Tormentas de días pasados. [1]

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De haber sabido que mi no tan cómodo sueño en un colchón inflable iba a ser interrumpido por los ronquidos de Clemont, no hubiera colocado nada de alarmas, es tan triste y desalentador cuando despiertas unos minutos antes de que suenen, ya no puedes disfrutar esos últimos instantes con tranquilidad por temor a irte de largo dormido.

Me senté en el colchón y revolví mi cabello mientras soltaba un enorme bostezo, había tenido un sueño de lo más raro. Yo era algo así como un niño con una madre extremadamente permisiva, con la ambición de viajar por el mundo consiguiendo diferentes criaturas extrañas y peligrosas atrapándolas en unas bolas de colores; todo para reunir unas plaquitas y poder competir en un torneo que siempre terminaba perdiendo. Lo peor de todo era que cada vez que tenía una de esas criaturas con un nivel decente, las terminaba liberando. Ah, y sin mencionar que con cada compañera linda que viajaba conmigo nunca podíamos pasar a algo más que amigos, siempre parecía como que algo se daría pero al final nos terminábamos separando. Aunque la última que me estaba acompañando, la del sombrero rosa, juraría que con ella si pasaría algo de verdad, pero justo en ese instante el rubio le subió el volumen a los ronquidos y terminó por despertarme.

Bueno, al final solo se trataba de un sueño.

Entre medio de la oscuridad de la habitación comencé a buscar mi mochila, me sorprendió que en el proceso tiré unas cuantas cosas del escritorio de Clemont e inclusive pateé una de las patas de la cama y él no se despertó.

Hurgué entre mi desordenada bolsa una vez que la encontré, buscando mi cepillo de dientes que para mi desgracia había olvidado en casa, lo único que hallé fue un paquete de galletas a medio comer y mi ropa que traía antes, resoplé. Ni modo, tendría que despertar al rubio.

No me podía permitir perder tiempo al despertarlo, así que fui directo a lo fuerte. Despertó al quinto almohadazo.

— ¿Se podría saber por qué me estas pegando? —Refunfuñó aun somnoliento y tocándose exageradamente la cabeza.

—Lo siento. —Solté el arma. — ¿Tienes un cepillo de dientes extra?, olvidé el mío. —

Me respondió con un almohadazo ahora él. Sinceramente me lo esperaba.

— ¿Eso es un "no"? —

—Revisa en el segundo cajón de mi cómoda, creo que hay uno nuevo. Y después de eso guarda silencio, no soporto la cabeza. —

Asentí. Al menos ya se le había pasado la borrachera.

La débil lamparita de mi celular me ayudó a encontrar el cepillo de dientes, fui al baño y terminé de despertarme con el agua fría que bañó mi rostro. Mis ojos estaban hinchados y se me cerraban aun estando de pie.

Al volver a la habitación, el cálido y somnoliento silencio se quebró cuando mi celular empezó a sonar en todo lo alto desde el fondo de mi bolsillo, me había olvidado de desactivar la alarma.

Torpemente lo saqué de mi chaqueta y comencé a presionar la pantalla para que se callara.

— ¡Quieres apagar esa cosa! —Gritó Clemont despertando de golpe.

—Eso intento, pero se resiste. —

Justo al terminar la frase conseguí pararlo, exhalé aliviado y me llevé otro almohadazo por parte del rubio.

— ¿Por qué despertaste tan temprano, Ash? —

Me froté la cara por el impacto. —2 cosas, tus ronquidos y porque debo ir a ver a Serena. Pero sobre todo por los ronquidos. —

—Sí, claro... Además ni sale el sol todavía, ¿no crees que estas exagerando en ir tan pronto? —

—Quizás, pero digamos que tengo una muy buena y algo descabellada razón para hacerlo. —

La Esencia Del Sonido (Amourshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora