2. Un día como todos.

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Como hoy es sábado, me levanto a las 7a.m, una hora muy normal para cualquiera, aunque para los residentes de una granja sea demasiado tarde. Pero mis padres me lo permiten, ya que de Lunes a Viernes apenas y duermo.

Voy al baño, me ducho, lavo mis dientes, me fijo en mi reflejo, y pienso si soy lo suficientemente buena para Rafael, el chico que ocupa mis pensamientos y mi corazón desde hace más de 2 años.

-Pfff- resoplo.
-Otra vez pensando en tonterías- me digo mientras seco mi cabello y me aplico la crema de cabello, para luego peinarme en una coleta alta, y por último ponerme mi diadema lila que tanto me gusta.

Busco lo más cómodo para realizar tareas en una granja. Bueno, tampoco es que use prendas tan femeninas, pero tengo un par de vestidos y faldas que he usado en las fiestas anuales de la cosecha. Me decido por un jean azul gastado, una camisa a cuadros lila también, y unas medias negras largas con unas botas peluditas negras que me trajo mi titu (así llamo a mi papá desde que tengo uso de razón) una de las tantas veces que va a la ciudad a hacer negocios por el ganado.

Como un miembro de la familia más, tengo algunas tareas que cumplir en la granja, aunque no son nada de otro mundo, además disfruto mucho cumpliéndolas.

Reviso mi celular, veo que son las 8:30a.m, lo que significa que he tardado una hora y media en alistarme. Tiendo mi cama, y corro escaleras abajo para desayunar. Apenas voy entrando en la cocina veo a mi mamá de espaldas, lavando los platos. Lo cual aprovecho para entrar sin ser vista, y abrazarla.

-Buenos días, mamita- le digo mientras la abrazo por detrás.
Mi mamá se sorprende en un principio, pero en cuanto escucha mi voz, se relaja.

-¿Cómo amaneció mi niña?- me pregunta mientras se gira, abrazandome totalmente, y dándome un beso en la frente.

-Bien, sólo algo cansada, ya sabes. La primera semana de clases nunca es tan buena- le respondo, tomando asiento en una de las sillas del comedor.

-Sí, te entiendo perfectamente mi amor- me dice mientras me sirve el desayuno, que consiste en una tortilla de verde con queso, y mi jarro de café, y cuando digo jarro, me refiero a "él jarro", ya que me encanta el café, y una taza de café como todos los demás ingieren, para mí no es suficiente. Si no, no puedo empezar mi día con total normalidad.

En cuanto el platillo con mi tortilla está frente a mí, pienso en lo que le dije a Annabelle mientras estábamos en el colegio.

-No, Annabelle. No deberías comerte esa papa rellena, sabes que en unos meses será la fiesta de la cosecha, y tenemos que usar vestido, y si seguimos comiendo como cerdos, vamos a parecer tripa mal rellena-
Annabelle le echa una última mirada a las papas, y pasa de largo conmigo.

-Tines razón Crissie, lo había olvidado- me responde, mientras da un largo suspiro, que hasta a mí me pone melancólica. Ya que yo también anhelo comerla, pero me resisto por el bien de las dos, y para taparle la boca a un par de tontas que siempre quedan reinas de la cosecha, por lo bien que se ven en sus vestidos, y alegando que se debe a su figura de top model.

-Vamos, Anne. Mejor compramos una rica ensalada de frutas, así también nos llenamos, y tendremos la consciencia limpia- le digo mientras le guiño un ojo, y le doy mi mejor sonrisa. Annabelle me sonríe, aunque no es una sonrisa completa. -En serio, no sé que haría sin ti, Crissie- me dice Annabelle, mientras toma mi mano, y vamos en busca de nuestras ensaladas.

Lo que nunca imaginé.🌸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora