Capítulo 3

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Manhattan

Una semana después

Jade

Ha pasado una semana intensa. Max y yo hemos vuelto a pelear. Realmente no sé la razón. A menos que Alaina haya tenido que ver en algo... El caso es que intento que me explique, pues su comportamiento es extraño. Se la pasa enfadado y golpea las cosas, como si tuviera rabia contenida. Si me dijera que ha sido en el trabajo intentaría animarlo y hacer que olvide lo que sea que tortura sus pensamientos. Me he pasado la semana recordando qué rompí, o qué quemé. ¿Será que cociné algo asqueroso? Bueno, un día se me quemó el pollo en el horno. Al día siguiente su camisa se despintó cuando la eché a lavar. Sin mencionar que olvidé echar azúcar a su café en la mañana... En mi defensa, es que yo me he acostumbrado a tomarlo sin azúcar y se me pasó de la mente.

—Esto es estúpido. —Murmuro apartando el periódico.

Tomo la taza de café y le doy un sorbo. Hago una mueca de asco, pues ya se ha enfriado. ¿Cuánto tiempo he pasado sumergida en mis pensamientos? Miro el reloj de pared y resoplo al ver la hora. Ya entiendo porqué mi trasero está adormecido. ¡Llevo cuarenta y cinco minutos sentada, sin tocar mi desayuno y tampoco sin pasar la página del periódico! Me levanto y llevo la taza, junto al plato con mi desayuno, al fregadero.

—Si sigues así pronto tu cerebro se fundirá. —Me sobresalto cuando escucho la voz ronca de Max a mis espaldas.

Al voltearme lo encuentro recostado de la pared. Sus ojos, verdes y penetrantes, me dan un repaso desde mi cabeza hasta mis piernas y luego vuelven a subir.

—¿Has despertado con buen humor hoy? —Le pregunto mientras sirvo su café, sin azúcar.

Sonrío al percatarme. Estuve a punto de meter la pata hoy de nuevo.

—Hambriento. —Con pasos decididos se acerca para luego colocarse detrás de mí. Me abraza, colocando sus brazos en mi cintura y la cabeza en el hueco de mi cuello—. ¿Acaso te has duchado? —Niego con mi cabeza y me estremezco al sentir su respiración en mi cuello—. Hueles rico, amor.

—Max... Tenemos que hablar. —Me volteo y lo enfrento, mas él no retrocede, sino que me mira con intensidad—. ¿Acaso hice algo mal? Has estado enfadado estos últimos días. Discutimos por cualquier tontería...

Max parece recordar algo porque se aparta. Un silencio nos envuelve. Me cruzo de brazos y Max desvía su mirada a mi escote. En pequeños segundos la aparta, sólo para ver la hora en su reloj. Murmura algo entre dientes y avanza a tomarse el café. Yo me quedo parada, en medio de la cocina, observándolo. Una vez se termina de beber el café intenta por sí solo anudar su corbata. Me acerco a él para ayudarlo con la cabeza agachada. Cuando termino, Max coloca un dedo bajo mi barbilla y me obliga a mirarlo.

—Lo siento, cariño. He tenido unos días difíciles.

—¿En el trabajo? —Asiente pensativo. Sonrío sintiendo una grande liberación. Me pongo de puntillas para besar sus labios—. Odio que estemos así.

Max atrapa mi cintura con sus manos y me pega mas a él para comenzar a besarme despacio los labios. Entreabro mis ojos cuando sus manos se cuelan debajo de mi bata para acariciar mi trasero.

—Yo también. —Me susurra al oído para luego morder el lóbulo de mi oreja.

Me estremezco en sus brazos y correspondo a sus caricias. Varios jadeos se me escapan cuando Max comienza a besar mi cuello. Algo dentro de mí me dice que me deje llevar, que pare de fingir y disfrute.

Max se aparta para romper el nudo de su corbata con desespero y luego se acerca. Arrastra mi cuerpo con el suyo hacia la encimera. Dejo escapar un pequeño grito cuando me levanta y me deja encima de la encimera. Se coloca entre mis piernas con una sonrisa pícara. Mis ojos van hacia el reloj que está en la pared y me obligo a detenerme.

Cambiando el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora