El fatídico día estaba a tan sólo 48 horas de su comienzo. La gente estaba inquieta; más que de costumbre. Murmullos incesantes se oían adonde quiera que vayas. Miradas de desconfianza, otras de emoción, algunas de tristeza y un par con un desbordante temor, de aquel que erizaba la piel y alteraba los latidos del corazón.
Mi hermano actuaba tranquilo, más la tranquilidad cerca de estas festividades era nula o falsa. Ni siquiera los ricos estaban tranquilos. Los precios de los víveres aumentan durante la última semana. La venta de armas se eleva por las nubes; había años, incluso, donde las armas se vendían cómo pan caliente, acabándose rápido y dejando en el pánico puro a la gente que no alcanzaba a adquirirse una.
'La noche oscura' solían llamarla algunos. 'Las doce horas del infierno', 'Medio día de muerte' o simplemente, 'La noche de la expiación'. Más el nombre más popular, dado por los nuevos padres de la patria, era "La Purga". Ninguno era de mi agrado, puesto que pronosticaban muerte, miedo y dolor.
Los vecinos preguntaban cómo se prepararán los demás para la noche de la expiación. Ninguno daba mucho detalle de sus planes, o algunos respondían un simple "en tranquilidad y a salvo". Las palabras se reducían en cantidad al hablar del tema y conforme la fecha se acercaba. Había gente que se iba al extranjero durante las fechas, escapando de los horrores que la noche brindaba anualmente. Gastaban los ahorros de un año y al volver, si su casa había sobrevivido al saqueo y la destrucción, retomaban su vida, intactos.
El país giraba en torno a la fecha. Navidad y Año nuevo se mencionaban en brevedad comparadas con La Purga. Y al finalizar la misma, se activaba el contador de los días restantes para la siguiente. Y así era todos los años. Cada maldito año.
En las diecisiete purgas que viví hasta el momento, sólo tres fueron de renombre. La primera vez, a los doce, un grupo quiso entrar a nuestra casa, más el sistema de seguridad que habíamos contratado en ese entonces nos salvó. En la segunda ocasión, a los quince, fue cuando perdimos a nuestros padres. Se habían quedado afuera cuando La Purga comenzó. Aquel día, se habían ido de compras de último momento, prometiendo volver antes de que las sirenas comenzaran.
Más nunca lo hicieron.
La tercera y última fue al año siguiente, en donde unos vecinos, en un arranque de ira, atacaron a todo el barrio, logrando arrebatarle la vida a cinco personas. La quinta y última muerte para su infortunio ocurrió fuera de las horas establecidas, y les cayó todo el peso de la ley.
La paranoia se había vuelto inevitable. Aquella pareja quebrantó la escasa armonía del barrio, tornándose en una silenciosa calle, llena de tensión y ocasionales conflictos. Nadie confió en ninguno a partir de ese día, temerosos de que el suceso se repita.
Para nuestra suerte, la cual era muy poca si uno lo piensa demasiado, la compañía aseguradora que nuestros padres contrataron le pertenecía a uno de los amigos de la infancia de nuestro padre. El hombre, en un acto de generosidad, pactó que mi hermano y yo podríamos conservar el equipo de seguridad completamente gratis, incluyendo reparaciones. Incluso le dio trabajo a mi hermano, ganándose nuestra total gratitud y el cariñoso apodo de "tío".
Por mi parte, también aportaba a la economía de nuestra casa, teniendo trabajos ocasionales de niñera o de camarera en una cafetería. Ambos éramos muy apegados el uno al otro, cosa que no sucedía cuando éramos más jóvenes. Compartíamos todo y nos preocupábamos porque el otro sonriera y haya tenido un buen día. Sin embargo, también había días de silencio, en donde cada uno tenía su propio espacio. No a causa de una pelea ni nada por el estilo, sino porque de vez en cuando, uno necesita el tener un tiempo a solas. El cerrarse quizás, brindarse algo de soledad y permanecer en absoluto silencio.
Hoy era uno de esos días.
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Doce horas ©
FanfictionLa fecha anual de 'La Purga' se acerca. La tensión y el miedo aumenta mientras el pueblo cuenta las horas para que el caos se desate en las calles. Y cuando el día recae y las sirenas anuncian el comienzo de las doce horas, en donde todo crimen es l...