Arwen's Vigil

106 10 3
                                    

      Era una mañana fría de finales de octubre. Aquellas últimas semanas habían sido bastante lluviosas, por lo que Eren y Mikasa sólo pudieron ir pocas veces a la casa y seguir con las clases, además que el día en que tendría lugar la misión de la captura de Annie (el supuesto Titán Hembra) parecía cada vez más próximo por las numerosas reuniones y entrenamientos a los que ellos tenían que asistir, todos ellos obligatorios.

No le tomarían tanta importancia a aquella misión si ambos no fueran los "protagonistas" de aquel montaje, y Eren no estuviera sediento de venganza por la sanguinaria muerte de sus compañeros. Sin embargo, una parte de él se negaba a creer que Annie fuera el Titán Hembra, lo que causaba un gran desconcentro en Eren en las clases de piano o en los entrenamientos.

La presencia de Mikasa era lo único que podía traerlo de vuelta a la realidad. Tanto como las frustraciones de Eren como la angustia y la sed de venganza eran calmadas, misteriosamente, por su presencia. En otros tiempos, su presencia habría empeorado aquellos sentimientos negativos; tal vez Eren se acordara de aquellas tardes que Mikasa tocaba para él, cada vez desenvolviéndose ante él y las teclas el piano, o tal vez por la mejor relación que ambos tenían, que mejoraba cada día que pasaba, cada tarde que Mikasa le enseñaba nuevas cosas sobre piano, aquel instrumento tan entrañable.

Ella no lo sabía.

Mikasa se abrió paso entre los soldados que descansaban en la entrada de la pista de entrenamiento, evitando pisar los charcos de lodo que se encontraban en su camino. Más allá de las verjas y de los muros de hormigón, se extendía una frondosa arboleda que rodeaba todas las instalaciones del Cuartel General, así como los jardines y las plazuelas.

Buscó con la mirada a aquella chica rubia tan simpática y adorable que le recomendó manuales para afinar un piano y libros para perfeccionarse en ese instrumento, y no tardó en encontrarla, jadeando y apoyada a las verjas que rodeaban la pista de entrenamiento, con una simple camiseta de tirante y unos pantalones negros a juego, con las puntas de sus deportivas blancas bastante peladas (y desaliñadas). Unos metros más allá estaban, seguramente, su toalla y su cantimplora, donde otras chicas charlaban con el cuello rodeado de toallas largas.

-Hola, Megan... -dijo Mikasa, acercándose a la chica.

-¡Mikasa-san! –exclamó Megan, y sus hermosos ojos azules se encontraron con los suyos. Era increíble el gran parecido que tenía a Christa por sus rasgos físicos y su estatura, aunque Megan era mucho más abierta y espontánea.

Megan era la nieta de Steve, y era miembro de las Tropas de Reconocimiento. Mikasa la consideraba casi como una amiga, y Megan también solía escaparse por las tardes, sólo que para ayudar en la tienda de música de su abuelo junto a Kai, su hermano mayor.

Mikasa esperó unos cuantos minutos a que Megan recuperara el aliento inclinada y con las manos sobre sus rodillas.

-Me han vuelto a regañar... -Empezó Megan, entre jadeos-. ¡Y me han hecho correr toooda la pista entera cien veces! –Exclamó exhausta e hizo girar su dedo índice.

Aquello ya era bastante habitual en ella. Siempre la castigaban por saltarse los entrenamientos que eran obligatorios, e incluso estuvo a punto de dejar la mili para poder ayudar más en la tienda o poder estudiar en algún Conservatorio.

Mikasa y Megan se sentaron apoyadas a una pared de mármol de hormigón cercana para poder hablar con más calma, y para que Megan pudiese tomarse un descanso. La rubia dio un largo sorbo a su cantimplora, mientras que Mikasa aguardaba en silencio con la mirada.

Unos instantes después, como Megan seguía bebiendo de su cantimplora, Mikasa entabló el tema de conversación, cosa que era poco habitual en ambas ya que Megan era siempre la que empezaba a hablar:

Piano LessonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora