Pasados unos segundos meditando lo que me acaba de contar Beth, me acerco a ella para tratar de soltar su pie. Después de varios intentos y quejidos de por parte de ésta, desisto y me siento a su lado. Todavía tiene el rostro húmedo por las lágrimas y se la ve algo asustada.
—No te preocupes, sacaremos el pie de ahí —digo para tranquilizarla. No entiendo qué me lleva a decirlo, ni a mantenerme allí con ella. Soy un hijo de puta de pies a cabeza, no soy fiel a nada ni a nadie más que a mí mismo. Así que no puedo evitar sentirme algo desconcertado por seguir allí junto a esa niña llorona que, para colmo, me hace sentir un temor que no me gusta. Pero no lo puedo evitar, dejarla ahí no se ha vuelto una opción.
—¿Cómo? —gimotea.
—Se me ocurrirá algo —digo pasando la vista a mi alrededor. Sólo veo árboles, piedras y el río. Si quiero ir a buscar algo para sacar el pie de Beth tengo que retroceder un buen trecho y dejarla sola. Esa sensación vuelve. No quiero dejarla sola, parece asustada. Gruño mientras sacudo la cabeza intentando despejar el cúmulo de sensaciones extrañas para centrarme en la situación. ¿Qué coño me pasa? Mi vista se vuelve a posar en el río—. Ahora vengo.
—No —dice ella intentando agarrarme, pero ya estoy de pie.
—No te preocupes, vuelvo en un rato. No te voy a dejar aquí.
Me pongo a recorrer el puente con pasos decididos. Enseguida ese sentimiento vuelve.
Una vez llego al final del puente me dirijo a la orilla del río, me agacho y cojo un buen puñado de la tierra blanda y arcillosa. No tengo ni idea de si va a funcionar, pero sé que varios talleres de coches de la zona no tienen escrúpulos y vacían el aceite de sus vehículos en el río, así que probablemente esa tierra esté llena de grasa. Por cómo se resbala entre mis dedos no me confundo. Cuando regreso al lado de Beth me mira con confusión.
—¿Qué vas hacer? —pregunta cuando ve la tierra viscosa que llevo en la mano. Sin mediar palabra con ella deposito la sustancia encima de su pie. Al ver cómo el lodo recorre parte de su pierna y pie pega un grito de horror. Su cara de asco me da cierta satisfacción. Sin miramientos poso mi mano en su hombro dejando parte del lodo en él. Vuelve a gritar y aparta mi mano de un golpe—. ¡Me estas manchando entera! —grita con voz aguda.
—¿Quieres que te ayude o no? —pregunto con cara de enfado, aunque por dentro estoy conteniendo la risa. Me estoy comportando como un niño, pero es mi venganza contra ese pequeño monstruo. Necesito calmar la frustración que siento por todo lo que ha sucedido. Beth ha sido la causa, así que no veo mejor objetivo con quién tranquilizarme.
Afirma con la cabeza de forma sumisa. La verdad es que el barro huele fatal, huele a podredumbre y cloaca. "Mejor" pienso mientras extiendo el lodo por la pierna y el pie. No era necesario que le manchara la mitad de la pierna pero más vale prevenir. Al levantar el brazo "sin querer", parte del lodo que tenía en la mano le ha caído en el vestido y el brazo. Abre los ojos horrorizada mientras a mí se me escapa una sonrisa malvada. Sacudo un poco la mano y algunas gotas vuelan cayendo en su pelo y rostro.
—¿Ya? —pregunta de forma inocente mientras se limpia las gafas.
—Sí —digo sin poder contener la risa al darme cuenta que no se ha dado cuenta de nada.
Dejo de molestarla para concentrarme en su pie. Parece que poco a poco el lodo está haciendo efecto porque se mueve algo más.
—Antes has dicho que ya has terminado tu trabajo conmigo. ¿Eso quiere decir que no te voy a ver más? —pregunto esperanzado. Después de todo aquello lo único que quiero es retomar mi vida y olvidar esa noche. Si no vuelvo a ver a Beth será más fácil.
—Algo así... —murmura en voz baja. Levanto la vista y nuestras miradas se cruzan. Reconozco esa mirada, esa es mi profesión, descubrir a los mentirosos y hacerles hablar. No me ha contado todo y lo que es peor, le da miedo contarlo. Dejo lo que estoy haciendo para centrarme en ella.
—¿Qué no me has contado? —pregunto conteniendo la rabia.
—Nada —dice de forma rápida.
—Beth, ¿qué me estás ocultando? —pregunto con ese tono calmado mientras la sujeto de los hombros y me aproximo a su rostro. Ella niega con la cabeza. Estoy a punto de darla un toque de advertencia cuando una luz potente nos ilumina. Al girarme veo dos faros que se precipitan hacia nosotros. Viene un tren. Maldigo por lo bajo mientras me apresuro a soltar el pie de Beth. ¿Qué estoy haciendo? Debería de irme allí, eso es lo que debería hacer. Pero ha vuelto el sentimiento que me impide abandonarla.
Con un último tirón fuerte, el pie de Beth sale. Me giro para ver a que distancia está el tren. Está muy cerca. Aunque corramos nos alcanzaría. Sólo se me ocurre una cosa, no creo que sea una buena idea, pero es la único que tengo. Envuelvo a Beth entre mis brazos y salto hacia el río pocos segundo antes de que el tren pase. Durante la caída protejo el cuerpo de Beth y es mi cuerpo el que choca con fuerza contra el agua. Del puente al río hay unos cinco metros de distancia y no es un río muy profundo, así que nuestros cuerpos se hunden impactando con el fondo. Siento el fuerte golpe en la espalda a la par que un dolor punzante me atraviesa el pecho. Me sale un grito que es ahogado con el agua que entra en mi boca.
Me estoy asfixiando con el agua que ha entrado en mis pulmones. Angustiado intento moverme para salir de ahí, pero mi cuerpo no responde. Me voy a volver a morir. Dos veces en un mismo día. Siento un tirón en el brazo y mi cuerpo sale a flote. Toso para intentar expulsar el agua y respirar, al hacerlo el dolor agudo del pecho me vuelve atravesar con tanta intensidad que casi me desmayo. Soy arrastrado con dificultad hacía la orilla.
—Blake, Blake —dice Beth junto a mí haciendo que abra los ojos. Ha perdido las gafas y el agua todavía le corre por el pelo y la cara. Por lo menos ya no tiene restos ni de sangre ni de lodo. Miro mi pecho buscando el motivo de ese dolor tan intenso. Una barra lo atraviesa en el lado izquierdo. Sí, me vuelvo a morir. Todo por esa maldita niña que sigue a mi lado mirándome con cara de horror. Está claro que estoy destinado a morir ante sus ojos.
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Deseo Concedido
Short Story"Me muero. No sé exactamente cómo lo sé. Quizá por el frío que empiezo a sentir en las extremidades o por el charco de sangre que va aumentando por segundos debajo de mí. Sea cual sea el motivo, sé que es el fin..."