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     Pegué tal brinco por el grito que caí del regazo de Christian y me golpee el trasero, otra vez, contra el duro suelo.

     El banshe resultó ser la hermana de Christian, la pequeña y caprichosa hermana que creía que él era suyo. La niña, que tendría dos años menos que yo, enloqueció cuando vio mi cara. Quisiera decir que enloqueció de buena manera, como su madre, pero no. Esta se puso agresiva e intentó sacarme los ojos.
     Después de unos gritos por parte mía, unos alaridos por parte de ella y unos suspiros de Christian, logró llevársela sobre el hombro.

     Todo mejoró cuando una tormenta se abrió camino desde el cielo y cayó sobre aquellos que estábamos fuera y nos atrapó en el interior de la casa.

     Nos iríamos mañana, pero mientras tanto los invitados se quedarían a dormir esta noche.

     ¿Qué podría salir mal?

***

     Llevaban como cinco horas llueve y llueve. Truena y truena.

     A Fran y su séquito se le ocurrió la brillante idea de molestar a una bruja que habitaba en el tronco hueco de un árbol. ¡UNA BRUJA! ¿A quién se le ocurre eso?

     Esta bruja, que yo no molesté, estaba enojada, obviamente. Los silbidos lejanos que parecían retumbar en el pequeño cuarto en el cual dormíamos, me tenían más que estresada hasta hace diez minutos. Hasta que a mi madre se le pasó por la cabeza que sería brillante decirnos que si se escuchaba lejos el silbido era que estaba cerca y que la lluvia las atraía. Entonces BUM ya no pude dormir.

     Lo intenté, enserio. Pero, justo en este momento, un ruido de algo al ser arrastrado por todo el cuarto me puso los bellos de punta. Era como escuchar como algo de metal era arrastrado por la madera del piso. Sentí cerrarse mi garganta cuando el sonido sonó justo debajo de mi cabeza.

     El latido de mi corazón se disparó, golpeando de manera tan salvaje que dolía. Los murciélagos chillaron y golpearon el techo sobre nosotros. Oí a Fran boquear, a Santi intentar que ella se tranquilizara, y a Tomás revolverse donde estaba antes de quedar inmóvil. 

     No lo soporté, corrí de ahí a afuera, a la oscuridad, y busqué el primer resquicio de luz. Fui a ella, era la única opción.

     Entré en la habitación y cerré detrás de mi con rapidez.

     —¿Quien es? – preguntó una voz ronca desde el otro lado de la habitación, haciendo que saltara.
     Justo entonces me di cuanta de donde estaba. El cuarto donde se estaba quedando Christian.

     Jadee de la impresión. Tenía vergüenza, obviamente, pero el miedo me negó la salida.

     —Hola, lo siento. De verdad. Es que yo... Nosotros... – inhale hondo, intentando no hiper ventilar. Se me estaba haciendo difícil.

     —Ven aquí y sientate – ofreció pero, cuando se fue a sentar, paró –, espera.

     No sabía que era lo que decía pero me enteré en cuanto lo ví coger algo del piso y ponérselo por las piernas.

     Mi cara ardió y juro que sentí como la boca de mi estomago se apretaba.

     Una vez se volvió a sentar me miró y arqueó una ceja. Por suerte no comentó nada.

     Cuando me ofreció la mano para que me acercara, algo en mi interior me hizo ir a él. Aun sabiendo que estaba básicamente desnudo bajo la sabana, la tranquilidad estando con él era acogedora.

     Hablamos de todo y nada, sin tocar temas personales, solo hablando sin sentido por horas. Había olvidado por completo el asunto de la bruja, la tormenta y los murciélagos. Christian era gracioso y astuto. Le gustaban las travesuras, me dijo, antes las hacía siempre, con Theresa...

     La lluvia cesó y los animales fuera de la casa comenzaron a hacer ruidos. No había silbido, no en ésta habitación, por lo menos.

     El rostro de Christian de pronto estaba muy cerca. Demasiado. Mi mente quedó en blanco, como cuando me entero de algo que cambiará mi vida, pero peor. No sabía que hacer, a donde mirar que no fuera a él, y obviamente no sabía si debía irme o quedarme, si él quería besarme o estaba loca...

     — Lo siento, Cassy – suspiro sobre mis labios y mi corazón se saltó un latido.

     No tuve tiempo de replicar nada, su boca se había apoderado de la mía, su mano en mi nuca, inclinando mi cara.

     Al principio solo era una presión sobre mis labios, inocente. Luego su pulgar se posicionó en mi barbilla, separando mis labios, deslizando el suyo entre los mios. Me besó con suavidad, saboreandolo.

     Se alejó de mí y solo pude jadear. Abrí los ojos y lo ví apretando los suyos juntos, como si no quisiera verme. Me soltó y, sin importarle como estaba, se bajó de la cama. Apretaba los puños.

     Hice lo único que se me ocurrió, salí de ahí. Fuera el sol comenzaba a salir, los gallos cantaban y los sonidos del campo se filtraban dentro de la casa. Me quedé parada ahí, oyendo, hasta que unos pasos se acercaron a la puerta; entonces corrí a la mía, entré y me escondí entre mis cobijas.

     Bajo la puerta la sombra de dos pies se hicieron notar, paró justo ahí, luego se escuchó un gruñido frustrado, alterando la paz matutina y la sombra se alejó. Una puerta se cerró y cerré los ojos, intentando domar la bestia que en mi interior despertó de pronto.

     Mi mente aun en blanco, indicándome que esto era más trascendental de lo que pensé en un principio.

★★★

Inmortal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora