C a p í t u l o IV

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Cada día a partir de su primera propuesta en el parque, Newt Hayden se acercaba a mí en clase de lengua para tratar de persuadirme y así unirme al equipo, aunque a pesar de sus incansables intentos mi respuesta permanecía invariable.

Un día, al regresar a casa tras el instituto, abrí la mochila dispuesto a hacer mis deberes cuando encontré entre ellos una hoja suelta que no recordaba haber colocado ahí. Cuando la saqué me sorprendí al descubrir que se trataba de la misma inscripción que el señor Harries nos había entregado semanas atrás, la misma que yo le había devuelto completamente vacía. Pegada a ella, una escritura se vislumbraba sobre un papel arrugado.

"No insistiría si no lo creyera, tienes talento"

Despegué el papel de la inscripción y coloqué ambos bocabajo sobre mi mesa, descartando la idea de dedicar ni un segundo más a Newt Hayden y sus vanas habilidades de convicción.

Sentado sobre la silla de estudio, abrí el libro de historia, resignado debido a mi poco afán por la asignatura, aunque dispuesto a preparar el examen de la siguiente semana. Sobre las páginas, las letras se combinaban para formar las frases que contarían historias revolucionarias, nuevas ideologías y formas de concebir el sistema. Sumergido en el profundo debate que exponía los principios de una sociedad anarquista y defendía las ventajas y mejoras en comparación a la marxista, apenas fui consciente de un repiqueteo contra mi ventana.

Me giré, convencido de que no serían más que unos goterones los que estarían golpeando la ventana pero, nada más lejos de mis pensamientos, una muchacha de piel porcelana y con su pelo largo castaño amarrado en una coleta, se encontraba al otro lado, con sus perlas azules brillantes mirándome, esperando.

De repente, se me había olvidado todo aquello que momentos antes estaba leyendo, y mi pensamiento, al igual que corazón y movimientos, tenían un claro y único objetivo situado al otro lado de esa ventana.

Así que la abrí.

—Hola, chico listo —dijo, su sonrisa traviesa extendiéndose sobre sus labios.

—Hola, chica ¿mono? —Asomé la cabeza para mirar hacia abajo— ¿Por dónde has subido? —pregunté, todavía buscando el lugar por donde podría haber entrado India.

Se encogió de hombros.

—Un buen mono nunca revela sus trucos.

Sonreí.

—No recuerdo que el dicho fuera así.

Sacudió la cabeza sin perder la sonrisa.

—¿Qué hacías? —preguntó.

—Estudiaba historia, tengo examen en una semana, un coñazo.

—Pues para ser un coñazo se te veía concentrado —Su sonrisa se tornó burlona—, llevo llamando un rato y por poco no te enteras.

Negué con la cabeza al tiempo que alejaba la mirada.

—Como sea —Sonreí—. ¿Qué haces aquí?

—Será mejor que dejes ese coñazo que estabas haciendo para otro momento y te prepares.

Fruncí el ceño, sin comprender.

—¿Prepararme? —Asintió—, ¿Para qué?

India sonrió aún más ampliamente si era posible y podía vislumbrar ápices de emoción reflejada en sus irises azules.

—Nos... —Comenzó, acercando su rostro hacia el mío— vamos... —Más cerca— Al... ¡Cine!— concluyó, elevando su voz en la última palabra y terminando de juntar nuestros rostros, posando su frente sobre la mía.

Al final de la calle #PSweet2k17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora