Angels

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Era un día nublado. Mikasa se abría paso entre la vegetación del bosque, siguiendo los agónicos graznidos de sus cuatro cuervos y el extraño olor a humo. Eren la seguía, entre tropezones, gritando su nombre, advirtiéndola de un mal que Mikasa conocía perfectamente, pero que por desgracia quería correr el riesgo.

Mikasa gritaba los nombres de sus cuervos, pero de respuesta sólo escuchaba esos graznidos desgarradores. Sabía que estaba pasando algo, sabía que alguien les estaba haciendo daño.

Y una de las melodías más oscura que Mikasa había escuchado en su vida, "Darkness Comes", acompañaba aquel fatídico momento, proviniendo de ninguna parte.

-¡¡YA VOOOY!! ¡¡SENJI, CHICOS, AGUANTAD!! –Gritaba. Senji era el líder de esa bandada, y por lo tanto era el más fuerte y el más inteligente, por lo que Mikasa confiaba en que protegería a los suyos, en que aguantaría hasta que ella llegara a la casa y pusiera fin a su sufrimiento, defendiéndolos de lo que en ese entonces les atormentaba.

Pero no fue así.

Eren la cogió fuertemente por los brazos, aunque lo que no sabía era que Mikasa no reaccionaría bruscamente al entrar en shock por la escena que acababa de presenciar: la casa abandonada estaba en llamas, y los cuervos, muertos.

Ante ellos, el fuego consumía la casa en la que habían pasado tan buenos momentos, donde Mikasa había aprendido a tocar piano y a disfrutar de la música y así olvidarse de lo que se encontraba a su alrededor. En el patio donde Mikasa y Eren habían pasado una tarde con los cuervos, los cuatro cuervos se hallaban tendidos en el suelo, con tajos parecidos a hachazos. Algunos de los cuervos tenían las alas cortadas, y otros con cortes por los que se asomaban sus diminutas vísceras.

Ante ellos se encontraba un hombre que llevaba una larga capa negra que le llegaba hasta los tobillos e iba encapuchado, con un hacha en la mano. Mikasa no pudo ver su rostro; sólo pudo ver una macabra sonrisa dibujada en su rostro.

-Hijo... ¡De puta! –Logró articular Mikasa.

Mikasa se debatía, intentaba deshacerse del agarre de Eren, sollozando, soltando maldiciones...

Y aquella persona se echó a reír. Era una risa macabra, diabólica, llena de odio y rencor. Les dio la espalda y se esfumó en un parpadeo, como si de un espíritu se tratara. Y el fuego no se extinguía, sino que se propagaba por los alrededores de la casa, y todo se consumía, haciendo aquel lugar asfixiante.

A su lado, vio que el líder de la bandada se arrastraba débilmente por el suelo hasta donde ella estaba, dejando a su paso una alfombra sangrienta. Aquel ser le había cortado un ala y le había hecho un tajo en diagonal en la nuca, donde la sangre salía a borbotones.

-Senji... -Sollozó ella.

Mikasa lo cogió en brazos con movimientos temblosos; cada sollozo era una sacudida de su propio cuerpo. Sentía los brazos de Eren abrazándola, mientras ocultaba el rostro en su pelo azabache.

El cuervo susurró algo ininteligible. Aquellas aves podían aprender a decir palabras si uno se las repetía varias veces, mucho más fácil si uno les premiaba con comida. Llevaba mucho tiempo y dedicación, pero valía la pena.

Dejó de sollozar por un momento para poder escucharlo claramente, ya que era una palabra que repetía varias veces.

-Jen... -Susurró, agonizante-. Jean...



Un molesto pitido consiguió despertarla de aquella terrible pesadilla, quizás el despertador del reloj de Eren. Notaba sacudidas, y podía escuchar la voz alarmada de Eren, que le decía que despertara. Pero a Mikasa le pesaban los párpados, y no hacía más que sollozar.

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2017 ⏰

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