CAPÍTULO UNO

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Una joven de cabellos azabache y azules ojos yacía sentada en un cómodo sillón de su casa, mientras leía en voz alta. En el sillón al frente, se encontraba un gran señor de complexión algo robusta, con bigote y cabello marrón; contemplaba a su hija de diecisiete años leerle las últimas páginas del libro del mes.

Marinette, aún después de diez años, seguía recordando y cumpliendo la promesa que le había hecho a su madre tan solo minutos antes de que se hubiera ido.

El tiempo había pasado y el dolor se hizo un recuerdo. Ya no dolía hablar de su madre, era más bien algo que le agradaba. Era lindo hablar sobre los mejores momentos que habían pasado junto a ella.

Su padre, sin embargo, había cambiado mucho, concentrándose más en la última parte de familia que le quedaba, y en avanzar con sus entregas de trabajo en los pueblos cercanos. Pero aún tenía fe en que habría tiempos mejores.

—"...que ya está en casa. Mi esposa y yo vivíamos con alegría, y si hubo hombre más feliz de sentirse tan afortunado, no lo conozco". Es todo por hoy —soltó un suspiro con una sonrisa en su rostro, mientras cerraba el libro la azabache—; amo los finales felices, ¿tú, no?

—Esos son mis favoritos sin duda —le contestó su padre correspondiendo la sonrisa.

—Me da gusto saber.

Tom se acomodó de nuevo en el sillón cambiando un poco de postura y acercándose un poco a su hija.

—Marinette —comenzó cambiando de tema, con un semblante nervioso—, al fin comprendí que quizá sea tiempo de comenzar un capítulo nuevo —tomó la mano de la joven, acariciando su palma con el pulgar.

—¿Eso crees, papá? —dijo Marinette viendo a su padre notablemente nervioso.

—¿Recuerdas que en mis viajes hace bastante tiempo conocí a Sir Francis Tremaine? —el mayor volteó su mirada a sus manos juntos, evitándose la mirada curiosa de la chica en frente.

—Sí —recordó una de las tantas historias que le contaba su padre al regresar de sus viajes—, el líder del mercado de harina, ¿no?

—Lo fue. El hombre falleció, hija —Marinette borró su sonrisa al escuchar esas palabras, no conoció al hombre, pero aún así sentía culpa por la perdida del aliado de su padre—. Su viuda —prosiguió—, una mujer honorable, es una institutriz de muy alto rango.

—¿Qué quieres decir con eso? —dijo confundida. Por más años que hubiera vivido junto a su padre, sus indirectas eran demasiado confusas.

—Lo que quiero decir es que ella, la Señora Tremaine —tragó grueso—, será tu nueva tutora legal.

—¿Mi...Tutora legal? ¿Qué...? —Marinette volvió sus palabras. Tutora legal—. ¡¿Te vas a casar?! —abrió los ojos como platos, alarmada.

–¡No! No no, Marinette. No me voy a casar

—¿Entonces me vas a dejar a la merced de ella...?

—¡No! Yo nunca te dajaría, mi pequeña —interrumpió a su hija antes de que empezará a sacar más teorías extrañas—. Es solo que, en mi último viaje, hablé con ella y me dijo que no le molestaría encargarse de tí, como si de una hija se tratara. Al menos hasta que cumplas la mayoría de edad —su padre volvió a fijar su mirada en su hija para ver su reacción. La joven, por su lado, quedó procesando lo que su padre le acababa de decir.

—Okey... —murmuró tratando de comprender—. Entonces, ¿se podría decir que ella es mi nueva madre?

—Se podría decir, sí —el semblante de la azabache pasó a uno triste rápidamente, no quería tener otra madre. Su padre, al notar su mirada triste, posó su mano sobre la mejilla de su hija con cariño—. Mari, solo lo hago porque hay cosas que yo no te puedo enseñar; no tiene que necesariamente ocupar ese lugar...

La Cenicienta •Miraculous Ladybug• [AU] CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora