|22| Abismo.

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-Stella- volvió a repetir por décima vez. Negué levemente con la cabeza antes de ocultarla entre mis piernas y seguir sollozando de nuevo.

Caleb por otro lado no se levantó y tampoco apartó la mirada, lo sabía porque podía sentirla, escudriñando cada parte de mi cuerpo. Desde mi pies a cabeza. Como si fuera lo más tonto del mundo no apartaba la vista por miedo a que cometiera una locura.

-Por favor- musitó colocando una mano sobre mi brazo, me aparté.

Desde que estaba en aquellos sueños lo único que podía hacer era apartarme y esperar a que algo malo suceda. Antes de éste vi a mamá con papá y aunque suena muy loco me di cuenta de cuanto los extrañaba, a pesar de todo, eran el primer lugar en el que quería estar y ocultarme. Pero mamá asesinó a papá y me persiguió por unas largas horas hasta caer en los pasillos y matarme.

Sí, lo hizo, pude sentir cada filo del cuchillo atravesar mi piel como si de comida se tratara hasta desvanecerme por completo y fue hasta entonces que pude comprender una cosa: morir era la única forma de atravesar los sueños más rápido.

Y quizá si atravesaba todos llegaría al último y así las cosas se acabarían de una sola vez.

-¿Que crees que haces?- los ojos de Caleb se agrandaron y abandoné el borde de la ventana liberando mi mano, moví la cabeza por toda la habitación antes de mirarlo por última vez y rogar en silencio al Caleb real que me salvara-Stella... Detente debemos hablar, es sobre esto. Tienes que seguir la pista, tu lo sabrás porque será algo referido a alguien importante o algo, tal vez Sco...

La puerta se abrió y salté sin detenerme a ver de quien se trataba, mi cuerpo comenzó a caer en contra de la gravedad y  Caleb a desaparecer cada vez más. No conté los segundos y si se trató de minutos mucho menos, en lo único que podía pensar era en tratar de salir de aquel lugar y había descubierto una manera segura de hacerlo.

Y en caso de estar equivocada ¿Qué era lo peor que podía suceder? Sólo morir, algo de lo que ya me había advertido desde que conocí a Caleb Valence.

Las lágrimas se derramaron por mi rostro provocando que se congelara en el frío aire justo al momento en que un fuerte choque hacía colapsar mi sistema, y con todo el dolor del mundo mis ojos se cerraron incluso antes de sentir el impacto completo dejando en sí solo una palabra: pista.

¿Y sí era verdad?¿De qué clase de pista se trataba?¿Acaso había otra opción?

-¡Te dije que te apartaras, Stella!- un grito llenó el ambiente provocando que mi cabeza ardiera, un frío liquido atravesó mi rostro y llevé la mano allí descubriendo que se trataba de sangre.

El vampiro rechistó.

Estaba sentado sobre un sillón de color caramelo con la mirada fulminante pegada en mí, yo sin embargo apenas había logrado percatarme de que obstruía su vista a la televisión y un aburrido partido de fútbol.

NARRA CALEB:

Siempre harás todo mal, dijo mi padre hace años, y nunca podrás volver el tiempo atrás.

El hombre que me mató era un vampiro, había utilizado una daga idéntica a la que tengo guardada en algún rincón de mi casa, quizá ni siquiera este allí y se encuentre en la todo terreno. Al principio creí que toda la culpa la tenía aquel objeto y por eso me encargué de buscarlo, fue la primera vez que asesiné y aunque no era un hombre común y corriente, con las manos ensangrentadas y el remordimiento creciente lloré como un niño y entonces oí a Kat. Ella estaba gritando lo que me hizo sonreír antes de percatarme que estaba jugando con una niña en plena oscuridad y sobre el borde de  los techos ¿Sí me veían? O mucho peor ¿Si caían?

VALENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora