Capítulo Noveno

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- Quiero que seas sincera conmigo mamá.

- Esta bien. - Victoria respiró hondo para comenzar a hablar. - Tu padre y nos conocemos desde niños. Cuando yo tenía quince años me enamoré de él perdidamente. Él era unos años mayor que yo, ya iba a la universidad en la ciudad, pero durante las vacaciones nos veíamos, y nos escribíamos durante todo el año. Fue un idilio secreto, nadie más que nosotros sabíamos que nos amábamos.

- ¿Qué sucedió entonces?

- Me enteré que tu padre se había casado. - Fernanda frunció el ceño.

- ¿Es verdad que fuiste su amante? - Victoria sacudió la cabeza negando.

- No Fer, yo me enteré después que ya me había entregado a él. Cuando lo supe lo confronté y le pedí que no me buscara.

- ¿Lo amabas?

- Muchísimo.

- ¿El te amaba? - Victoria encogió los hombros.

- No lo sé, a veces creo que sí. Pero sus acciones me demostraron que no lo suficiente. - Fernanda jugaba con una cadenita y bajó la mirada.

- ¿Por qué no le dijiste que estabas embarazada?

- Estaba enojada, dolida porque el amor de vida ya no era para mi. Tenia dieciséis años mi vida y aquí en el pueblo no habrían comprendido que había sido la engañada, me tacharían de la amante y... Eso ocasionaría mucho dolor a mamá y papá.

- Si el hubiese sabido de mi existencia, quizás todo habría sido diferente.

- No lo sé. Quizás si, pero quizás no. No podremos saberlo.

- ¿Te habrías casado con él si se hubiese divorciado?

- No lo sé. - Victoria le tomó las manos a su hija. - No puedo justificar lo que me hizo tu padre, y creí que alejándolo de nuestras vidas todo sería mejor. Perdoname mi vida.

- El quiere conocerme. - Victoria sintió un dolor en su pecho.

- ¿Tu qué quieres?

- Quiero conocerlo también. - Al ver la expresión de dolor en su madre agregó. - ¿Te molestaría?

- No. Es seguro que sentiré celos - Le dijo acariciando su cabello - Tu cariño siempre ha sido para mi.

- No quiero que te sientas mal. - Victoria notó el gran peso en los hombros de su hija.

- No te preocupes por mi. Yo voy a ser feliz si tú lo eres mi vida. - Una lágrima corrió en la mejilla de Victoria. - Quizás tenga que  aprender a que ya no me necesitarás tanto como cuando eras una niña. - terminó en un sollozó y su hija la abrazó.

- Mamá...

- Te amo Fer.

- Yo también. - Después de unos minutos abrazadas, Victoria se limpió las lágrimas y miró a su hija con una sonrisa.

- ¿Estamos bien? - su hija asintió - Bien, ahora debo ir a hablar con papá. - Cuando Victoria llegó a la puerta su hija le habló.

- ¿Iremos al baile?

- Lo que tu quieras.

- Quiero ir. - Victoria sonrió y salió de la habitación. Bajó para enfrentar a su padre y al entrar a la habitación lo encontró conectado a una mascarilla de oxígeno, el la miró fijamente con expresión dura.

- ¿Podemos hablar? - Cristina dejó la revista que leía desde el sofá y asintió. Victoria entró y se sentó junto a su madre.

- No debiste ocultarme que era él - le dijo con voz grave y cansada

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