Amaste mucho, demasiado.
Pero nunca me amaste a mí.Besaste constantemente,
Pero nunca te probé.Hablabas y hablabas,
Pero nunca escuché tu eco.
¿En verdad hablabas?Miraste, pero no recuerdo el color de tus ojos.
Se perdió entre mis ganas de quererte
Y luego mis ganas de olvidarte,
Y ahora me cuesta saber
Si en verdad tenías ojos con los que verme.
O tal vez nunca los vi,
Porque nunca me viste a mí.Tal vez ni recuerdes mi nombre,
O tal vez mi nombre sea ahora un juramento.
Después de todo,
Tampoco recuerdo haberte escuchado pronunciarlo,
Y si lo haces ahora,
No sé si lo haces con cariño.Tal vez marchitamos juntos,
O tal vez marchitaste cuando yo ya lo había hecho,
O tal vez tú ya lo habías hecho,
Y yo no me había dado cuenta.Puede que ni seamos reales,
Pero entonces nunca lo fuimos.
Fuimos palpando la ingenuidad
De una falsa seguridad.
Mutuamente engañamos verdades.Honesta confesión de vírgenes bocas,
Que querían pecar,
Pero no una con la otra.
Ambas querían probar el infierno,
Pues dicen que es más congruente.Debieron examinar sus ventajas
Y descartaron sentirse.
De todos modos,
No podemos sentir lo que no existe
Y su amor no era vívido.Era un reflejo de posibilidad,
Pero no fue posible,
Y no importó.
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POETA
شِعرQue la crueldad de una espina no se encaje en el corazón. Pero si lo hace, -Y ruego por que no lo haga-, que el rojo de su sangre te sepa a pasión. Imagen de portada original: Magritte, "The therapeutist", (1937).