creo que debemos darnos tiempo -juro que al momento no me lo esperaba. Creía que diría cualquier cosa. Cualquiera que pudiera en ése momento. Todo menos esto.

Y, aunque por un momento me quedé helada analizando lo que él me había dicho, intenté contestar rápidamente -¿Qué pasó? ¿Hice algo mal? Puedo solucionarlo, podemos hacerlo... Yo... -sí, las lágrimas estaban recorriendo mis pómulos, humedeciéndolos. Me estaba volviendo loca, él sólo negaba con la cabeza y arrugaba los labios. Los abría cómo sin saber qué decir. -Nathan, por favor. Dime algo

-Es que ya no hay nada que hacer o decir, Aly. Lo siento -ahí fue cuando besó mi frente. Yo ya no tenía palabras. Él acababa de soltar mi mano, aún cuando había dicho que caminaríamos de ésa manera siempre. Acababa de soltarme, cuando dijo que me sostendría cuando menos pudiera con lo que me atormentaba. Y, en ése momento, lo que más me atormentaba eran sus palabras, no podía con ellas, no quería creerlas

-Nathan -dije una vez más, pero no me miró, sólo se giró, metió sus manos a las bolsas de su pantalón y, mirando el suelo, comenzó a irse.

Por un momento no aparté la mirada de su figura, lo observé aún con la esperanza a que volviera, me senté en una banca. La más cercana.

Pero no volvió

Hacía frío en el parque. La tarde comenzaba a irse, incluso las lámparas comenzaban a encenderse. Miraba a todas partes sin observar. Miraba esperando a que fuera mentira o que, tal vez, las cosas sólo fueran una broma pesada o algo parecido, esas que siempre solía hacer. Estaba pérdida pero sabía en dónde estaba. Simplemente ya no estaba cómoda en donde pisaba.

De alguna manera mis manos comenzaban a enfriarse a pesar de que aún tenía los guantes puestos. En mi abrigo rojo se veía las pequeñas perlas de agua que una brisa dejaba. Mi cabello en los hombros comenzaba a alborotarse.

Sabía que ésa tarde debía llevar botas y pantalón. Pero, para mí, era especial. Tenía que ir vestida agradablemente, Nathan siempre decía que con vestido y tacones me veía linda, más de lo normal. Y como salir con él era casi imposible, tanto por su trabajo y escuela que no me permitían estar con él como me habría gustado, la idea de usarlos ésa vez sonaba fantástico.
Al ponerme de pie recordé algo que le iba a decir en esa misma cita. Faltaban dos días para cumplir un año a su lado... Dos.

Comencé a caminar hacia casa, mi madre aún estaría en el trabajo, no había problema si llegaba tarde y mojada, ella no se daría cuenta. Y mi padre... Él seguro estaría escribiendo algo en su escritorio, pegado a aquellos exámenes que revisaba desde hacia ya varios días. El único problema sería mi hermana, ella me vería llegar con los ojos llorosos e hinchados. Vería mi ropa sucia... Me vería llegar sin él.

Los pensamientos se fueron en cuanto choqué con una chica

-Perdona -alcancé a decir, poco antes de que me maldijera sin mirarme y cruzara la calle.

Al llegar a casa, para mi mala suerte, mamá estaba ahí, parada en la cocina. El pasillo de la puerta principal de la casa daba directamente a la entrada de la cocina, ella canturreaba y mi hermana le llevaba un boul lleno de verdura. Ambas me miraron al escuchar el repiqueteo de la campanilla de la puerta. Yo sonreí y desvié la mirada hacia las escaleras de la derecha.

-Ahora bajo a saludar, me voy a cambiar -grité con una voz ahogada, intente aclarar un poco mi garganta al a subir

-Deberías ducharte -oí decir a mi madre -o te resfriarás

-Tienes razón -contesté. Ésta vez mi voz se escuchaba mejor. -¿Podrían hablarme para cenar? -Pregunté desde mi habitación, esperando sin cerrar la puerta

-Yo te hablo -respondió Melissa, mi hermana

-Gracias -añadí y por fin cerré, avente mi abrigo sobre la cama, me quité los tacones y los acomode con los pies frente a la pared junto a la puerta.

Caminé de inmediato a la ducha en mi cuarto. Dentro, me miré al espejo, observé mi rostro, era obvia mi expresión de tristeza, mis labios temblaban y mis ojos aún estaban llorosos.

Golpeé mis mejillas dos veces de forma suave. Respiré profundamente y suspire. Mire sobre el espejo, decidida a no llorar más y, poco después, comencé a desnudarme.
Abrí la llave de la regadera y esperé a que el agua saliera caliente, no tardó. De inmediato entre en ella y, por unos momentos, me quedé ahí, con los ojos cerrados, aguantando la respiración, no pude más, inhale y abrí los ojos. Cuando esto pasó mi cabello estaba lo sufiente mojado, lo lavé, luego mi cuerpo e intenté alejar todos mis pensamientos de lo que había pasado ésa misma tarde. Era obvio que, si seguía pensando en ello, lloraría. Canté tantas canciones como pude y de cuantas recordé la letra. Esa era la ducha más larga que jamás me había dado.
Incluso cuando salí mis dedos parecían pasas. De alguna manera me sentía más limpia, ligera y menos triste. Me vestí con la pijama que tenía en un cajón bajo el espejo de la ducha. Después me miré nuevamente, sonreí y cepille mi cabello y dientes. Me desmaquille el poco maquillaje que aún tenía, puse crema en mi rostro y salí a mi habitación, justo en ése momento mi hermana asomó la cara por la puerta y provocó una risa en mí.

Historia de amor de un desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora