Capítulo 5

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–Hablas como si fueras el primer hombre que ve a una bella chica –decía el rey Agreste mientras que el doctor lo revisaba.
–No era una bella chica –decía Adrien caminando de un lado al otro.

Gabriel lo miró caminar, no lo tomaba en serio.

–Okay, okay. Si era una bella chica pero había mucho más en ella.
–¿Que tanto? Sólo la has visto una vez –decía el rey siguiendo a su hijo con la mirada–. ¿Qué tanto crees que sabes de ella?
–Dijiste que supiste de inmediato al ver a mi madre –Adrien paró de caminar y se quedó en frente de su padre.
–Eso no es un pretexto. Tu madre era una princesa
–Aún así la habrías amado.
–No la habría conocido porque no habría sido apropiado. Y mi padre me habría expresado lo que te expreso ahora, y yo habría hecho caso.
–Claro que no –lo contradijo sentándose a su lado.
–Claro que sí.
–Claro que no.
–Que sí.
–Que no.
–Tienes razón –asintió su padre al final.

Adrien sonrió y volteó al ver al doctor que había terminado de revisar a su padre.

–Y... ¿Qué tiene? –le preguntaba Adrien al doctor.
–Ahhmm, Majestad... –decía el doctor dirigiéndose al rey.
–No importa...–decía Gabriel neutro–. Si tarda tanto en hallar el modo de decirlo, es lo que creí.
–¿Padre...? –dijo Adrien poniéndole su mano en su hombro.
–Es la naturaleza, hijo... Ven –dijo cambiando de tema–, llegaremos tarde.

Adrien solo lo siguió con la mirada.

El rey se paró en frente de su hijo.

–Y la puntualidad es...
–... Lo que más distingue a un príncipe –completó Adrien.

• • •

–¿Su padre ya lo posicionó por su comportamiento en el bosque? –le preguntaba el Gran Duque a Adrien.
–¿Eso le incumbe ahora, Gran Duque? –respondía Adrien.
–Su vida es mi vida, Alteza Real. No es adecuado dejar ir al ciervo –continuó el Duque.
–No porque sea lo que se hace significa que esté bien hacerlo..., o algo parecido.

A Adrien se le escapó una sonrisa de sus labios al decir aquellas palabras.

Llegaron a un cuarto de pintura donde se hacían todo los retratos de la familia real. Estaba lleno de esculturas y muebles; y por supuesto, el pintor y escultor, Théo.

–Píntelo como un buen partido –dijo el Rey estrechando la mano de Nathanaël–. Queremos atraer a una buena esposa. Más le vale hacer todo lo que le digo.

Era un hombre adulto, su cabello marrón estaba amarrado en una coleta baja, y masticaba un pincel como forma de concentración mientras miraba a Adrien desde diferentes ángulos.

–Me esforzaré en hacerlo, Majestad. Pero yo no hago milagros –decía el hombre preparando los otros pinceles.
–Espléndida pintura, Théo –le decía Nino, el Capitán, que siempre acompañaba a Adrien y eran buenos amigos.
–Muchas gracias, Capitán. Aunque dudo que sepa lo que es el arte –dijo lo último susurrado con un tono algo arrogante.

Para Théo era algo casi imposible evitar ese tipo de comentarios frente al rubio, el cual no le caía tan bien.

–¿De verdad enviarán retratos a diversos países e inducirán a la nobleza a asistir al baile que tanto planean? –preguntaba Adrien tratando de acomodarse para posar para el pintor.
–Es una tradición, y muy amada –decía el Duque.
–Y ahí elegirás esposa, hijo –decía el Rey.
–Si tengo que casarme, ¿que tal si fuera con... una doncella ordinaria? –dijo Adrien dirigiéndose a su padre.
–Dígame cuántas tierras nos otorgará está doncella, Príncipe. ¿Cómo va a fortalecer al reino? –decía acercándose un poco el Duque–. Somos un pequeño reino en medio de grandes naciones, Alteza Real. Y nos acecha el peligro.

La Cenicienta •Miraculous Ladybug• [AU] CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora