54 ~ Trueque por trueque

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—¡Por esta razón, te amo tanto!

Marlene irradiaba de lo tan feliz que estaba, y el motivo no era su entorno ni su compañero. Era por el increíble regalo que estrujaba entre sus brazos. Se aferraba a él como una niña a su muñeca.

Aleix le había obsequiado una colección completa de libros; una trilogía que ella había estado deseando desde hace tiempo. La mayoría de mujeres, desean recibir, flores, joyas, ropa, etc. Pero a Marlene, únicamente le interesaban los libros.

—Cielos, lo que hay que hacer para hacerte feliz. Me vas a llevar a la quiebra.

Aunque lo dijo en broma, temía que se hiciera real. Si seguía comprando libros de aquel modo, acabaría debajo de un puente.

El ambiente que los rodeaba era sumamente agradable. Habían salido a dar un paseo y se habían sentado en un banco de un parque. Los chorros de agua de la fuente producían un sonido maravilloso. Todos lo observaban, excepto Marlene. Ella tenía el morro metido entre los libros.

Aleix frunció el entrecejo. El comentario de Marlene no había sido precisamente complaciente.

—Ósea, ¿solo me amas porque te regalo libros?

Marlene estaba sumergida en su mundo, ignorándolo, así que tuvo que pincharle la mejilla para ganarse su atención.

—¿Nos vamos?

A Marlene le fascinaba cambiar de conversación, especialmente cuando no tenía el mínimo interés en responder.

—Marlene —se negaba a olvidar aquella conversación. Iba a insistir hasta que le respondiera.— Dime que me amas.

Apenas se lo había dicho en una ocasión, el día que hicieron el amor por primera vez.

Marlene puso los ojos en blanco y arrugó el ceño. Obviamente, le daba pereza seguir con aquella conversación.

—Sabes que a mí no me van esas cosas.

—Me lo dijiste hace dos noches —le recordó, detonando cierta alegría — ¿Y sabes qué? No te imaginas lo feliz que me hiciste.

Se acurrucó en su pecho. Quería sentirla lo más cerca posible. Llenarse de ella. Quería que Marlene deseara lo mismo. No había necesidad de hablar. Podía demostrárselo en acciones o en gestos.

—Tú mismo lo acabas de decir: "te lo dije hace dos noches". Así que deberías darte por satisfecho.

—Marlene...

Aleix la miró por el rabillo de los ojos. Según su tono de voz, Marlene estaba molesta, pero el carmesí en sus mejillas, delató su pena. No quería seguir hablando del tema porque simplemente la avergonzaba.

No pudo reprimir una vaga carcajada, y fue entonces, cuando Marlene se percató de que había sido descubierta y se agarró a lo primero que vio: Uno de sus libros, el que se dispuso a comenzar a leer.

Decidió relajarse junto a ella. Apoyó la cabeza en su hombro y siguió la lectura. Las mejillas de Marlene seguían ruborizadas. A pesar de que había comenzado a leer, no había podido desprenderse de la pena.

—¿No quieres decirme nada en especial? —Aleix buscó nuevamente su mirada. Deseaba conversar con ella. Ganarse su atención.

—No, nada en particular —le respondió, tan seca como un desierto.

Fachada. Pura fachada.

—¡Quiero hablar! —entrometió su cabeza entre ella y el libro.

Quería hacer más vida de pareja. ¿Acaso era mucho pedir?

Te volverás adicta a mí #1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora