Parte 7

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Al oírlo la suelto como si quemase. "Está bromeando" pienso de forma automática. Me está tomando el pelo para reírse de mí. Nadie se ríe de mí, tengo muy mal sentido del humor.

—Beth, hoy me estás tocando las narices más de la cuenta. Dime de una vez qué es lo que está pasando si no quieres pasar un mal rato debajo del agua. —Mi tono amenazador cumple su función.

—Te estoy contando la verdad. Te estabas muriendo. Sólo se me ocurrió hacer eso.

—¡Basta! —rujo con rabia. Cuando veo su cara de susto me aparto de ella antes de que haga algo de lo que me arrepienta después. Empiezo a dar vueltas de un lado a otro nervioso. Todo aquello era una tontería, aun así no consigo quitarme las palabras de Beth de la cabeza. He sentido cómo me moría dos veces esa noche, pero la segunda vez ha sido diferente, menos angustiosa... con menos miedo. Una parte de mí sabía que no me iba a morir. Me sujeto la cabeza intentando borrar todas esas ideas, luchando por no creerme nada de lo que Beth ha dicho. Pero algo dentro de mí sabe que es real y es eso lo que me preocupa—. Quítalo —le ordeno de forma brusca—. Quítame ese deseo.

—No puedo —dice sin dejar de observarme con lágrimas en los ojos.

—No lo he deseado. ¿Cómo puedes concederme un deseo que no quiero? —pregunto tan indignado que apenas puedo contener el temblor de mis manos—. Definitivamente, eres la peor hada del mundo. No me has concedido ningún deseo decente y encima me has dado un deseo que no quería.

—Dijiste que deseabas...

—¡Cállate! Ni se te ocurra decirlo —la amenazo con el dedo antes de alejarme unos metros de ella para calmarme y pensar. Pasado unos minutos giro la cabeza  y la veo observarme. Vuelve a tener esa cara de miedo que tenía cuando estábamos encima del puente, y yo vuelvo a tener ese sentimiento de culpabilidad asqueroso. Me acerco a ella y desaparece—. Vale. ¿Y ahora qué va a pasar?

—Se te adjudicará una persona y tendrás que concederle los tres deseos que quiera. —Bufo en cuanto la oigo—. Hay ciertas normas, no se pueden conceder todos los deseos. No está permitido salvarle la vida a alguien cuando se está muriendo, sería luchar contra la naturaleza.

—Y convertirme en... eso, ¡¿no es luchar contra la naturaleza?! —pregunto sin dar crédito a sus palabras.

—No si consideramos que esa persona está cualificada para cumplir con el trabajo de hada madrina —dice con un tono pedante que me dan ganas de retorcerle el cuello. Me acerco a ella de forma amenazante.

—¿De verdad pensabas que un pandillero que no tiene ningún escrúpulo sería un buen...? —Hago gestos con la mano para que me entienda mientras la despellejo con la mirada. Se ha encogido un poco, pero aun así sigue desafiante.

—Hada, eres un hada. Por mucho que no lo digas no vas a dejar de serlo —dice separándose un poco de mí. Apretó los puños para controlar los instintos asesinos que tengo—. Ahora estarás a mi cargo hasta que conozcas este mundo.

Siento nauseas al oírlo. ¿Al cargo de ella? ¡Ni loco iba a estar al cargo de esa niña! Seguro que se le ocurría cualquier cosa estúpida como convertirme en un poni o en una Barbie.

—¿Quién narices tuvo la genial idea de convertirte a ti en hada? Seguro que quien lo hizo estaba borracho y ahora estoy pagando yo las consecuencias. No pienso estar a tu cargo, me las apañaré muy bien solo.

—Todas las hadas en su inicio están en fase de prueba, si no estás cualificado los superiores te quitaran el don...

—¡Genial! —digo interrumpiéndola lleno de esperanza—. Por lo menos existe una forma de dejar de ser la mierda ésta en la que me has convertido y volver a mi vida de siempre. —La esperanza desaparece cuando veo su gesto.

—Si te quitan el don vuelves a cuando se te concedió, es decir, cuando te estabas muriendo —dice con temor.

—¡Joder! —digo lanzando un puñetazo al muro del puente. En seguida el dolor me recorre todo el brazo. Se me han hecho varios cortes en los nudillos que han empezado a sangrar. Me quedo con la mirada perdida en ellos viendo cómo poco a poco se cierran las heridas. "Esto es una locura" pienso atónito.

—No es tan horrible como crees —dice en voz baja Beth detrás de mí—. Además, tendrás la oportunidad de hacer algo bueno por otras personas.

—No quiero hacer nada bueno por nadie —digo girándome para mirarla—. ¿Las hadas pueden morir?

Niega con la cabeza sin entender mi pregunta. La ignoro y me dirijo donde hace unos minutos he estado tumbado retorciéndome de dolor. Siento cómo Beth me sigue con la mirada analizando todos mi movimientos. Cojo la barra que hay en el suelo y me acerco con paso decidido donde está Beth. Sin una mota de piedad en el rostro, se la clavo en el estómago. Una sonrisa de satisfacción se me dibuja cuando veo la sorpresa en su ojos verdes. Increíblemente no ha soltado ningún grito y eso no me ha gustado así que giro la barra con saña. Cuando la oigo gritar me siento algo mejor.

—¿A qué duele un montón? —la pregunto tranquilo sin perder ningún detalle de su rostro. Tiene los ojos desorbitados por el dolor y la frente se le ha perlado de sudor. La giro una vez más antes de arrancársela. Vuelve a gritar y cae de espaldas con la respiración entrecortada mientras se agarra el estómago. Me acuclillo junto a ella viendo de qué manera se retuerce. Soy un cabrón y no puedo evitar sentir placer al verla ahí hecho un ovillo. Eso me hace preguntarme por qué no tengo ese sentimiento de culpabilidad que llevo teniendo toda la noche. Que va, no me siento culpable por hacerla sufrir, me ha tocado mucho los huevos está noche—. ¿Por qué me siento culpable cuando me alejo de ti? —la pregunto cuando veo que se está recuperando.

—Porque... me has prometido... no abandonarme —dice de forma entrecortada—. Cuando un hada hace una promesa mirando a los ojos no puede romperla.

—Eres una jodida manipuladora, Beth —digo negando con la cabeza mientras ella se incorpora para sentarse. Se puede ver a través del agujero que ha dejado la barra en su vestido su piel lisa y blanca totalmente curada—. Ahora explícame por qué te da tanto miedo que te deje aquí si eres inmortal.

Me mira con desconcierto.

—Me da miedo la oscuridad —dice con un tono tan inocente que se me abre la boca del asombro—. Morir no es lo más horrible que te puede pasar.

Una mueca se dibuja en mi rostro. "Eso es cierto" pienso recordando cuando he tenido que sonsacar información a algunas personas.

—A partir de ahora voy a tener que estar pegado a ti por esa mierda de promesa.

—No, solo hasta que esté en casa —dice limpiándose las lagrimas con el dorso del brazo. Cuando hace esos gestos de niña es cuando me pone nervioso.

—Pues pongámonos en marcha —digo incorporándome—. Cuanto antes te quites de mi vista, mejor. Por el camino me explicas en lo qué me has convertido.

Afirma con la cabeza mientras ella también se pone de pie.

—¿Puedo darte la mano? —me pregunta con tono inocente. La miro con una mueca de horror.

—No —digo tajante.

—He perdido las gafas y no veo.

No voy a volver a darle la mano, no soy ni su padre, ni su amigo, ni nada que se le haya ocurrido.

—Agárrate a mi camiseta. —Cojo su mano y le doy una esquina de mi camiseta—. Ahora vamos a ponernos en camino y ya puedes empezar a contarme todo acerca de... eso.

Beth no replica y empieza a hablarme sobre las hadas, lo qué fueron, lo qué son, qué hacen y todo lo que sabe sobre ellas. Se la ve muy emocionada con el tema, según ella es un don maravilloso. La escucho sin decir nada, realmente me importa un pimiento todo eso, sólo necesito conocer a lo qué me enfrento. Una vez más sereno he podido reflexionar y, aunque no me hace ninguna gracia que Beth me haya convertido en "esto",  hay algo que no me quito de la cabeza —una sonrisa perversa se me dibuja en el rostro al recordarlo— y es que... soy inmortal.

Deseo ConcedidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora