El soñador empedernido (Sueños reales 1).

Capítulo 4 - Don't Go Away.

Damn my situation and the games I have to play

With all the things caught in my mind

Damn my education I can't find the words to say

About the things caught in my mind.

Todos tenemos fantasmas internos, de distintos tiempos. Algunos son fantasmas del futuro, que nos recuerdan el poco tiempo que tenemos, y en ocasiones, éste se hace eterno. Otros son del pasado, atormentándonos en sueños, prohibiendo que olvidemos aquella situación que daña a nuestra alma como una apuñalada en el corazón; éste te recuerda que siempre vas a tener una mancha oscura dentro de tí, aunque intentes remediarlo, siempre va a estar ahí, como ese último obstáculo antes de pasar de nivel en un videojuego.

Pero el fantasma más peligroso, es el del presente. Viene con muchos nombres: Miedo, impotencia, cobardía, resignación...En fin, le gusta ser llamado de distintas formas. Siempre está ahí para recordarte todo lo que deseas, y que nunca lo cumplirás. Que tu vida necesita un gran cambio para estar en paz contigo mismo, pero nunca harás ese cambio; porque hay algo presionando en tu cerebro para que te quedes en tu zona de confort, y termines viviendo tu vida en un sueño. Nunca creí que esto sería tan literal, pero claro que ustedes entenderán esto más tarde.

El día que mi abuela cayó en coma, había llamado a toda la familia para hacer un supuesto anuncio importante. A mi casa habían acudido oídos ambiciosos ansiosos, incluso algunos desconocidos para mi persona. Wyatt y yo tuvimos que compartir habitación con tres niños ruidosos cada uno; que hicieron destrozos que aún se notan debajo de la capa de pintura. Ella, con su vívida mirada, su sonrisa que iluminaba el salón, y esa risa. Una risa que te llegaba al alma, y te hacía menos miserable por un minuto. La nana Mere.

Decía que debía anunciarlo en la noche, hasta fue a la estilista y compró un vestido blanco puro de mangas para la ocasión. Como no entrábamos todos adentro, tuvieron que hacer los preparativos en nuestro patio. Era una revolución. Decenas de cabezas rojas y amarillas entraban y salían constantemente.

Con los últimos rayos de sol, que pintaban el cielo de anaranjado, todos esperaban ansiosos. Muchos esperando oír su testamento, otros creyendo que alguien estaba embrazada, incluso se llegó a pensar que anunciaría que se volvería a casar. Recuerdo haberle preguntado ese día bien entrada la mañana, cuando bajé a la cocina por una quinta taza de café, en plan confidencial. Ella sólo me dijo:

"-Es un secreto, Kellito. Pero te aseguro que lo que voy a compartir va a ser bueno para todos. O eso espero, al menos.-" Y otra vez me mostró sus deslumbrantes dientes, que bifurcaban las arrugas de sus ojos como ramas de un árbol, ni siquiera me molestó que acariciara mi cabello como lo hacía cuando era pequeño, pues eso era nuestro gesto confidencial.

Después de mi intento fallido de averiguar antes de tiempo, pidió que la ayude a llevar té a su habitación para su hermana, que decidió quedarse a dormir en casa. Cuando subíamos las escaleras, pisé un perro de juguete de mi prima (no tan) pequeña, de doce años aproximadamente, que entrecerró sus ojos color mar, y empezó a llorar sin lágrimas mientras se agarraba de sus rizos. Exagerada. Pero sirvió para que nana la agarre de la mano y la calme con unas palabras dulces. Entonces, allí íbamos los tres su habitación, la niña volteándose cada cinco pasos para fulminarme con la mirada. Cuando llegamos, dejo la mesita con el té.

"-Niños- Nos dijo, muy dulcemente. -Tengo algo para ustedes. Son objetos muy valiosos y llenos de recuerdos para mí, además de bastante útiles, pero creo que perderán ésta última cualidad esta noche. Así que quiero que los conserven ustedes, como un regalo de su vieja abuela-". Me entregó un atrapasueños, y un relicario en forma de nube a la niña. Extraño pero bonito. Nos hizo hacer las pases. Cuando despertó su hermana, nos fuimos de la habitación; y cada uno siguió con sus asuntos. Ella, a presumir su nuevo accesorio; y yo a evitar que Wyatt asesine al resto de los enanos.