Me encontraba lista para comenzar otra noche de trabajo. Esta vez me tocaba un vuelo de ocho horas directo a Miami, donde pernoctaría por tres hermosos y agradables días. La gloria estaba a solo unas horas de distancia. ¿Y lo mejor? Dada a la hora que era, los pasajeros dormirían y no molestarían mucho. Todo estaba a mi favor.
Mi atención, que hasta el momento la tenía por completo puesta en retocar mi maquillaje, se desvió hasta la morena uniformada que caminaba hasta mi con dos vasos de café del tamaño más grande.
—¡No te lo vas a creer! —exclamó cuando llegó a mi lado. Se sentó a mi lado y me entregó el vaso ignorando por completo que tenía el espejo en una y la mascara de pestañas en la otra.
Carla era mi mejor amiga y también era azafata, de hecho, desde pequeñas habíamos decretado que trabajaríamos para la misma aerolínea, por lo que siempre habíamos ido juntas a todas las entrevistas. Y hoy, para coronar mi ruta de vuelo perfecta, nos había tocado la suerte de viajar juntas.
—Carla cálmate, por favor —supliqué al ver que sus mejillas ardían— respira como te enseñé uno, dos... uno, dos... —murmuré mientras dejaba mi vaso lejos de mi bolsa de maquillaje.
Aguanté la risa apretando los labios al ver a mi amiga practicar el ejercicio de respiración con cara de concentración. Era un espectáculo esta mujer.
—Bueno, ya estoy calmada —suspiró Carla— A que no sabes quién está de turno en Starbucks —murmuró intentando parecer calmada, pero gesticulando excesivamente.
—Mira, adivina aún no soy, pero por tu reacción... creo que es Boris, con el que tuviste tu sueño erótico ayer —respondí poniendo los ojos en blanco.
Ayer Carla había entrado en mi pieza a las cuatro de la mañana para contarme su sueño, en el que tenía un encuentro salvaje con el moreno que siempre nos atendía cuando íbamos a comprar cafés.
Una de las desventajas de vivir con una mejor amiga demasiado extrovertida como Carla, era que siempre cuando soñaba algo "bueno" para ella, no dudaba en correr a mi pieza y despertarme fuera la hora que fuera para comentar su sueño.
—¡Si! —chilló mordiéndose el labio. Estaba super roja —¡y me hizo ojitos!
Puse los ojos en blanco nuevamente y bufé.
—Carla, tú crees que todos te hacen ojitos. Tienes que entender que las personas pestañean y eso no significa que te estén coqueteando —exclamé cansada.
La verdad era que mi amiga en esos temas era bastante infantil. Según ella si un hombre la miraba más de un cierto tiempo, quería algo serio con ella. Aunque a veces no se equivocaba, ya que su cuerpo curvilíneo y su metro setenta y dos de estatura, se robaban muchas miradas masculinas.
En eso éramos muy diferentes.
Yo tenía el pelo castaño muy claro, con las puntas rubias platinadas. Medía un metro sesenta y cinco, y tenía los ojos verdes y la piel blanca. Era casi un fantasmita, como solía llamarme mi abuela cuando pequeña.
Con respecto a mi cuerpo, no me quejaba. Me alimentaba igual o más que un jugador de fútbol americano, pero yo tenía una pequeña cintura con caderas más anchas y un gran trasero. Podía comer el alimento de un regimiento y no engordaba. Por eso Carla me había incluido dentro de lo que ella denominada "la raza maldita".
—Vamos Florencia, tenemos que embarcar —esas palabras, acompañadas de un golpe en el brazo por parte de Carla fueron las que me sacaron de mi auto análisis y me obligaron a pararme de mi cómodo asiento, guardar mis maquillajes y tomar mi vaso de café.
****
—Buenas Noches, bienvenido a bordo —fueron las palabras que repetí por lo menos cien veces para saludar a los pasajeros que subían al avión.
Mi sonrisa no aflojaba ni con las caras de odio de algunos pasajeros. Yo estaba feliz. Cada vez faltaba menos para llegar a destino.
—Todo va a estar tranquilo aquí, cariño —anunció mi compañera y amiga al pasar por mi lado— tenemos solo siete pax en cabina.
Miré hacia los asientos de la cabina de primera clase y sonreí. Efectivamente solo había siete personas. Los astros estaban conmigo, no podía dejar de sonreír por eso.
Una mujer con un pequeño ocupaba dos asientos, y por como conversaba con el hombre en el asiento que le seguía al otro lado del pasillo, podía suponer que era su pareja. Ellos no parecían un problema para mi tranquilidad. No muy lejos de ellos, dos chicas se encontraban sentadas conversando. Luego un chico sentado solo y al otro extremo, el que más llamó mi atención. Un misterioso y sensual hombre sentado en la segunda fila, al lado de la ventana..
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Así Me Quiero Quedar
Romance"Todo iba perfecto en mi vuelo hasta que me encontré con esos ojos grises..." Florencia Cole es una mujer que a su corta edad ya está realizada, tiene el trabajo de sus sueños, una amiga perfecta y su vida es como ella siempre quiso, y todo lo que e...