Capítulo 4: Calma

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--¿Ahora qué haremos? --Me preguntó Rosaline con demasiada calma.

--Primero tenemos que salir del radar, por suerte tengo muchos amigos que me deben favores, así que al menos no podrán encontrarnos tan fácilmente.

--¿Amigos? ¿Qué clase de amigos?

--Mecánicos, peluqueros y estilistas. Algún dueño de tiendas de ropa, tengo muchos que me son muy útiles para situaciones como esta. ¿A dónde quieres ir primero? --Le dije mientras sacaba de la guantera un mapa de la ciudad con puntos marcados a los que debíamos ir.

--Hm, aquí --Me pidió al señalar con el dedo una peluquería.

--Está bien... Ponte esto, espero que no tengas que usarlo, pero es mejor que tengas como defenderte. Sabes cómo se usa, ¿no? --Le pregunté a la vez que le entregaba una pequeña pistola la cual se ataba al tobillo.

--¿Jalas del gatillo, y alguien cae al suelo?

--Meh, con eso me basta.

No teníamos mucho tiempo, por lo que al llegar a la peluquería a Rosaline solo le dio tiempo de cortar su largo cabello liso y castaño hasta los hombros, despeinarse y ondularlo un poco; por mi parte, lo más que pude hacer fue afeitarme totalmente mi barba y organizar un poco mi pelo, de cualquier manera era una cara conocida en toda la ciudad, por lo que esconderme estéticamente era complicado.

Luego de eso, partimos hacia una tienda de ropa que pertenece a un antiguo cliente mio; alli me enfoque en que Rosaline cambiase de apariencia, de manera drástica, cambiando su lúgubre vestimenta negra por un vestido de flores bastante colorido. En cuanto a mi, una ropa oscura y discreta fue suficiente.

Siguiente parada, un concesionario de un viejo cliente: la mafia rusa. A Rosaline le pareció una idea pésima, pero la realidad es que ningún otro concesionario me habría cambiado un auto de la policía lleno de balas por un Mustang del 69 sin registrar. Por suerte, ahora mismo nos encontramos en bajo perfil, por lo que me detuve en una plaza común cerca de la Gran Manzana, allí Rosaline y yo tomamos un poco de aire y apelamos por ordenar nuestras ideas y objetivos antes del anochecer el cual se acercaba sin pausa mientras contemplabamos un ambiente desolado con periódicos de chicos desaparecidos en el suelo y carteles de criminales peligrosos los cuales le robaban la inocencia de aquel lugar.

--Entonces, no tienes idea de cómo nos encontró. --Me preguntó Rosaline cuando caminábamos por la plaza.

--No.

--No sabes porque nos quiere muertos.

--No.

--Tampoco sabes porque se supone que tenemos a una mafia entera pisan...

--¡Rosaline! --Le interrumpí. --No tengo ni la menor idea de lo que está pasando, sólo sé que no tenemos tiempo para discutir sobre el problema que tenemos ahora, ya tendremos tiempo de sobra para resolver dudas en cuanto nos quitemos la soga del cuello.

--Entiendo. --Bajó la cabeza a la vez que fruncía el ceño. --Hace un rato comentaste que no era la primera vez que tenías un encontronazo con la mafia italiana, ¿que pasó exactamente?

--Fue hace mucho, cuando regresé de Vietnam me diagnosticaron con trastorno de estrés postraumático, esquizofrenia y trastorno de identidad disociativo, y aunque de lo único que presentaba síntomas reales era de TEPT, afirmaron que estaba completamente loco. De cualquier manera a los dos meses decidí hacerme otra prueba porque sabía que no estaba loco, resultó ser que solo tenía TEPT. --Solté una pequeña risa. --Los médicos estuvieron pidiendo disculpas toda la semana. En fin, el punto es que ese trastorno no es nada bonito, hizo que me metiera en mas líos de los que pudiera librarme por mi propia cuenta, así que un trato con la mafia italiana "Cosa Nostra", parecía ser la opción más viable... Para cuando me di cuenta del error que había cometido ya era demasiado tarde, ya me había metido en todo este mundo. Luego de enterarme de un conflicto entre los Bratva y la Cosa Nostra, decidí ayudar a la mafia rusa de maneras muy específicas... Rosaline, preferiría no seguir hablando de esto.

--"Los cadáveres que enterré ese día, se cuentan como los cimientos de la ciudad." --Murmuró como si supiera lo que había hecho. Eso me exaltó.

--¿Qué dijiste? --Tras ver su expresión perdida y cansada me preocupé. --Espera... ¿estás bien?

--No dije nada, digo, no fue nada... ¿Por qué te importo tanto? ¿por qué me ayudas? Sé supone que sólo soy una cliente más, ¿no? De hecho, yo ni siquiera existo. --Dijo lóbrega antes de que me percatara de que estaba siendo sedada por un dardo certero en su nuca.

--Nos encontraron, ¡Rosaline! Tienes que mantenerte despierta un poco más... Ugh. --Un segundo dardo asestando contra mi brazo me debilita. --Pero que demo... --Caigo rendido en el suelo.



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