Llegamos antes de que pueda darme cuenta. Todo es muy bonito, campestre. Lo sé, lo sé, es una hacienda, por lo que un requisito es ser campestre, sólo que cuando me la imaginé yo pensaba que iba a ser como las de las películas, todas chachesudas. Pero no. Es más bien sencilla, una enorme casa con un gran campo al rededor y caballos desperdigados por ahí. Nada especial.
Dos viajecitos están en la pequeña choza en un lateral de la casa, nos miran llegar, pero no les veo la mas mínima gana de levantarse a saludar.
Me quedo atrás, no quiero otro rosón con Christian, que va a la cabeza del grupo ayudando con las cosas.
Cuando llegamos a la parte de adelante de la casa, los viejos se levantan y se van. Así nada más, sólo en un momento están y luego ya no. ¿Siendo tan obviamente viejos se pueden mover tan rápido? Sé que no son cosas mías, cuando llegamos la mamá de Christian levantó la mano saludándolos, por lo que ellos se fueron por que no querían saludar o por que tenían algo más que hacer... ambos... al mismo tiempo.
Todos entramos. Nos dan un recorrido por la casa, la mamá de Christian entra en pánico cuando Santi pregunta qué hay escaleras arriba, en el ático, da mil excusas y nos hace bajar. Pronto oscurece y nos vamos a hacer las camas para dormir.
No recuerdo cuándo me quedo dormida.
***
Hay un olor extraño.
Algo me roza la mano.
Escucho un suspiro y el sonido de la tela al ser arrastrada.
Me pongo alerta, aún sin abrir los ojos. Hay un arrastrar de pies. Un susurro.
Intento recordar dónde estoy, ¿por qué no estoy en mi cama?
Entonces comprendo qué es lo que susurra. Theresa... Theresa... Theresa...
Abro los ojos de golpe e intento bajar a toda prisa de donde estaba tendida. Algo... alguien... me agarra la mano, detendiéndome.
Grito. Alto y claro.
Lucho por sacarme la mano de encima, logro reconocer al viejo de por la tarde, en el kiosco. Sus ojos de mirada vacía. Susurrando.
Las puertas se azotan en la parte de abajo. Los gritos se propagan como pólvora. Yo ya no grito, se me ha acabado el impulso. Ahora sólo puedo verlo a los ojos y siento que él no me ve... no en realidad.
Christian y su madre aparecen a la vista y se apresuran a quitármelo.
Estoy temblando de cabeza a los pies. Los escucho hablar.
- ¡Abuelo! ¡Ella no es Theresa! ¡Theresa ya no está! - gritaba Christian mientras su mamá lloraba en silencio.
- Pero, hijo... Es ella. Yo solo la traje aquí para que jugara con sus vestidos. Como le gustaba hacer.
Me arrastro hacia atrás. Asustada.
Parecen poder tranquilizarlo, no lo sé, no espero para ver. Corro hacia abajo donde la pequeña demonio está a los pies de la escalera, cortando el paso tanto para subir como para bajar. La quito de un empujón y voy al baño. Me encierro, apoyada contra la puerta, me tiembla todo, mi corazón tartamudea. Estoy teniendo un ataque de ansiedad.
Respiro profundo, una y otra vez hasta que sólo el dolor en mi mandibula me da cuenta del temblor. Meto la cabeza entre las rodillas y respiro. Sólo respiro.
Aún hay movimiento afuera. Ya no tanto, imagino que los convencieron a todos de que se fueran. Tengo frío. Siento dolor en los huesos de las manos y los pies. Así que esto es que el frío te cale hasta los huesos.
Y, mientras intentaba dejar la mente en blanco para que la ansiedad no volviera, en mi mente no dejaba de rodar una y otra vez el mismo maldito nombre.
Theresa...
♡♡♡
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Inmortal.
FantasyCuando de un momento a otro todo cambia, la esperanza de que todo vuelva a la normalidad... Muere. Ahora, todo es cuesta arriba.