Capítulo 11. (Penúltimo capítulo)

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- Te odio Tom, eres la persona que más odio de este mundo.

- Bien. Entonces… ¡me largaré y jamás volverás a verme! – en ese instante entró mi hermano y le escuchó decírmelo.

- ¿Qué está pasando aquí?

- Nada Bill, que ya me iba.

- Pero… no decías que…

- No. Nada. Oye… mañana vendré a verte temprano…

- ¿Para qué?

- Me… - me miró de reojo – me marcho…

- ¿A dónde?

- California.

- ¿Has aceptado el curro? – Asintió – pero ¿por qué?

- Aquí no me queda nada – agachó la cabeza tras decirlo – nos vemos mañana Bill. Buenas noches. Que te recuperes pronto Mery – mi hermano se quedó en el sitio parado.

- ¿Qué ha pasado? – me preguntó sentándose a mi lado.

- Nada.

- Vamos Mery…

- Te digo que nada.

- Os escuché hablar desde la puerta.

- ¿Y?

- ¿En serio quieres que se vaya para siempre?

- No me importa lo más mínimo.

- No me lo creo. No me creo que le dejes escapar así porque sí.

- ¿Te parece poco que le viera follándose a otra en mis narices… y que en mitad del lío dijera mi nombre? No estoy segura de que sea el tío que más me conviene.

- ¿Y Gustav si?

- Es buen chico.

- Pero no le quieres.

- A Tom tampoco.

- Mientes.

- No.

- Sí.

- ¡Déjame ya Bill! – grité. Algo dentro de mi cabeza chirrió y me llevé las manos a las sienes.

- ¿Qué te pasa?

- Un pitido… ¡Ah! ¡Me duele!

- ¡Mery!

- ¡Haz que pare Bill! ¡Haz que pare de una maldita vez! ¡Me va a reventar la cabeza!

Lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y verme tumbada en mi cama. Me sentía muy cansada. Me costaba abrir los párpados y mantenerlos abiertos más de un segundo seguido. Escuchaba voces a mi alrededor. Sonaban lejanas pero notaba la presencia de gente en la misma habitación. Noté una presión en ambas manos. Intenté moverme pero el cuerpo me pesaba más de lo normal.

- Eh… ¿cómo te encuentras cariño? – esa voz me resultaba muy familiar. Era mi madre.

- ¿Mamá…?

- Si cielo, soy yo.

- ¿Qué… que ha pasado?

- Te desmayaste anoche y vino el médico.

- ¿Qué me pasó?

- Bajada de tensión. Por suerte Bill estaba contigo y avisó al doctor a tiempo.

- Me puse muy nervioso. Comenzaste a convulsionar y pusiste los ojos en blanco.

- ¿Eso hice? – intenté abrir los ojos más para demostrar mi sorpresa, pero lo máximo que pude fue hacer el intento. Y en eso quedó. Mi hermano asintió lentamente. Tomé aire hasta que se me colapsaron los pulmones y cerré los ojos para intentar recordar algo más - ¿Tom… se ha… marchado? – pregunté a mi hermano cuando mi madre se alejó de nosotros.

Es Gibt Kein Züruck (No hay vuelta atrás)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora