E p í l o g o

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El timbre suena y los niños se precipitan por la puerta, ansiosos por salir. Desde aquí, desde fuera, veo de todo: veo niños que ríen entre ellos, veo niños que lloran y se pelean, y veo niños que, simplemente, están. Están con sus cabezas bajas y andando sin prisa, pero tampoco lentos. Niños que les da igual. Niños como lo fui yo.

En mi vida he aprendido que el colegio, al igual que el instituto, puede ser cruel, y duro, pero llega un momento en el que encuentras a las personas adecuadas y entonces es suficiente. Supongo que tendré que darle las gracias algún día a Newt por ayudarme.

La espera, al igual que todos los días, se alarga, y comienzo a pasearme de un lado a otro por esa calle que tanto me gusta. Los años pasan pero, al parecer, no para esta fachada.

Hace tanto calor que llega a resultar molesto, y puedo sentir como la ropa se pega a mi cuerpo. Levanto la cabeza, acalorado, y es entonces cuando lo veo.

Tengo que parpadear varias veces, e incluso llego a pellizcarme porque, realmente, no me lo creo.

Sin apartar los ojos de mi destino, camino sin importarme nada más, camino sin mirar a nada ni a nadie, solo a ese punto en el final de la calle. Cuando llego, una mujer de largo cabello se encuentra de espaldas a mí.

No puedo moverme, no puedo hablar, no puedo pensar. Justo en ese momento, aquella mujer se gira, mostrándome un rostro de porcelana y unos ojos grandes azules que conozco muy bien.

Nos miramos, ambos sabemos quiénes somos, por supuesto. Como siempre fue, no soy yo quien primero habla.

—Hola, Luke —dice, y me parece notar una nota de emoción en su tono.

Su voz apenas ha cambiado, sigue siendo dulce y armoniosa. Físicamente, sigue siendo hermosa, incluso más aún, si es posible.

Entonces decido dejar todo de lado. Dejo de lado el miedo, la emoción, la sorpresa, el dolor... Dejo de lado todo aquello y me centro en que era ella, en que está aquí.

—India —decir su nombre en voz alta después de tanto tiempo se hizo extraño, pero sorprendentemente reconfortante—. ¿Que haces aquí?

Puedo notar como ella también está nerviosa, le cuesta hablar.

—Un rato libre, ya sabes, hay que aprovecharlos —dice, y sonríe, y puedo jurar que su sonrisa es igual a como lo fue una vez, y con el mismo efecto.

—Te fuiste. Me dejaste sin decir nada.

Por fin, después de tanto tiempo, podía reprocharle a India lo que tanto me dolía, lo que tanto tiempo guardé para mí, anhelando una explicación que creía que no llegaría.

—Trasladaron a mi padre y... —Se detiene unos segundos en los que retira brevemente su mirada—. Pensé que era mejor no decírtelo, quería que salieras adelante por ti mismo, porque podías, ya has visto que podías.

Comienzo a negar con la cabeza.

—Pero...

—... No, Luke —Me corta—. Si me hubiera quedado te habrías conformado con lo que tenías y tú podías con más, merecías más.

—Estaba enamorado de ti.

Pensaba que decir aquello me haría sentir imbecil, que querría matarme a mí mismo por hacerlo, pero no es así, todo lo contrario, me siento más libre, sin peso.

Ella esboza una sonrisa triste.

—Lo sé —Contesta—, y yo te quería lo suficiente como para evitar que perdieras tu vida en mi. No estoy hecha para las relaciones, Luke.

Sonrío burlón.

—Me lo creo.

Ambos nos reímos, y eso se siente como entonces, como si nada hubiera cambiado.

Pero lo ha hecho, y mucho.

—¡Papá!

Oigo una voz detrás de nosotros que me llama, y me giro con una sonrisa hacia ella.

—Hey... —susurro, cogiéndola en brazos— ¿Cómo estás, preciosa?

—Bien, pero no te he visto en la puerta y por eso he salido.

—Está bien —Me giro hacia India, que nos mira con una pequeña sonrisa en sus labios—. Quiero presentarte a alguien —Susurro a mi hija—. India, esta es Vera.

India se acerca a nosotros y le extiende la mano a Vera con una sonrisa.

—Hola, señorita, soy India.

Vera, aunque sonriente, esconde el rostro durante unos segundos en el hueco de mi cuello para después aceptar la mano que India le tiende.

La vuelvo a dejar en el suelo y deposito un suave beso en su frente.

—Ve un momento con tus amigos, ahora mismo nos vamos.

Ella asiente y corre de nuevo hacia la entrada del colegio, dónde la veo reunirse con un grupo de niños.

—Vaya —comienza a hablar India, y me giro hacia ella—, sí que te llegó, ¿Eh? Y eso que no querías leer su libro...

Río sin poder evitarlo.

—Bueno, te dije que me parecía una mujer valiente, y así es —Me encojo de hombros y sonrío—. Quería que mi hija también lo fuera por lo que no sé me ocurrió nombre mejor.

Su mirada permanece sobre la mía durante varios segundos que parecen horas, varios segundos que me transportan a años atrás, cuando trataba de averiguar todo lo que ella me hacía sentir.

—A esto me refería, chico listo, sabía que lo conseguirías.

—Y yo sé que odias que te lo diga pero lo siento necesario.

Me acerco a ella y la abrazo. Supongo que le pilla de sorpresa, porque tarda unos segundos en reaccionar, pero finalmente corresponde a mi abrazo.

Nos fundimos en un torbellino de memorias del pasado, memorias que nos trasladan a los tiempos en que empezamos a formarnos como personas. Tiempos los cuales gracias a ellos estamos aquí.

—Gracias —susurro.

Y, por primera vez, India me deja hacerlo, agradecerle por todo. Tal vez porque no quería volver a intentar convencerme de que no era así o porque, por fin, entendía lo que le agradecía. Fuera por lo que fuera, me sentía feliz porque había podido decirle lo que jamás creí que conseguiría.

Aquella sí fue la última vez que vi a India, pero ya no se sintió vacío, ya no se sintió mal. Habíamos acabado lo que empezamos, tal vez no de la manera en que esperaba cuando éramos más jóvenes, pero sí de la manera en que debía acabar.

F I N

Al final de la calle #PSweet2k17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora