La chica de las gafas oscuras.

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Hoy fue el último día de escuela, al fin es verano y al fin estaré lejos de esa cárcel, al menos por los próximos dos meses. No es que no me guste la escuela, es solo que... vale lo cierto es que no me gusta.

Demasiada tarea, demasiados proyectos y demasiadas lecciones que dudo mucho utilizar en algún momento de mi vida. Quisiera aprender cosas realmente útiles, algo que me sirviera para salir de la situación que estoy actualmente. Porque dudo mucho que aprendiendo el nombre de personas que vivieron hace siglos ayude.

Estaba sentado al lado de la puerta de mi habitación, en el suelo, y podía escuchar a mi madre hablando al teléfono desde la sala. Se escuchaba angustiada, casi como siempre, pero esta vez podría jurar que estaba al borde de las lágrimas.

Verán, estamos pasando por un momento un tanto complicado, el dinero no es algo que se de en los árboles, lamentablemente. No digo que estemos en la quiebra, pero unos cuantos billetes extra no nos caerían nada mal.

Quería salir y decirle que todo iba a estar bien, pero no es como si esas palabras viniendo de un adolescente de 16 años le fueran a sonar tan esperanzadoras. Sin embargo, desde hace un momento que ya no escuchaba su voz, por lo que decidí salir de todas formas.

­—No te preocupes mamá, todo va estar bien. —Le dije al salir de la habitación, dándole un abrazo por la espalda.

Ella se sorprendió un poco, creo que no esperaba eso de mí.

—Eso espero Ash, eso espero. —Su voz era temblorosa y con sus dedos se secó una lágrima que viajaba en su mejilla.

Como imaginé, mis palabras no sirvieron de mucho. Pero no me importaba, tenía algo más bajo la manga.

—Mañana iré al kiosco central, tratare de traer dinero como el pasado verano. —

Su mirada pasó rápidamente a una de desaprobación.

—Sabes que no me gusta que hagas ese tipo de cosas. —

—No me pasara nada, mamá. Además necesitamos esa plata. — Exclamé convencido, tratando de hacerla sonreír. No lo conseguí.

Dio un gran suspiro, en el fondo ella sabía que tenía razón.

—Solo no te metas en problemas Ash, por favor. —

—Tranquila, soy un experto en escapar de ellos. —Me acerque y le di un beso en la mejilla.

Continuamos hablando un rato más antes de dormir, cuando le preguntaba quien le había marcado hace un rato solo me respondía "deudas". Es lo que siempre me contestaba cuando intentaba saber más al respecto. En fin, no insistí más con ese tema y decidí mejor meterme a mi cuarto para preparar mis cosas, tenía planeado salir temprano.

Tomé mi mochila y le vacíe los libros que tiene dentro, no los iba a usar en un buen tiempo así que los apilé en una esquina de mi cuarto.

La sacudí un poco, ya tenía sus años y con el polvo, la verdad se veía aún más vieja de lo que realmente era. Pero según los consejos de mi madre, "mientras no se rompa, todavía puede usarse". Ni hablar.

Dentro metí un capotraste, una correa, un par de plumillas y una gorra. Dejé mi pequeño equipaje al lado de Antonella y me dispuse por fin a dormir.

—Buenas noches Anto, mañana comienza un largo verano, descansa. —Exclamé mirando el techo con los brazos atrás de mi cabeza.

Ojala las guitarras pudieran hablar.

El sonido del despertador taladraba mis tímpanos incansablemente, tenía ya un rato encendido por lo que me estiré un poco y al fin pude callarlo.

La Esencia Del Sonido (Amourshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora