"El Niño y el Príncipe Bestia" - Parte 8

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8° Parte: "De regreso en la casa del padre"  

—¡Julien! ¡Julien!

El príncipe bestia estaba en la biblioteca. Llamó al joven con la esperanza de que su molestia hubiese pasado luego de la fuerte discusión que tuvieron la noche anterior. Pero al verlo de pie frente a la entrada notó de inmediato su mirada de desprecio, y su enojo, en vez de aminorarse parecía haber aumentado. Con todo Julien le trató con respeto, aunque con una frialdad que le dolió profundamente a Léandre.

—¿Qué desea, alteza? —Le preguntó el joven.

—Yo quería...que me leyeras un libro...—Dijo la bestia de forma tímida.

—¿Cuál?

—Pensaba en...algo de...aquél estante.—La bestia le señaló uno de los tantos libreros que colmaban la enorme biblioteca del castillo.

—¿Cuál de tantos? —respondió el joven con fastidio.

—Escoge cualquiera y léemelo.

Julien sólo tomó el primero que tenía cerca y se sentó a la mesa. Léandre entonces se echó a su lado; no dejaba de ver al joven que comenzó a leer el libro sin ninguna emoción. Se sentía terriblemente mal ya que el joven evitaba mirarlo directamente aun sabiendo que la bestia lo contemplaba. Julien le trataba con acentuada indiferencia y esto le dolía.

—Julien...no tienes porqué tratarme así. Sé que ahora no comprendes lo que estoy haciendo pero...

—¿Quiere que le lea, o no? De verdad que tengo demasiadas cosas que hacer hoy. Después de todo sólo soy un criado, un prisionero aquí. No tiene por qué intentar explicarme nada.

Al escucharle hablar de esa forma, Léandre comprendió que Julien estaba aún demasiado molesto con él. Prefirió entonces dejarle en paz.

—Mejor retírate a terminar tus quehaceres.

—No sabe cuánto se lo agradezco...—Julien se levantó de la mesa y se retiró de la biblioteca.

Léandre entonces salió también de allí para buscar a Cyril. El anciano estaba preparándose para ir al pueblo. Al notar la tristeza de la bestia se acercó a ella y la acarició la cabeza con compasión.

—Sigue aún muy dolido contigo, ¿verdad?

—Estaba pensando que quizás ya es hora que Julien deje de ser un criado. Pienso que puedes contratar a algunas personas que se encarguen de sus quehaceres. Yo me encerraría en la alcoba mientras ellos realizan su trabajo; y luego que se vayan puedo salir. Así Julien podría descansar de esos trabajos molestos y hacer las cosas que le gustan...

—Alteza...

—¿Vas al pueblo? Bien, puedes encargarte de eso hoy mismo. Y también puedes comprarle ropa y calzados nuevos. Ha crecido mucho, está más alto, necesita vestirse apropiadamente, con distinción. Trae a un sastre, al mejor que consigas sin importar lo que cobre, así podrá tomar sus medidas y hacerle hermosos trajes.

—Pero...alteza...

—¡Y cómprale un regalo! Algo que sea caro, exquisito... puede ser algún objeto curioso de un país lejano, o quizás un artefacto, un invento que haga algo llamativo, a Julien le gustan las cosas extrañas. No sé, tú sólo busca por allí y pregunta a los mercaderes. O si no pregúntale al joven, averigua que cosa desea su corazón y tráelo sin escatimar el costo.

—Lo único que desea el corazón de Julien es estar al lado de su padre enfermo. No hay nada en el mundo que puedas comprarle que tenga igual valor. Y si su padre muere estando él aquí, se lamentara toda la vida por eso y te odiara por haberlo retenido lejos de su lado.

Los Cuentos de Príncipes sin Princesas (Disponible Versión en Papel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora