La única persona que deseo a mi lado...

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La noche emanaba una densa paz... Un silencio abrumador que recorría las entrañas de Sasuke asiendo que sintiera sus músculos tensos y los huesos de goma. No sabía si hallaría algún pequeño indicio de lo que sucedió en la habitación de la chica en esos malditos treinta minutos en los que la dejó sola; la frustración y agonía lo hacían pedazos como un papel.

Cada centímetro de esa sencilla alcoba estaba de cabeza: libros y cuadernos esparcidos por el suelo, los cajones de la cómoda tenían la ropa salida o revuelta, los abrigos del armario estaban regados sobre el colchón... nada, absolutamente nada estaba en su lugar una vez que el azabache puso un pie dentro.

Respiraciones profundas y sus manos tirando hacia atrás sus mechones de cabello — ((¿Dónde? ¡¿Dónde no he buscado ya?!)). Se levantó de la cama, en la que estuvo recostado no menos de un minuto para caminar por el lugar. La luna estaba completa y era hermosa... pero el hombre no se fijaba en ello. Su mente sólo tenía una cosa: "¡Encuéntrala!"

Caminó hacia la ventana por un simple reflejo, no es que buscara tomar aire fresco ni nada — ((¿Por qué te fuiste?)) — sacó la cabeza por aquel espacio que permitía el ingreso del viento y bajó la mirada. Sus ojos notaron un diminuto punto blanco; eso no encajaba en una casa con tal estricto control de limpieza. Su primer pensamiento fue saltar, pero hacerlo desde un segundo piso sin tener conocimientos de parkour o sin habilidades ninjas era una fractura segura; lastimado no sería de ninguna ayuda. Corrió a todo pulmón, pues ese papel arrugado entre los arbustos era una inequívoca pista de su paradero.

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— ¿Itachi?

— Buenas noches, Kisame. Necesito la dirección domiciliaria del joven Otsutsuki Toneri.

— ¿Qué? ¿Para qué la quieres?

— Kisame, es imperioso que me digas la dirección. — tono calmado, poco común en él.

— Espera un momento mientras reviso los registros. — siendo amigos desde inicios de la universidad, Itachi y Kisame llevan una relación de amistad muy rara. Todo lo que Itachi dice o pide, Kisame acepta sin negarse. Se conocen tan bien que parece que nacieron del mismo vientre, pues con esos imperceptibles cambios de voz, Kisame conoce el estado de ánimo de su amigo. Podría decirse que se ven más como padre e hijo, donde, extrañamente, Kisame es el hijo. Aunque el rector de colegio supera a Itachi unos 8 años. — ¿Tienes dónde anotar?

— Por supuesto.

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— ¡APÚRATE!

— ¡No me grites! Estoy buscando y si me gritas me altero y no puedo concentrarme...

— ¡Ya, ya!

— ¡Ah!

— ¿La encontraste?

— ¡No! Por tu culpa me rompí una uña.

— ¡Hinata es más importante que tu tonta uña pintorreteada!

— ¡Eso lo sé muy bien, por algo soy su amiga! — Hana abre la puerta desmesuradamente y Kiba salta del susto.

— En-esta-casa-no-se... ¡GRITAAAA! — un coscorrón que dejó al castaño con los ojos blancos, tumbado en el suelo.

— ¿Aló? ¿Kiba, sigues allí? — reacciona ante la tenue voz que proviene del celular.

— Sí, a-a-aaay... digo, aquí estoy. — soba su cabeza — ¿Lo tienes?

— ¡Sí! — hace una pausa que preocupa a Kiba.

¡S-soy un estudiante, Sasuke-sensei!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora