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                                       Sin respuesta.


                                        Bradley.

Me despierta una sensación que ya me es muy familiar: tengo seca la garganta.

No precisamente por deshidratación.

Los párpados me pesan, pero sé que ya estoy consciente. Es hora de despertar. Y no tengo ni las mínimas ganas de abrir los ojos

Advierto el desliz del sol colándose por donde sea que entre, con la luz pegándome directo en la cara.

Me giro hacia otro lado, hundiéndome en la almohada.

Lucho por volver a dormir.

Quedándome ahí tirado, pienso en lo que acababa de pasar.

Rememoro la noche anterior.

Fiesta de mierda loca. Estuvo loca, eso es lo primero que se me viene a la cabeza.

Sin embargo, después todo terminó muy mal.

Discutí con Lissandra. En grande.

Otra vez...para variar. Hemos tenido problemas en el último tiempo. Pero esta vez, si que se pasó. No sé que mierda le ha dado para que termine así de mal. Ella no es así, de ninguna jodida manera. Y eso me hace sentir más preocupado que enojado. Porque son incontables las veces en las que yo he terminado así o peor. Sin embargo, en Liss que es tan correcta y seria, verla en aquel estado de total embriaguez, al punto de encontrarla tirada en el patio trasero de la casa, ¿inconsciente? es cosa que en un mundo alterno pasaría.

Hasta ahora.

Lo molesto de todo es que Lissandra se pasó mi preocupación por donde le dio la gana. Además de que tampoco estábamos, ni yo ni ella, en nuestros cabales como para tener consciencia de lo que discutíamos.

De todos modos, tengo que ir a por ella.

Una cosa en particular, aparte de aquello, se me vino a la mente.

Otras muchas cosas pasaron anoche...

"Detenme, Alice. Antes de que..."

Levanto la cabeza de la almohada, bruscamente.

—Oh, mierda.

Salté de la cama, a pesar del vértigo que me produjo eso. Me metí en la ducha de un sopetón. Sin importar si el agua está helada -de hecho de verdad que lo necesitaba- más si me encuentro en este estado deplorable: entre vagabundo ebrio y un peleador callejero.

Además hay que darse prisa.

Debo llegar lo antes posible.

Joder.

Me recrimino internamente, mientras me echo Shampoo.

Aguanto medio acojonado la ducha exprés. Se me acentúa todavía más el dolor de cabeza cuando ya termino. Salgo, me pongo los pantalones, agarro una sudadera echándomela al hombro. Cojo mis zapatillas y bajo corriendo por las escaleras de mi casa.

En realidad, no sé cómo he logrado llegar después de todo. Supongo que es la costumbre. Me las tengo que arreglar para llegar sano y salvo a casa, ya que mi padre ni en un millón de años vendría por mí. Uno, porque ya tengo 21; estoy bastante grandecito. Y dos, porque seguramente él estaría en las mismas condiciones.

Entro en la cocina para buscarme una Gatorade, que nunca faltan en este lugar. Bebida perfecta para la sed de una resaca.

Del refrigerador saco una botella. La celeste, mi preferida. Me bebo la mitad de un sorbo.

EVANESCENCIA © [pausada temporalmente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora