Capítulo Décimo Cuarto

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Victoria lanzaba maldiciones una y otra vez en su habitación, no entendía por qué tenía que sentirse como una idiota, ambos sabían que lo que había sucedido era sexo en su forma más instintiva, nada de sentimientos, nada de ataduras... Sin embargo, la presencia de esa mujer la irritaba, saber que podían estar en ese momento haciendo el amor, la volvía loca. Gimió frustrada y con brusquedad se amarró la bata que acababa de ponerse.

- ¡Que estúpida eres Victoria! - un toque suave llamó a su puerta y ella abrió enseguida, respirando hondo antes para calmar su furia, al abrir la puerta se encontró cara a cara con el culpable de su enojo. - ¿Qué demonios haces aquí? - El entró sin su permiso y cerró la puerta. - ¿Qué sucede contigo? ¿Te volviste loco?

- ¿Para qué fuiste a mi casa? - Ella levantó la barbilla.

- A decirte que eres un idiota. - el no se dejó amedrentar por sus palabras. En cambio, caminó lentamente hacia ella, a la vez que ella caminaba hacia atrás. - Vete con tu prometida. No creo que le haya dado gracia que vinieras tras de mí.

- En eso tienes razón. - Le dijo sin dejar de caminar. Cuando ella chocó con el colchón él se detuvo. - ¿Que fuiste a hacer en mi casa? - repitió

- Fui a... Quería que habláramos sobre lo que sucedió esta mañana..- él no dejaba de mirarla con intensidad y ella por momentos más nerviosa se ponía, nerviosa no; excitada. Él lo notaba y en respuesta también estaba excitado, fue a tocarle el rostro y ella en reflejo se echó un poco hacia atrás, él frunció el ceño.

- ¿Me tienes miedo? - Ella sacudió negativamente la cabeza, pero lo cierto era que su corazón martilleaba fuertemente su pecho. Entonces permitió que él con sus dedos trazara el contorno de su hermoso rostro. - ¡Eres tan bella! - su voz ronca le hizo erizar la piel. Siguió sus caricias y tocó el pulso en su cuello, ella jadeo y él notó que empezaba a enrojecer y sintió placer que ella fuese tan sensible a sus caricias. - No dejo de pensar en ti.

- Yo tampoco... Tampoco dejo de pensar en ti. - Le confesó ella sin poder contener las palabras que salían de su boca. Él sonrió suavemente.

- Es una tortura ¿no es así? - Ella asintió y él rápidamente se sentó en la cama y la volvió hacia él, aun de pie. Ella tembló por la forma en la que la miraba.

- Deberías irte... - Le susurró aunque sus ojos decían "Quédate"

- No quieres que me vaya. - Él sujetó el amarre de su bata y lo fue soltando lentamente. Ella lo detuvo un instante pero él insistió y abrió cada una de las solapas, dejando al descubierto su cuerpo semidesnudo. Solo llevaba unas braguitas negras y sus pechos estaban descubiertos, tensos y turgentes, invitándolo a saborearlos. Él soltó el aire con fuerza casi dolorosa..- ¿Que quieres que haga Victoria? - Ella se mareó por la fuerza de la pasión y se sostuvo a sus hombros.

- Federico... - susurró ella y él se acercó para que su aliento rozara sus pechos.

- Quiero tomarlos en mi boca. - le dijo y ella lo miró ansiosa y asintió. Entonces él la tomó de las caderas y la acercó. Susurró sobre ellos antes de meterse uno de los pechos a la boca. - Eres mía. - Entonces se metió en la boca uno de los pechos a la vez que con su mano acariciaba el contrario. Victoria se agarró a sus hombros con fuerza y echó la cabeza hacia atrás disfrutando del placer de la lengua de ese hombre.  A partir de allí todo fue una locura desenfrenada, él gimió con fuerza porque su deseo por ella era casi doloroso, después de hacerla suplicar mientras succionaba sus pechos, le quitó la bata definitivamente y subiendo las manos por los muslos y su trasero la despojó también de sus braguitas negras. Ella comenzó a quitarle la ropa y él la observó con los ojos nublados, ella convirtió el desnudarlo en una tortura. - Vas a matarme. - le dijo cuando con suavidad le bajó el zipper del pantalón. Él se levantó y culminó la tarea rápidamente, se deshizo de todo lo que le estorbaba y orgullosamente desnudo la besó en los labios finalmente, la tomó de la nuca sosteniéndola con fuerza y ella se agarró de su cuello, dejando que él tomara de ella todo lo que quería y recibiendo de él todo lo que le daba. Al separarse para buscar oxígeno ella suplicó.

Libre del DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora