—Hey, bella durmiente —sentí que una mano me daba golpecitos en el brazo— ¡Oye!
—¿Mm? —pregunte abriendo lentamente los ojos.
—Es hora de servir el desayuno, arréglate un poco para que empecemos —respondió calmada.
—¿Qué? —chillé poniéndome de pie al instante— ¿Como me dejaste dormir más de dos horas?
Corrección. La pregunta sería: ¿Cómo es que pude quedarme dormida en un asiento tan incómodo y en mi horario de trabajo?
La consecuencia de mi descuido era el feo dolor de espalda que tenía.
—Ay, es que te veías tan cómoda durmiendo... —se burló— Ah, estabas soñando y sonreías mucho.
Ay, Dios ¿podía ser peor?
—Y estabas balbuceando algo, pero no logré entender —agregó mientras comenzaba a preparar el carro.
¿Qué? Lo que me faltaba, aparte de estar soñando con los ojos grises de un hombre que no conozco, resulta que había hablado dormida.
Pedí con todas mis fuerzas no haber dicho algo comprometedor. No necesitaba más preguntas ni momentos incómodos por ahora, ya que estaba claro que no me iba a salvar por mucho tiempo del interrogatorio que me esperaba llegando al hotel.
***
—Hola pequeño, toma tu leche, la que me pediste —murmuré al pequeño niño de cinco años.
—Pero ahora no quiero leche... —respondió muy calmado y miró el vaso con cara de asco.
—Hace cinco minutos me pediste leche y aquí esta, toma —insistí, casi susurrando las últimas palabras e intentando no dejar de sonreír.
Ese niño no me iba a arruinar mi llegada a Miami.
Era la estadía más larga que iba a tener después de dos meses, y por supuesto serían perfectos tres días de playa y fiestas.
—¡Pero no quiero! —continuó el pequeño demonio.
—Bueno y ¿qué quieres? —pregunté un poco sacada de quicio.
Se me había acabado la paciencia y daba la extraña casualidad que aún me quedaba un misterioso hombre de ojos grises y labios lindos al que atender.
Ese niño me estaba haciendo perder mucho tiempo, tiempo valioso.
—Nada... bueno, ahora si la quiero —murmuró cogiendo el vaso de leche— Gracias señodita.
Con una solo sonrisa el niño me había devuelto todo mi buen humor. Era tan débil con respecto a los niños pequeños. Pero aún así mi paciencia no era infinita.
Yo también tenía dos hermanos de la misma edad del niño, por lo que acordarme de ellos, hizo que una sincera sonrisa de ternura se me escapara.
—De nada cariño, disfruta tu desayuno —respondí y me alejé con una tremenda sonrisa.
Empecé mi camino hacia donde me esperaba cierto hombre misterioso, que se encontraba absorbido por sus pensamientos.
—Señor buenos días, ¿le gustaría algo para desayunar? —estaba tratando muy duro de no tirarme encima de él y colgarme de su cuello.
—Solo quiero café —respondió sin mirarme y sin siquiera levantar la vista de su MacBook.
¿Era enserio? ¿No me iba ni siquiera a mirar? ¿Ni siquiera pediría por favor?
—Claro, ¿cómo quiere su café? —mi tono de voz ya no era como el de hace un momento. Ahora era más brusco, ya que la mala educación del hombre delante de mí me había enojado.
—Con leche y dos de azúcar —esa vez si me miró, pero su mirada era de reproche. Era como si yo hubiera cometido un delito por no saber cómo le gustaba el café.
—Claro, ya se lo preparo —saqué mi sonrisa más falsa, la que servía para estos casos. ''La sonrisa para las personas sin educación que no sabían decir por favor ni gracias.''
Se me había terminado la leche, por lo que me metí rápidamente al galley delantero en busca de una nueva caja. Volví a posicionarme a su lado, con mi fiel carrito y le preparé el ansiado café.
—Tome —exclamé al sexy hombre con cara de Bulldog rabioso.
—Está bien, déjelo.
Cuando dejé el café encima de la bandeja que tenía a su lado, no pude evitar mirar que era lo que llamaba su atención. Era un correo electrónico completamente en inglés.
—Por eso su acento es raro... —pensé— ¡Es gringo!
***Carla se estaba encargando de retirar los utensilios del desayuno mientras yo me encontraba en el cockpit pidiendo indicaciones.
—Todo listo, capi —informé al lindo piloto que me miraba intensamente.
Lo siento nene, pero con pilotos nunca.
—Entonces estamos listos Flor, da la orden para que se abrochen los cinturones que vamos a aterrizar —ordenó con una seductora sonrisa y volvió a centrar su atención en los botones.
***
—Buenos días, gracias por viajar con nosotros —repetí varias veces nuevamente. Salieron todos los pasajeros y por fin estábamos libres para realizar el último chequeo al avión.
***
—¿Burger King? —me preguntó Carla emocionada.
—Claro, muero de hambre —respondí fingiendo debilidad.
—¡Que dramática y mala actriz! —regañó mirándome y poniendo los ojos en blanco.
Si había algo que amaba era el Burger King, tenía vasos gigantes y la bebida era gratis e ilimitada. El paraíso de la Pepsi gratis para mí.
—Una hamburguesa doble con queso, por favor. Yo iré a sentarme, dame tu maleta —murmuré mientras le quitaba la maleta de las manos.
Carla me miró de pies a cabeza con una ceja alzada.
—Aún no sé dónde mierda te metes toda la comida, yo con una hamburguesa tengo que salir a correr mínimo cinco kilómetros —reclamó frustrada.
—La que puede, puede —le grité mientras me dirigía a una mesa.
Y fue entonces que me di cuenta de que unas mesas más allá, unos ojos grises esta vez sin gafas, me miraban fijamente. Bajé a mirada a mis zapatos y me senté dándole la espalda.
No sabía si era mi imaginación y psicosis, pero sentía que alguien no dejaba de mirarme, juro que podía sentir su mirada pegada a mi nuca. Era él.
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Así Me Quiero Quedar
Romantik"Todo iba perfecto en mi vuelo hasta que me encontré con esos ojos grises..." Florencia Cole es una mujer que a su corta edad ya está realizada, tiene el trabajo de sus sueños, una amiga perfecta y su vida es como ella siempre quiso, y todo lo que e...