Cría de Lobo

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Los lobos me miraban como si estuvieran presenciando un combate romano. Alarmada, saqué la katana del estuche. Miré a mi al rededor en busca de objetos que pudieran ayudarme. A parte de autos destartalados, también habían objetos al azar en el suelo. Retrocedí hasta recoger unas dos latas de refresco vacías que mis ojos pudieron captar rápidamente.

Mi único plan: encargarme de los que venían primero, si se me acumulaban, retrocedería y lanzaría alguna lata para distraer a algunos caminantes momentáneamente.

No era la gran cosa pero era lo mejor que podía hacer en estas circunstacias.

Tomé con fuerza el mango de la espada, tenía que hacer esto.

No podemos perder la guerra.

Lancé un tajo que partió la cabeza del primer caminante en un corte limpio y agradecí haber afilado la hoja antes. Saqué la katana del cadáver y me dirigí al siguiente, un corte a la derecha y otro a la izquierda. Le lancé una patada a un caminante que estaba peligrosamente cerca para tener tiempo de asesinar a otros dos que se adelantaban por la derecha. Llevaba al rededor de siete cadáveres a mis pies pero ya estaba comenzando a ser consumida por la desesperación y la desventaja.

Retrocedí un solo paso antes de matar a otros tres cuando unos cuatro caminantes se adelantaron, dos por cada lado. Maté a otro más con un grito desesperado y al ver que tenía que retroceder obligatoriamente, lancé una de las latas hacia mi lado derecho y retrocedí rápidamente, por suerte había aún campo a mis espaldas. Tomé con fuerza uno de mis cuchillos y lo apunté a uno de los caminantes que parecía estar aún más descompuesto que los demás y lo lancé como si se tratara de un juego de baseball.

Inesperadamente, la carne del caminante permitió a la hoja de cuchillo asesinarlo sin menor esfuerzo, y como lo había lanzado con tanta fuerza, la hoja siguió directo y asesinó a un segundo caminante detrás de él. Un poco cansada, seguí lanzando tajos a los caminantes que venían de primeros. Sentía que estaba haciendo las cosas con tanto esfuerzo que mis manos comenzaban a sudar. Rechiné los dientes y atravesé la cabeza de un muerto como si lo hubiera apuñalado con algo más pequeño que una katana. Rápidamente, el filo encontró su camino fuera y yo retrocedí de nuevo.

Corrí hasta subir de un salto a la tapa de un auto y miré desde un poco más arriba a la gran cantidad de caminantes que aún intentaban asesinarme. Solté un poco de aire, me sentía abrumada por la presión y todos los muertos.

Tomé un gran suspiro antes de seguir blandiendo la katana en contra de los muertos.

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Lancé mi último cuchillo con un grito frustrado. El caminante que lo recibió cayó muerto de espaldas por la fuerza de impacto del arma.

Jadeando, sostuve mis rodillas y me lancé el cabello hacia atrás. Los primeros rayos de sol empezaban iluminar las copas de los árboles.

— ¡¡DEREK!!— grité y mi voz sonó furiosa, las vocales sonaban rasposas como el sonido de una guitarra eléctrica— ¡¿Y AHORA QUÉ?! ¡¿QUÉ MÁS QUIERES?!

— No necesito nada más.

Alcé la cabeza, las pisadas de los lobos se hacían resonar sobre el asfalto bajo los muertos.

— No necesito nada más— repitió— sería un honor para mí luchar a tu lado, Scarlett. Una manada de lobos te cuida la espalda de hoy en adelante.

Lo miré aún agitada. Me ofrecía su mano. Tragué saliva. Me sentía exhausta. El aire que respiraba me ardía como fuego y me quemaba los huesos, sentía que mis músculos me quemaban desde dentro. Me las arreglé para ponerme de pie y le di mi mano.

Derek asintió y se dio la vuelta.

— Tomen sus armas. Iremos a la guerra.

Aullidos de lobo se escucharon esa madrugada.

TWD: Disturbio Eterno | c. g. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora