C a p í t u l o II

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Vueltas, una tras otra, eso era lo único que hacía. El único sonido que se escuchaba era aquel mismo, el de mi cuerpo moviéndose inquieto sobre el colchón. A pesar de mis persistentes intentos de conciliar el sueño, era inútil.

Giré la cabeza hacia el reloj colocado encima de la mesilla, aquel que tanto odiaba, y más ahora al ver que apuntaba nada más y nada menos que las tres de la madrugada. Llevaba intentando dormir desde hacía más de tres horas, pero nada.

Abrí los ojos, dándome por vencido y asumiendo que en esa noche mis sueños no florecerían. Sin embargo, el insomnio tenía otros planes para mi cansancio, el cual sí tenía intenciones de aparecérseme aquella noche, sin ningún tipo de remedio para detenerlo.

Fijé la mirada en el blanco techo de mi habitación, marcado por pequeñas gotas de gotelé del mismo color, y así permanecí hasta que el rasgado sonido del motor de un coche se hizo paso entre mis conductos auditivos. Por la proximidad de dicho sonido, el coche parecía estar acercándose cada vez más hacia mi casa. Como motivo más que suficiente de entretenimiento para aplacar mi aburrimiento anterior, me levanté de la cama, aproximándome hacia la ventana. Corrí con cuidado las cortinas hacia un lado y, tal y como había previsto, un coche estaba parado frente a mi casa. De él no tardó en salir mi hermana, a la cual seguía un hombre que la cogía por la cintura. Pude advertir el zigzagueo de sus andares, señal de que de nuevo había estado bebiendo. El hombre se detuvo, haciendo que mi hermana también lo hiciera, y siendo ya demasiado tarde para evitar presenciar esa escena, pude ver como la cogía y la acercaba a sus labios para comenzar a babearse sobre los mismos.

Mi rostro se transformó en una expresión que no reflejaba más que desagrado ante la escena que tenía ante mis ojos, por lo que volví a correr las cortinas, esta vez impidiéndome la visión a través de la ventana, y regresé a la cama quedándome sentado sobre ella.

Sabía de sobra lo que vendría a continuación: Ellie metería en casa a ese tipo, el cual probablemente había conocido en esa misma noche, y tocaría volver a escuchar lo bien que lo pasaba con él dos habitaciones más allá.

Seguía sin entender como mi madre podía permitir eso.

Desde mi cuarto pude escuchar abrirse la puerta de la entrada, que se cerró casi inmediatamente después de hacerlo. Me sorprendí al no oír ninguna voz o risa como solía escuchar siempre que se presentaba aquella situación. Movido por la curiosidad y extrañeza del momento, me levanté y asomé parte de mi cuerpo por la puerta, observando el oscuro y vacío pasillo.

Escuché con claridad los torpes y pesados pasos de aquel que subía las escaleras y, poco después, mi hermana se materializó en el pasillo, tambaleándose y buscando a tientas el interruptor de la luz hasta dar con él. Por algún motivo, debió de resultarle gracioso o, por lo menos, curioso el hecho de que al presionar el interruptor la luz iluminará cada rincón del pasillo, porque repitió la acción unas cinco veces -y esas fueron solo las que conté -.

Entonces, paseó su mirada, seguramente tratando de enfocar todo a su alrededor, y al hacerlo me advirtió observándola desde la puerta entreabierta de mi habitación.

—¿Luke? —Medio hipó.

Trató de avanzar hacia mí, mas cuando se puso a ello sus piernas flaquearon, provocando una caída irremediable. Asustado por mi hermana, me dispuse a ayudarla cuando comenzó a reírse, todavía en el suelo. De nuevo, me miró y al instante dejó de reírse, transformando su expresión en una que parecía triste e incluso avergonzada.

—¡No me mires así! —chilló—. Esto es la vida, Luke. La gente bebe, ríe, llora. La gente se rompe, es así —Parecía cansada, como si su tarea fuera la de sujetar el mismísimo mundo sobre sus hombros—. Que tú no seas así no significa que lo que yo hago está mal, porque no está mal —Su voz se rompió al pronunciar la última frase, ante la cual me pregunté a quién trataba de convencer realmente con ella.

Al final de la calle #PSweet2k17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora