CAPÍTULO 3: 21 DE MARZO DE 2262. ¿Está claro?

22 2 0
                                    

-Pulseras por favor. Vais juntos, ¿no? Nombres- nos exige el hombre alto de la entrada.

Las pulseras son básicamente un artilugio más que solo usa mi instituto, ya los conozco porque un año también hubo que usarlas. En ellas van grabadas las iniciales  de tu pareja en la fiesta y sirve como una identificación, nada más. Aunque también les sirve  para controlar el personal que entra y sale, ya que tienes que pasar tu muñeca por un escáner que detecta el chip insertado en la pulsera, mientras, ese escáner va almacenando nombres en una base de datos que recoge el instituto.

Esta vez Matt ve que yo no respondo y lo hace él.

-Kim...

-Kim Taylor- termino de contestar mirándole por el rabillo del ojo.

-Y Matt Evans.- sigue él. Y sin motivo alguno, sonríe. Me pregunto que le hace tanta gracia.

Pasamos nuestras muñecas cerca del escáner y de este sale una voz robótica:

-Bien Venidos, Kim Taylor y Matt Evans, les deseamos que tengan una buena estancia.

Nos alejamos del escáner parlante y nos adentramos en la masa de gente vestida con trajes de colores de caramelo  y esmóquines.

-Voy al servicio.- le digo deseando quitarme la ropa mojada y secarme un poco.

-Vale te espero aquí. ¡Ah! Ya decía yo que se me olvidaba algo; la ropa. Creo que te quedará bien.-saca de una mochila, de la que no me había percatado de su existencia hasta ahora, un vestido mucho más sencillo que el que llevaba puesto, pero está seco, y eso es lo que importa ahora.

Cuando termino de ponerme el vestido, entro en la sala de aseo personal, en los sitios públicos siempre suele haber una, todo un lujo. Allí dentro veo peines y cepillos de todas clases perfectamente ordenados de más grandes a más pequeños, les acompañan dos secadores para el pelo, toda clase de tocados y una estantería llena de productos de maquillaje, pintauñas y de más. Hay que reconocer que la sala tiene un aspecto bastante curioso. Al fondo, y usando una barra de rímel frente al espejo hay una chica de unos dieciséis años, uno menos que yo.

Pero como yo no soy de usar ese tipo de cosas, me limito a arreglar lo que ya llevaba.

Busco un bote que tenga escrito: desmaquillador. Cuando lo encuentro y lo uso, las manchas de maquillaje de mis mejillas ya se han ido. Ahora cojo un cepillo y lo paso por mi pelo, que  a pesar de estar muy enredado, consigo deshacer los nudos y queda un pelo liso y húmedo, asique lo seco con uno de los secadores. También me limpio los pies. Cuando termino y me miro al espejo.

En el cristal veo reflejada a una chica de diecisiete años con un vestido verde esmeralda al que adorna una cinta negra bajo el pecho, atado atrás con un lazo.

No tiene en la cara ni una gota de maquillaje, simplemente natural.

Su pelo está tan liso como antes y  penas se ven los rasguños que se hizo al caer pero aún duelen.

No me doy cuenta hasta ahora de que la chica que había maquillándose se ha quedado mirándome, me giro y la miro yo también, tiene el pelo más o menos por los hombros y castaño claro, sus ojos también son castaños y es sólo un poco más alta que yo, aunque no es muy difícil superarme porque no soy muy alta.

Decide ella romper la tensión.

-Me gusta tu pelo, tan largo y liso, yo lo tengo más corto asique no me lo puedo recoger, pero ¿sabes?,- se acerca a mí y coge los dos mechones de los extremos de mi cara y se los lleva para atrás cogidos con una pinza- Así te queda mucho mejor el pelo. Me llamo Megan  ¿Y tú? ¿A qué grado  vas?  

Mis últimos días a tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora