Trato hecho.

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Domingo, el día sagrado, el día que había elegido como mi único día libre de ir a tocar al kiosco central y de ahora ser repartidor de pasteles.

Solamente quería quedarme en cama todo el día, recuperar esas horas de sueño atrasadas y relajarme sin ningún tipo de preocupación.

Todo perfecto, todo bien, hasta que mi celular comenzó a sonar. Maldije con la boca tapada por una almohada.

Me levanté con pesadez para tomarlo de mi cómoda. Ni siquiera me molesté en ver quien era cuando oprimí el botón.

—Hola, soy Ash y en este momento no puedo contestarte, deja tu mensaje después de oír el tono... —Trate de hacer el "beep" más robotizado que pude para que pareciera el de una maquina contestadora.

— ¿De verdad has engañado a alguien con eso alguna vez? —

—No, pero sigo con la esperanza de que un día funcione. —Dije entre risas. —Debes admitir que casi te engaño, Clemont. —

—Te diré que si para que no pierdas tu esperanza. —

— ¿Llamaste solo para burlarte de mi imitación de una contestadora? —

—No del todo, hoy hay juego de clasificación, ¿vas a ir? —

—No creo, no me siento con ganas de estar en un estadio con tantas personas, además será casi imposible conseguir una entrada. Ve sin mí —

—Imagine que dirías eso. —Comento burlón. —En fin, ven a la pastelería lo más pronto que puedas. —

—Hoy no, quiero quedarme en casa todo el día. —

—Es importante, trae tu guitarra. —

— ¿Antonella para qué?, no pienso tocar hoy. —

—Te explicare cuando llegues, solo ven y tráela. —

Antes de que pudiera contestar cualquier cosa él colgó la llamada. Suspiré mientras volvía a dejar el teléfono en la cómoda.

Me tire en la cama de nuevo, observando el techo fijamente y revolviendo mi cabello con las manos.

Aunque negaba con fuerza que no iría a la pastelería, mi curiosidad al final terminaría por llevarme allá. Eso y un buen trozo de pastel gratis, claro.

•••

Al bajar del bus, no caminaban muchas personas por las avenidas, por lo que se sentí tranquilo el pequeño trayecto hasta llegar al kiosco central.

Apenas llegar, en la banca que está casi al frente de donde yo suelo ponerme a tocar afuera de la pastelería, pude ver a Serena. Me sorprendió verla sola.

Estaba comiendo un helado mientras meneaba inocentemente sus pies de un lado al otro como hacen los niños pequeños. Se veía adorable, debo admitirlo.

—Nada como un buen helado en verano, ¿verdad? —Me senté al lado de ella.

—Odio que se derrita tan rápido. —Comento divertida. — ¿Quieres un poco? —

Le acepte solo una prueba, era de chocolate. Sabía bien

—Quería darte las gracias por lo del otro día, Ash. —Dijo cuándo le devolví el helado.

La miré fijo. —No es nada, me alegra que te haya gustado y también a tu papá. —

—Él dice que debes ser un gran músico por como lograste que ambos tocáramos en una sola guitarra. —

—O puede que quizás también tú tengas talento para esto. —

—No lo sé, como te dije, ya he intentado aprender antes por mi cuenta y nunca he podido. —

La Esencia Del Sonido (Amourshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora