Parte 2

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—Ya está. —Escucho cómo dice la voz aguda de Beth. Hago un gesto de disgusto. Una vez muerto pensaba que mi cabeza dejaría de darme la brasa con la niña. Siento un ligero golpe en el costado herido que me hace abrir los ojos, más por la impresión de notar el golpe en lugar de un dolor descomunal. Al hacerlo me vuelvo a encontrar con los ojos de Beth. Sonríe satisfecha. Confundido parpadeo un par de veces. ¿Qué coño está pasando? Ella se incorpora y empieza a alisar su vestido azul pastel. Frunce el ceño con disgusto cuando ve una pequeña mancha de sangre en él—. Me has estropeado el vestido. ¿Ahora qué le voy a decir a mamá?

Asustado me incorporo un poco y me arrastro alejándome todo lo que puedo de ella. ¿Qué es todo esto? ¿Estoy vivo? Es imposible... me estaba muriendo. A lo mejor esto es lo que hay después de la muerte, imaginarte cosas absurdas como a Beth regañándome por mancharle el vestido de sangre. Me restriego los ojos con las manos para aclararme la vista, pero ella sigue ahí mirándome de forma acusatoria. Pasados unos segundos suspira y se acerca a mí.

—Bueno, parece que ya he terminado contigo —dice con una sonrisa dulce. Sé que la estoy mirando con la boca abierta como si fuera un gilipollas, pero es que estoy flipando —. ¿Nos vamos?

Me levanto despacio sin apartar la vista de ella. Una vez de pie miro donde me han disparado. La camiseta está empapada de sangre pero al levantarla no hay rastro del orificio de bala. Me paso los dedos temblorosos por dónde debería estar la herida, la piel está lisa.

—¿Esto es real? —pregunto alzando la vista hacia Beth. Tiene los ojos muy abiertos y fijos en mi cuerpo. ¿Me está dando un repaso? Cuando se da cuenta aparta la mirada con las mejillas sonrosadas.

—Sí —dice antes de carraspear para continuar—, tenemos que irnos de aquí.

¿Todo esto era real?

Beth se ha puesto en camino, pero yo me quedo en el sitio observándola. La situación es surrealista: Beth con su vestido azul pastel y sus zapatos de charol rodeada de cuerpos sin vida. La veo dar un pequeño salto para esquivar un charco de sangre. "Esto tiene que ser producto de mi imaginación" pienso volviendo a frotar mis ojos. Es imposible que esté viendo a Beth saltando charcos de sangre de cadáveres, cadáveres que hace una hora eran mis compañeros de pandilla. "Tengo que saber si esto es real o si me estoy volviendo loco" pienso decidido.

En unas pocas zancadas me pongo a la altura de Beth. Es bastante baja, la saco más de dos cabeza. Por su cara de concentración parece que está pensando cómo sortear dos cuerpos que tiene enfrente sin tener que pisarlos. Cuando su rostro se gira al advertir mi presencia pongo mi dedo índice en su frente y le doy un ligero empujón. La pillo desprevenida, así que de la sorpresa pega un pequeño brinco hacia atrás cayendo encima de los cuerpos de Mike y Jake. Pega un pequeño grito a la par que intenta incorporarse, pero sus brillantes zapatos de charol patinan con la sangre y vuelve a caer encima de los cuerpos. Estoy alucinado viendo la escena mientras mi cabeza intenta asimilar la situación. Es real. He sentido su piel y su calor en el dedo. No es una alucinación. Cuando comprendo que la niña que está intentado levantarse sin éxito es la verdadera Beth, la cojo por el brazo y la incorporo de golpe.

—¡¡Eres real!! —la digo entre sorprendido y alegre. Alegre porque si ella es real yo tengo que estar vivo. ¡Es increíble!

—¡Y tú eres un idiota! —Tiene el rostro colorado de la rabia. ¿Dónde está la Beth miedosa y asustadiza de estos años? ¿La que era incapaz de mirarme sin ponerse roja o asustarse cada vez que la saludaba?—. Me has empujado y ahora estoy llena de sangre. —Veo cómo le tiembla la barbilla y se me borra la sonrisa de golpe.

—¿No te pondrás a llorar? —pregunto con tono de desdén mientras me aparto de ella.

Odio cuando las chicas lloran, no sé qué hacer y menos aún cuando se trata de una niña. Pero es que además, no me puedo creer que se vaya a poner a llorar ahora, después de haber estado saltando como si nada entre cadáveres. Eso es... —un escalofrío me recorre el cuerpo— es siniestro.

—No —dice levantando la babilla y tragándose las lágrimas. Y sin decir nada más, pisa la cabeza de Jake y salta por encima suyo. Al verlo los ojos se me abren de la impresión y mi estómago se revuelve, creo que voy a vomitar. No puedo dejar de seguirla con la mirada. Anda agarrotada. El vestido y el pelo le gotean de sangre y sus zapatos van dejando pequeñas huellas de sangre al andar. Es como si hubiese salido de un Apocalipsis de zombis. Jamas pensé que diría esto, pero la amiga mojigata de mi hermana me está aterrorizando y ahora mismo me estoy debatiendo si salir corriendo en la otra dirección o seguirla para que me explique qué es lo que está pasando—. Vamos, Blake —dice continuando su camino—. Tenemos que marcharnos antes de que venga la policía.

Sin pensarlo esquivo los cuerpos de Mike y Jake intentando no pisarlos y me pongo a la altura de Beth.

Empezamos a callejear sin rumbo alejándonos lo máximo posible de la zona. Más de la mitad de mi vida la he pasado en la calle entre traficantes y peleas. No es algo que haya decidido yo, más bien ha sido una imposición por el sitio dónde he nacido, es eso o morir. Mi padre era un borracho y al nacer Megan se marchó dejándonos en la estacada. Tampoco es que me afectase mucho, lo odiaba. Mi madre salió como pudo y yo hice lo mismo. No me siento muy orgulloso de las cosas que he hecho, la verdad es que todo lo contrario. Más bien me considero una mierda de persona, una especie de parasito de la sociedad. Pero soy como soy, hace mucho que acepte eso. No me gusta lo que soy pero tampoco me importa. 

Echo un vistazo a mi acompañante, sigue pareciendo una niña zombi. A pesar de todo lo que he vivido nunca me he sentido tan intimidado como ahora mismo.

—Bueno... —Me callo un segundo para aclararme la garganta—. ¿Me vas a explicar qué es lo que ha pasado?

Beth me mira con cara inocente, algo que hace que me dé más miedo.

—Ha habido un tiroteo. Creo que entre bandas —dice con una vocecita alegre. Entrecierro los ojos molesto, no me gusta que me tomen por imbécil. Pero ella me ignora y sigue andando. No sé qué me asusta más, si su imagen o que me trate como si no fuese un pandillero seis años mayor y que pesa treinta kilos más que ella. Aunque después de lo que ha pasado hace un rato no hay nada que me sorprenda.

La zona del barrio que estamos cruzando no es buena y mi arma se ha quedado en medio del tiroteo. Sé que si cruzo las vías del tren voy a estar en la zona de la banda rival a la mía y no quiero que me vuelvan a disparar. Me paro en seco y Beth se detiene junto a mí.

—Yo no pienso seguir —digo de forma tajante.

—Si seguimos las vías podemos llegar hasta la siguiente estación sin que nos vean y desde ahí a mi casa donde me podré cambiar. Esto es asqueroso —dice cogiendo con dos dedos una punta de su vestido mientras hace un mohín de asco con sus labios. La observo con un gesto de horror, definitivamente esa niña es una especie de monstruo. ¿Cómo es posible que esté tan tranquila después de lo que ha pasado?

—No quiero que me maten durante ese trayecto. Es territorio de la banda rival a la que pertenezco. —Se ríe de forma inocente poniéndome los pelos de punta.

—No seas bobo. —Me agarra la mano y empieza a tirar de mí. Odio que me cojan de la mano, bueno, en realidad odio que me toquen a menos de que sea para... ya sabéis. Pero me aterra lo que pueda hacer Beth ante mi reacción, así que dejo que su pequeña mano pálida llena de sangre envuelva la mía—. Eso no te puede volver a pasar —dice de repente. ¿De qué coño está hablando?

Deseo ConcedidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora