C a p í t u l o III

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Casi sin darme cuenta aquel día con India en la cafetería había resultado ser el detonante de una nueva relación que nunca había esperado alcanzar con nadie. Obviamente había tenido amigos antes, cuando no estábamos en el instituto y los niños todavía desconocían la capacidad de despreciar a una persona por ser ella misma, por ser diferente.

India era diferente, pero su diferencia estaba a años luz de la mía.

Cada día al acabar las clases ella estaba ahí, en el mismo sitio, esperando al final de la calle. Su presencia ahí se había convertido casi en una rutina, un ritual que había de seguir para completar un buen día. Sin darme cuenta, aquella chica había comenzado a adentrarse en mi vida y a hacerse un lugar en ella.

Para no romper con esa rutina, aquel día India también me esperaba. Cuando llegué hasta ella la encontré sentada, mas no tardó en levantarse regalándome una sonrisa y un saludo alegre.

—¿Por qué no vamos a ese parque? —propuso, señalando hacia la verde explanada que se encontraba detrás de nosotros—. Hace muy buen día.

Desde luego que lo hacía, no había ni una sola nube surcando el azulado cielo, y el sol brillaba más fuerte de lo que lo había hecho en todo el invierno, tanto incluso que llegaba a sentir algo de calor.

Pensé en mi madre y en mi hermana, en que seguramente se preocuparían si no me presentaba en casa a la hora que debería tras el instituto. Me encontré a mi mismo dándome igual.

Asentí ante la propuesta de India y juntos caminamos hacia el parque. Se trataba de una enorme explanada con abundante vegetación que destilaba tranquilidad y paz por todo su ambiente. Podía escuchar el piar de los pájaros sobre nuestras cabezas, posados en los árboles que nos rodeaban. Nos detuvimos bajo la sombra de un pequeño sauce, con sus ramas llorosas casi rozando nuestras cabezas. Las hojas eran más abundantes de lo que lo habían sido semanas atrás, hecho que remarcaba aún más el ya próximo final del invierno.

Nos sentamos bajo el árbol, sobre nuestras chaquetas extendidas en la hierba. No mucho más lejos de nosotros, unos niños jugaban al fútbol. Desde mi posición podía escuchar sus gritos reclamando un pase, sus quejas ante los errores que cometían, o las alegres exclamaciones, satisfactorias ante algún triunfo.

A mi lado, India se recostó sobre su chaqueta en la hierba, con sus brazos debajo de su cabeza actuando como almohada. Yo, en cambio, permanecí sentado, y para matar el tiempo decidí sacar de la mochila uno de mis libros y así completar mis tareas.

India se incorporó, apoyándose sobre sus codos. Me miró inquisitiva mientras levantaba tan solo una de sus cejas en un movimiento rápido y suave casi perfecto.

—¿En serio?

La miré y asentí.

—Tengo deberes de física.

Abrí mi libro y comencé a pasar las páginas hasta llegar a la página que debía estudiar. India se aproximó a mi lado y comenzó a observar mientras yo leía o, por lo menos, intentaba hacerlo. Por algún motivo su proximidad lograba distraerme de aquel temario que tanto me gustaba, causando que mi atención sobre el estudio fuera nula.

—La atracción de los cuerpos —leyó el encabezado de la página.

Asentí sin mirarla, mis ojos fijos en el libro.

—¿Dos caras para explicar la atracción? —inquirió.

—Y sigue en la siguiente​ página.

India resopló, y tras una risa que escondía ironía volvió a tumbarse sobre la hierba.

—¿Qué? —pregunté, girándome hacia ella con el ceño fruncido.

Al final de la calle #PSweet2k17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora