Abrí los ojos de nuevo. Me levanté completamente descansado, extrañamente dormí muy placenteramente.
Miré el gran reloj que se hallaba en la parte superior de la puerta de mi cuarto. Las 3 de la mañana. Al parecer mi cuerpo mantenía un horario diferente al del resto de la gente.
Mi mano seguía ardiendo. Bajé por un poco de hielo y lo introduje en mi intento de vendaje. Ardía aún más.
Vagué por la casa un rato antes de volver a mi habitación, sabía que así lo intentara no volvería a dormir. Pero mi casa era tan obsoleta y aburrida que no dudé en volver a mi cuarto.
Mis padres ya no estaban en la sala, dejaron la chimenea encendida. "Idiotas" Murmuré para mi mismo mientras apagaba el fuego.
Pasé por su habitación y lentamente abrí la puerta muy sigilosamente. Seguían allí.
La furia regresó a mí y volví a mi cuarto.
Recostado nuevamente en mi cama tomé mi celular; habían demasiados mensajes, demasiados. Todos restregando en mi cara el éxito de haber pasado a penas. Ningún mensaje que me interesara responder. Ningún amigo conectado; qué aburridos.
Pasaron las horas y seguía sin absolutamente nada que hacer. Volví a mirar el reloj, habían pasado 5 minutos.
Tomé un abrigo, unos zapatos, claramente también mi celular y salí a caminar un rato.
Quise olvidarme de todo por un momento, pero simplemente no conocía la manera. Cada paso que daba, sin querer me hacía pensar más, aferrarme un poco más a lo desesperado de mi caso. Maldecía en voz alta la vida que me había tocado, mientras seguía observando hipnotizado las deslumbrantes luces que iluminaban cada uno de mis pasos.
¿Y ahora qué iba a hacer? Nada. Nada. Nada rondaba en mi mente más que el deseo de desaparecer.
Caminé sin rumbo unos minutos más hasta encontrarme en uno de los parques en los que solía jugar fútbol con mis amigos, siempre los viernes por la tarde.
Me senté en una de sus bancas.
Tomé mi celular y escribí un mensaje a mi chica, luego lo devolví a mi lugar en el bolsillo de mi abrigo. No sin antes mirar la hora. 4:30 am.
Miré al lado en la banca. Me encontré con el pequeño graffiti de un corazón encerrando dos iniciales con la inscripción "te amo" Debajo.
Me recosté y admiré la tenue niebla que hacía las veces de noche, las estrellas ya habían desaparecido.
-¿Amor?- balbuceé recostando cuidadosamente mi antebrazo sobre mi rostro- ¿Qué podría ser eso?
Siempre tuve presente que mis sentimientos por Valerie nunca fueron del todo honestos, pero los de ella tampoco, sólo nos agradaba la popularidad que nos brindaba nuestra "relación" Si es que así le podíamos llamar a eso.
Nuevamente me hundí en mis pensamientos, perdiéndome por completo del mundo una vez más.
Mi celular sonó. Alguien sin importancia con su habitual mensaje de buenos días, que carecía igual que siempre de sinceridad, pero en ese entonces no me importaba, contesté sin pensarlo dos veces y ella como de costumbre me ignoró luego de eso. ¿Días? ¡Maldita sea! ¡días!
Faltaban menos de tres minutos para las once. Temiendo encontrarme una vez más con el rostro enfurecido de mi padre, salí disparado de la incómoda banca ¿Cómo es que también conseguí quedarme dormido allí? ¿Era la único que hacía bien? ¿Dormir por todos lados?
Corrí más rápido de lo que solía hacerlo en medio de un partido. Fatigado doblé la esquina y choqué sin querer con una estúpida piedra. No me levanté sin maldecir el suelo y continué mi ruta. Llegué sin aire a mi casa, abrí la reja negra del jardín, crucé el corto sendero hasta la puerta y saqué las llaves del bolsillo de mi pantalón.
Sigilosamente abrí la puerta y aceché en mi casa, entrando cual ladrón en mi propia morada. Luego me dí cuenta de que no había nadie en casa y de lo estúpido que me veía entrando así.
¡Joder! No me había percatado antes del dolor. Mi mano ardía, ardía mucho más. ¡Qué torpe! Pero no me arrepiento, para nada, tuve suerte se no haberle deformado la cara a mi padre; mejor dicho, él tuvo suerte.
Dejé mi abrigo en el suelo y agarré mi celular, jamás me separaba de esa cosa.
Comcencé a contestar algunos de los miles de mensajes que antes ni tenía ni ganas de mirar, recibiendo respuestas en un parpadear de ojos.
Me enteré de que habían planeado un entrenamiento en la tarde.
No tenía ganas de verles la cara, pero no quería estar en mi casa, no hallaba más que hacer y hubiera odiado que salieran sin mí.
T
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¿Casualidad?
Acak... Aún recuerdo la primera vez que sostuve sus manitas heladas entre las mías... La primera vez en que su mirada traviesa se encontró con la mía... Pareciera que fue ayer cuando sentí por primera vez el calor de un abrazo... Mantengo todavía en mis...