A la mañana siguiente, Jane Bowden, la reina incontestable de la audiencia televisiva, llegó con su séquito nupcial a remolque. El caos resultante se recordaría a partir de entonces y para siempre en Cayo Holley como «huracán Jane».
—Típicos nuevos ricos de Hollywood —murmuró Harry varias horas después, cuando __________ y el se encontraron reorganizando la disposición de las mesas por quinta vez.
—Vamos, Harry, no seamos molestos —lo riñó _________, aunque también estaba algo más que un poco molesta. El ensayo de la ceremonia era en menos de una hora pero en lugar de estar asegurándose de que todo estaba en orden para la cena de esa noche, _________ y Harry estaban atrapados, con el resto del personal, sudando y trabajando bajo el sol tropical.
Jane había echado un vistazo bajo la carpa de gasa para mirar la configuración de las mesas para la recepción del día siguiente y de inmediato la había declarado inaceptable. Ni __________, ni la madre de Jane, ni siquiera el novio, pudieron convencerla de que había cosas más importantes que reclamaban su atención.
—Mamá, tú no sabes nada, así que calla, ¿estamos? —le soltó Jane a su progenitura—. Tenemos que disponerlo para que todo el mundo tenga una buena vista. —Jane insistió en que había que reconfigurar toda la distribución de las mesas para que todo el mundo tuviera vistas de la playa. Hasta que se dio cuenta de que, si se distribuían las mesas así, el sol de últimas horas de la tarde cegaría a todos y cada uno de los invitados antes de que se sirviera la tarta. Entonces los obligó a cambiarlo todo otra vez.
—Tengo que irme —les soltó Jane entonces—. Tengo una cita para la manicura y la pedicura. Tal y como van las cosas, no me extrañaría terminar con hongos.
La madre de Jane, una mujer de rostro dulce de cuarenta y tantos años, tan suave y rellenita como su hija agresiva y huesuda, les ofreció a __________ y Harry una sonrisa de disculpa antes de echar a correr detrás de su hija.
—Miremos el lado bueno —dijo __________ mientras levantaba dos sillas plegables por encima de los hombros—. Podría haber hecho esto mañana, justo antes de la ceremonia. Y al menos así no tendrá tiempo para cambiar el menú.
—Esta noche no —asintió Harry—, pero te apuesto cinco pavos a que intenta cambiar el menú del banquete. —Harry giró de repente la cabeza cuando Sarah, la asistente de Jane, lo llamó—. Por Dios, no empecemos —murmuró Harry mientras recogía la carpeta y sus notas—. Si me pide que repasemos una vez más «posibles puntos de infiltración», me voy a cortar las venas.
—Vamos, Harry —bromeó __________—, es linda.
—Sí —bufó Harry—, si te gustan las nenas perfectas y sin nada de cerebro. —Y, a juzgar por la mirada que le lanzó Harry a Sarah, quedaba más que claro que le gustaban ese tipo de mujeres. A pesar de sus tensas conversaciones telefónicas, ni a un observador casual se le escaparía la tensión sexual que vibraba entre aquellos dos como un ardiente destello. __________ estaba segura de que para cuando los invitados de la boda dejaran la isla, Harry y aquella chica terminarían enrollándose. Eso si no se mataban antes, claro.
Pero en ese momento ella tenía mayores problemas que solucionar que la posible vida sexual de Harry. A saber, una novia que parecía haber dejado la medicación y puesto rumbo a toda vela a maniaticalandia.
A __________ no le sorprendió en absoluto que a última hora de la tarde Niall la llevara a un lado para hablar con ella.—Tenemos un problema —dijo.
_________ hizo todo lo que pudo por concentrarse en lo que le decía su amante, aunque no le resultaba muy fácil porque Niall no dejaba de frotarle la piel suave de la parte interna del codo con el pulgar.