CAPÍTULO XVIII

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Recordó que había quedado con Ernesto e hizo acopio de todas sus fuerzas para levantarse de la cama, fue a su baño y se miró en el espejo, ese que tantas veces le había mostrado su reflejo, no había una sola marca de los golpes, su piel se veía tan tersa como antes, incluso sus pómulos prominentes habían desaparecido dándole paso a la carne que rellenaba sus mejillas, ya no se veía como esa mujer apaleada, lucía más como ella misma, la mujer que todo el mundo repetía lo bella que era, sólo por la simetría de sus facciones.

Pasó la mano por su mejilla, el lugar donde antes se encontraba de un color morado verdoso, ya no estaba y sin embargo ella se seguía sintiendo golpeada, cerró los ojos sosteniéndose del lavado y soltó un hondo suspiro, al tiempo que se metía en la ducha, ya había dejado de entregarse sin cesar, había dejado de sentir asco por ser bonita, en eso la había ayudado el doctor Abad, en una sesión vía skype, la había ayudado a entender que ella era una víctima y no tenía ninguna responsabilidad en el comportamiento enfermo de esos hombres, la había ayudado a aceptar que no tenía culpa alguna en ello, ni siquiera por ser bonita.

Cuando se pasa por un suceso así, a veces te cuesta entender eso, te preguntas si hiciste algo para provocar esas reacciones y Rebecca se había sentido exactamente de esa manera, consideró sin cesar qué le había generado tanta furia, si quizás podría haber sido el hecho de haber cerrado sus ojos e ignorarlo y también reproducía sin cesar sus palabras al llamarla puta, se devanó muchas veces su cabeza considerando esas palabras, pero desde esa sesión con el doctor Abad había dejado de hacer eso.

Comprendió a la fuerza que nada los podía haber detenido, ni tampoco haber impulsado, trago saliva enjuagándose su jabón, necesitaba volver a encontrarse con su analista, porque si bien ya no se sentía asqueada e incluso permitía que François se le acercara, aún seguían sus pesadillas y el miedo, el miedo a que en cualquier momento esos hombres volvieran a aparecer, no le había contado de su sueño, ni del cuerpo de Rabah desmembrado, sentía que necesitaba hablar de eso o seguiría presa del pánico, entregarle esas fotos era una amenaza, nadie tenía que decírselo para que ella lo entendiera.

Miró su guardarropa y pasó los dedos por sus prendas, era confortable de nuevo tenerlas, no era como si François no se hubiera esforzado, había comprado tantas cosas lindas para ella y en su mayoría de su gusto, pero esas cosas se sentía prestadas, no como las que colgaban de su perchero, cada una de esas cosas las había escogido a su gusto y en eso radicaba la diferencia tomó algo cómodo para recibir a Ernesto y salió de su habitación.

Se encontró con que Dominique y Kendal estaban sentados en la mesa del comedor comiendo una de las tortillas de Cecilia, quien limpiaba la encimera de la cocina.

-Buenos días.

-Señora- dijeron al unísono Dominique y Kendal, mientras Cecilia de una manera más informal le sonrió y le tendió su bol con frutas.

-¿Puedo pedirles un favor?- Les manifestó a Kendal y Dominique.

-Desde luego señora.

-No me llamen señora, no lo soy- les mostró su mano señalando la evidente falta de anillos- no estoy casada.

Ellos le contestaron, pero Rebecca no escuchó su respuesta, se concentró en el citófono, caminó hacia él y Carlos le expuso que ya había llegado Ernesto, a los pocos minutos tocó su timbre, ella lo saludo con un beso y él la abrazó algo fuerte, así que ella se quejó por el dolor en su costilla.

-Oh lo siento Becca.

-No te preocupes.

-Creí que te habían dado de alta.

-Bueno, el médico dice que sano bien, así que sólo me dio unas recomendaciones, por cierto Ceci.

-¿Si señorita?

EL OCTAVO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora