Prólogo

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Esta parte de la novela ha sido reeditada a día 19 de abril de 2021.

959 palabras

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Las gotas de la lluvia cayendo hacia el suelo y posándose de forma indirecta sobre los charcos que formaban ondas en el agua mientras los sonidos bulliciosos de la ciudad rompían el silencio, hacía recordar el sobrenombre de aquella ciudad conocida por "nunca dormir".

En la puerta de uno de los locales cercanos, el metálico chirrido de la puerta abriéndose acompañó al compás ejercido por los pasos sobre el cemento del suelo y una silueta acercándose a dos hombres situados en la parte trasera del local, uno de ellos llevó la mano al bolsillo con intención de prender un cigarro extraído del paquete ubicado en su bolsillo hasta llevarlo a los labios, mientras su acompañante mantenía una animada conversación en un completo estado de ebriedad.
La distracción llegó cuando aquella silueta, tomando la forma de una chica joven ensangrentada se acercó a ellos, sus dedos estaban cubiertos de un espeso color carmín mientras en sus ojos el abatismo de miedo se mostraba atenuante.

—Teneis que ayudarme, está demasiado cerca de aquí— un jadeo expiró de sus labios al acercarse al sujeto que parecía estar en buenas condiciones, tomándolo de la camisa en un gesto de imploro— Sabe dónde estoy, me va a matar—

Reflejado el miedo en sus ojos, ninguno de los tres pudo articular ninguna palabra que llegase a ser algo más que un inaudible murmullo, pues el sonido de un casquillo expulsandose de un arma hasta traspasar la espalda de aquella desconocida lo impidió. Ante aquella escena, los testigos del suceso intentaron correr sin éxito alguno, otros dos objetos como los anteriores cayeron al suelo mientras en el interior la música apagaba aquel ambiente siniestro.

Estaba nublado. El continuado estruendo de los truenos y la luz provocada por los rayos en el cielo dejaban ver que no sería pronto el momento en el que aplacaria la tormenta. Apoyó la cabeza sobre el cristal de la ventanilla donde los trazos de agua descendían hasta perderse en el borde. En sus auriculares sonaba la canción "Someone Love you" mientras en la radio se reproducía una canción de los Beatles, acompañada de la voz de su padre quien no dejaba de entonar la letra. Extrañaba poder escuchar aunque fuese un momento los anuncios de la radio local o aislarse con cualquier otro sonido no humano.

—Deberías estar feliz, es el comienzo de una nueva etapa de tu vida— a través del retrovisor delantero observó la silueta del chico que ignoraba cualquier cosa que pasase en el interior del vehículo y dirigía su morada al exterior en busca de evasión.

Extrañaba Seattle, a sus amigos, las noches de películas en el sofá con ellos o las salidas al cine para visionar películas de terror que les impedían dormir. Junto a eso, las videollamadas realizadas con su mejor amigo Kevin o las largas conversaciones que mantenía con su amiga Zoe. Extrañaba a Zoe. Su sonrisa que hacía que se olvidase del mundo, su mirada que le hacia sonreír de forma inconsciente, la preocupación por los animales y el medioambiente. Pero todo había cambiado, lo hizo en el momento en el que a su padre le ofrecieron un ascenso como comisario en un pequeño pueblo situado en la capital del Estado, según el mismo había dicho era el lugar perfecto para olvidarse de su antiguo hogar.

Las interferencias hicieron que el disco que se estaba reproduciendo en el aparato dejase de funcionar, la oscuridad del cielo se hizo más notable según se acercaban a su destino, y al traspasar el viejo cartel de bienvenida pudo sentir un rayo cayendo a pocos metros de donde anteriormente habían pasado. Era como si aquel lugar le estuviese invitando a marcharse.

Cerró la puerta del coche al bajar para abrir el maletero y comenzar a sacar de este todas las cajas donde llevaban sus enseres personales, mientras su padre se detenía a hablar con el que supuso sería el anterior dueño de la casa.

—Ha estado en venta desde hace quince años, pero nadie se ha atrevido a comprarla o hacer una oferta. Iba a rendirme cuando recibí su mensaje— alzó la cabeza unos centímetros para mirar al hombre apariencia y facciones se hacían similares a las de su padre, comenzando a calcular supuso que no tendría más de cuarenta o apenas rozaría los cincuenta años de edad. El tono de su cabello era castaño y liso, casi llegando hasta sus hombros; las cuencas de sus ojos eran rendondas pero aún así se apreciaban signos de cansancio acumulado durante largos períodos de tiempo. Los orbes verdosos de este se posaron en su silueta al darse cuenta de su presencia, dedicándole tan solo una débil sonrisa que dejaba a la vista unos dientes blanquecinos sin signos de anomalía.

—Espero que tengan una estancia cómoda, el bosque detrás de la casa es bastante extenso y dicen que hay una cabaña en el centro, les recomiendo no salir de noche, nunca se sabe cuándo los lobos pueden aparecer.— simple y llana advertencia expiró como conclusión de aquella conversación, mientras sus pálidos dedos se levantaban hacia arriba en un gesto de despedida al darse la vuelta para alejarse de aquel lugar mientras la niebla creada por el húmedo ambiente lo cubría hasta perderse en el final de la calle.

En un desconfiado gesto giró la cabeza para centrar la mirada en lo que sería su nuevo hogar, similar a una estructura cuyo equilibrio es frágil, parecía estar a punto de caer sobre ellos sin previo aviso. Soltó un suspiro mientras sostenía la caja entre las manos evitandola dejar caer al suelo, murmurando en voz baja antes de pasar y escuchar la madera aislarlo del exterior.












𝑪𝒂𝒓𝒕𝒂𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝑨𝒊𝒅𝒆𝒏 (REEDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora