Capítulo 2: Fogata 1

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"Te amo", "Te quiero", "Podemos estar juntos toda la vida". Son cosas que algunas personas pueden decir con bastante facilidad, sin sentirlo. Lamentablemente yo me lo tomo muy en serio. Si lo digo, es por algo. Si no lo digo, también tiene una razón.

Hacen tantas promesas que saben que nunca cumplirán, ¿porqué? Digo, habiendo tantas cosas por decir, eligen esas mentiras que nos hacen creerles, que nos hacen pensar en la respuesta correcta o, a veces, en llegar a sentir lo mismo. Dicen esas palabras y frases que nos hacen caer al suelo y deshacernos, cuando descubrimos que no son ciertas.
Es una pena descubrir que hay tantas personas con el corazón roto por las mismas razones. Es una pena darte cuenta que no eres la única persona que vivió engañada bajo el amor que sólo sentías tú por la otra persona.
Engaño tras engaño. ¿De eso se trata la vida? Eso parece. Caer y encontrar una gran lista de engaños, descubrirlos.

Y así te das cuenta que el engaño más grande siempre te lo hiciste tú. Queriendo ver amor dónde tú no te amabas. Y dónde nadie te amaba.

Entiendo que resolver la vida no se trata de esquivar los problemas, pero a veces es mejor eso antes que desvanecerte, derrumbarte frente a otros. En especial porque por al momento me sentía abofeteada y pisoteada. La persona que amaba y que había terminado nuestra relación un día antes ya no era la misma. Nunca esperas algo así de alguien.

Creí conocer a Nathan.

Sé que, sola, me estaba torturando. Pero juro que, de cierta manera, lo disfrutaba. Estaba disfrutando morirme junto con la esperanza que me acompañaba. La esperanza de despertarme con una llamada suya. La esperanza de salir de casa y encontrármelo ahí, esperándome, dispuesto a arreglar todo. La esperanza de un mensaje en el celular en el que me pidiera vernos después de clases. La esperanza de volver a estar juntos porque él y yo aún nos amábamos.
También sé que mirar la escena de amor de otras personas no era correcto, pero por un momento esperé a que él la rechazara. Por el contrario, Nathan, ahora estaba con Tara, despidiéndose. Ahora estaba tomando la cintura de otra chica, de esa misma manera en que me había abrazado a mí tras nuestra primera cita, antes de besarnos. Incluso parecía que todo eso era a propósito, que todo lo hacían como si supieran que les miraba.
Pero cómo lo iban a notar si, el uno al otro, se hacían una revisión bucal con la lengua. Si estaban tan pegados que parecía que ahí mismo se irían a desnudar el uno al otro.

De acuerdo, los celos me hacen exagerar un poco las cosas, eso último no es cierto. Ellos en realidad se estaban abrazando. Ella tenía su cara contra el pecho de él y lo abrazaba por la cintura. Nathan la abrazaba sobre los hombros, mientras besaba su frente. Se veía como algo tan puro y sincero, incluso las sonrisas que se otorgaban entre los dos, las miradas. Todo era sincero. Él tomó la mano de Tara, la apretó levemente y se fue.

Me gustaría haberles encontrado un error, uno solo, pero simplemente se veían perfectos.

Tara caminó con la mirada sobre el suelo, sonriente. ¿Porqué es que no me podía enojar con ella a pesar de todo? ¿ Porqué es que no podía odiarla? En serio. Simplemente no podía mirarla con odio, viendo cuán feliz hacía a Nathan. Ésa rabia que había aparecido, recién los vi juntos, ya no estaba.

En mí sólo había otro sentimiento: aceptación.
Un sólo pensamiento: en verdad ya no había nada qué hacer para recuperar lo que en algún momento hubo a un lado de ese Nathan que creí conocer.
Y una sola cosa por hacer: respetar lo que ellos tenían.
Pensar todo así... Es bueno, ¿no? No importaba, salí del auto y cerré la puerta, gire la llave sobre el cerrojo; puse seguro a la puerta, y me fui hacia la escuela.

Puedo decir que, las clases de ése día, no fueron las mejores, pero al menos hicieron que me distrajera.
Al regreso a casa manejé con tanto cuidado como podía, encendí mi reproductor y lo conecté al auto, pero lamentablemente no recordé que las canciones que escucho son algo "tristes" hasta Melissa me lo repetía varias veces por día. Pero, para desahogarse, consideraba necesario escucharlas, cantarlas, sentirlas.

Historia de amor de un desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora