Capítulo 5

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Jade

Entro al apartamento con Max detrás. Me quito los zapatos de tacón porque me comienzan a molestar y los llevo al cuarto para guardarlos. Max me sigue en silencio, esperando que diga algo. Recojo mi cabello en un moño y me dirijo a la cocina para fregar.

—No te preocupes por eso ahora, amor. Luego me encargo yo. —Me mantengo en silencio. Max coloca sus manos en mis hombros y comienza a masajearlos con sus dedos—. Quiero que hablemos. —Murmura muy cerca.

—No quiero hablar, Max. Déjame sola. —Le pido sin encararlo mientras paso una esponja por los platos.

—¿Todavía estás enfadada? —Cuestiona apartando sus manos.

No le respondo. Es obvio que lo estoy. Ahora mismo no me apetece hablar con él. Primero tengo que organizar mis pensamientos y buscar la manera de no discutir para no asustar a Alaina.

—No entiendo para qué me pediste que invitara a Sebastián si luego te ibas a comportar como un completo idiota. No sabes lo incómodo que estaba. —Le respondo sin poderlo controlar, bajando la voz.

—¿Así que es por eso que estás molesta? —Me enfado aún más. No por la pregunta, sino por su tono—. Está bien, admito que me pasé.

—No es sólo eso, Max. No sé qué rayos pasa contigo. Hace horas en la ducha también te comportaste extraño. Llevas días insoportable. Te juro que a veces no te reconozco y me pregunto en dónde está el hombre tierno y dulce que me respetaba cuando yo le decía que no. O aquel que al comienzo se mostró amable y diferente a los demás...

La cara de Max se transforma por una llena de abatimiento. Vale, quizá he exagerado, pero la realidad es esa. Ni loca me iría a vivir con un hombre que me obligara a tener sexo o presionara a mis amigos, haciéndoles quedar en ridículo. La nueva faceta de Max me asusta. Él no era así.

Max parece querer decir algo, pero cierra su boca en cuanto ve a Alaina. Mi pequeña aparece con los ojitos cansados. Enseguida me seco mis manos y voy hasta ella para quitarle el vestido que tanto le molestaba durante la cena. Dejo a Max solo en la cocina y me voy con mi pequeña para ponerle su pijama favorito, luego cepillarle sus dientes y ponerla a dormir.

Alaina se duerme enseguida que la coloco en la pequeña cama. Observo el cuarto improvisado que Max arregló en cuanto nos mudamos. Al ser un departamento para soltero, se vio obligado a cambiar la pequeña oficina y convertirla en habitación.

Max me sigue esperando cuando regreso de nuevo a la cocina. Se encuentra sentado encima de la encimera con la corbata desajustada y los primeros botones de su camisa abiertos, también con las mangas subidas a los codos y las manos húmedas. En lo que yo atendía a Alaina él se encargó de terminar lo que yo había dejado empezado.

—No tenías por qué hacerlo. —Le digo sin un rastro de enfado. Me cruzo de brazos a su lado y espero a que diga algo.

—Estás cansada. Saliste temprano para hacer unos encargos y desde que regresaste no has tomado un descanso. Lo hice para ayudarte. —Me comenta apenado.

—Gracias... —Le digo confundida.

Max se baja de la encimera. Coloca sus manos en sus estrechas caderas mientras me da la espalda. La camisa de vestir color azul marino se pega a su espalda cada vez que hace un movimiento con los brazos, ya sea para pasarse la mano por la cara o el pelo.

—No sé que me ha pasado, cariño. Por mi mente nunca ha pasado hacerte daño. —Continúa diciendo a la vez que se voltea—. Lo que pasó en el baño... No me lo explico. No puedo mirar allí porque el recuerdo me asusta. El deseo que siento por ti me nubló la razón. —Mi corazón se oprime al ver la tristeza en su cara—. Y estoy aterrorizado. Por todos los santos, Jade, no me atrevo ni mirarte de solo pensar que me tienes asco.

Cambiando el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora