Capítulo 4: La sirena del tren (Part 2)

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El maquinista del tren nunca había trabajado bajo tanta presión. Era cierto que el mando del tren requería precisión, rapidez mental y experiencia, tres cualidades que tenía bien afianzadas aquel maquinista. Sin embargo, esta era la primera vez que manejaba todos los instrumentos con el cañón de un arma apuntando a su nuca.
Unos diez minutos antes, un hombre había entrado en la cabina, disparando al aprendiz del maquinista en el estómago y diciendo que si no quería correr la misma suerte, le obedeciera.
El maquinista estaba preocupado por el muchacho, quien había dejado de moverse y quejarse hacía unos instantes.
Las órdenes de aquel asaltante eran claras, no debía detenerse en las estaciones y tenía que circular por vías secundarias. También era su obligación detener el tren cuando los ladrones hubieran finalizado su golpe.
Toda la escena era presenciada por Aria. La maga aguardaba al otro lado de la puerta de la cabina, mirando furtivamente por una pequeña ventana en esta. Para cuando había llegado, aquel asaltante ya se había hecho con el control del tren. Aria sabía que, de entrar sin más, el maquinista moriría, y muy posiblemente ella también. Estaba intentando trazar un plan, pues de nuevo solo contaba con el Aera que había copiado de Liss durante aquella extraña comida.
Como la cabina tenía también ventanas en sus laterales, había pensado en sorprender al pistolero entrando volando por estas, pero no dominaba aquella magia al nivel necesario como para volar más rápido que el tren.
-No puedo hacer nada yo sola-pensó Aria-Espero que alguien llegue pronto...
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Liss volaba todo lo rápido que podía a través del tren. Cada vez que se cruzaba con alguien, le aconsejaba volver a su compartimento, debido a la situación. No tardó mucho en llegar al vagón de Listrac.
-¡Inútil, hora de trabajar!
Al entrar en su compartimento, pudo ver al joven mago tirado sobre los asientos, lamentándose.
-¡¿No me has oído?!
-Si...
Haciendo un supremo esfuerzo, Listrac se incorporó. Estaba pálido y las nauseas no cesaban.
-Estoy fatal Liss...
-Lo sé, pero esto es importante.
La exceed se posó sobre el asiento, cansada de volar.
-Escúchame, unos tipos armados están tomando el tren.
-¿Lo dices en serio?
-Muy en serio.
-Joer... Ni que esto fuera una peli de vaqueros.
El Dragon Slayer se levantó lentamente, sujetándose la cabeza con ambas manos.
-Tú tranquila. Les tiraré unos cuantos cristales y podré morirme en cualquier esquina-dijo sujetándose su revuelto estomago.
Fue avanzando torpemente hacia la entrada del compartimento. La exceed no estaba nada convencida de que pudiera luchar, pero no tenía a quién acudir.
Cuando Listrac hubo alcanzado el tope de la puerta, sintió un fuerte golpe en la cabeza. El Dragon Slayer se tambaleó unos instantes antes de caer redondo al suelo.
-¡Listrac!
Liss desplegó sus alas nuevamente. El tercero de los asaltantes, quien acababa de dejar fuera de juego al mago, entró en el compartimento y la apuntó con su arma.
-Vaya vaya gatita. No puedo dejarte campar a tus anchas si vas a ponernos las cosas difíciles.
Liss se quedó completamente quieta, suspendida en el aire. El asaltante sacó de su bolsillo un pañuelo, el cual usó para amordazarla.
-Tú te vas a venir conmigo. Seguro que algún coleccionista me paga una buena suma por una criatura de tu especie.
Dicho esto, agarró a Liss por la cola y se la puso bajo el brazo, apretándola para que no pudiera escapar. La exceed le echó un último vistazo a Listrac, quien seguía tirado sin poder moverse.
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En la cafetería, el primer asaltante había obligado a todos los presentes a juntarse y ponerse de rodillas en el suelo a punta de pistola. Algunos habían obedecido sin más, otros fueron presa de ataques de pánico, comenzando a llorar o suplicar que no les hicieran nada. Unos pocos intentaron incluso reducir al agresor. Todos obedecieron gracias a un disparo al aire, el cual disipó toda idea de rebeldía y aumentó el miedo y la tensión ya bastante grandes de por sí.
Millianna se encontraba entre las que había obedecido sin chistar. La maga observaba como el asaltante iba hacia la barra del bar y sacaba uno de los cubos metálicos que se llenaban de hielo para mantener frías las botellas de bebida.
-¡Vayan poniendo todo lo que tengan de valor aquí!
Dicho esto, entregó el cubo al primer rehén. Se podía leer claramente el descontento de las personas. Con mucho disimulo, Millianna se quitó su collar con un cascabel para ocultarlo en el bolsillo de su capa, poniendo especial cuidado en que este no sonase.
Una anciana se negaba a entregar un collar de brillantes, alegando que era el último regalo que su esposo le dio antes de morir.
-Menudo cliché-pensó la maga.
Tras apuntarla con la pistola a escasos centímetros de su cara, la anciana se quitó el collar y lo dejó en el cubo mientras lloraba desconsoladamente.
Finalmente, el cubo llegó a Millianna. La maga dedicó unos segundos a mirar la cantidad de joyas y carteras que este contenía, antes de pasárselo al siguiente.
-¡Eh tú, no has echado nada!-le gritó aquel tipo mientras la apuntaba con el arma.
-¿Tengo pinta de llevar algo?
Ciertamente, el aspecto de Millianna no era el que se asociaría a alguien con dinero, pero esto no era algo que le importase al asaltante. Estaba a punto de gritar nuevamente cuando un segundo asaltante entró en la cafetería.
-¿Cómo va la cosa por aquí?-preguntó el recién llegado.
-Estos son bolsas de dinero con patas ¿Cómo va por delante?
-La locomotora ha sido tomada y el jefe se mantiene tranquilo donde le dejamos. Por ahora todo marcha sobre ruedas.
En otras circunstancias, Millianna habría actuado con más sensatez, priorizando la rápida captura de aquellos individuos. Sin embargo, lo primero que le llamó la atención del recién llegado era lo que sostenía bajo el brazo.
Era Liss, completamente amordazada. La maga no podía soportar quedarse quieta cuando alguien maltrataba a un felino frente a ella. Lentamente, comenzó a levantarse y a avanzar entre los rehenes
-Vosotros...
Los dos asaltantes no repararon en la maga durante los primeros segundos. Rápidamente, ambos la apuntaron con sus pistolas.
-¡Vuelve con los otros!-gritó el primero.
El cañón del arma no cesaba de temblar, señal del nerviosismo de su portador. La maga apretaba sus dientes con fuerza a causa del enfado que ahora la dominaba.
-¡¿Cómo os atrevéis a tratar así a un lindo gatito?!
Con un movimiento de su muñeca, un pequeño círculo mágico rosado se proyectó en su mano. Del círculo empezó a salir una especie de látigo que más parecía la cola de un gato cuyo pelaje fuera del color de las hojas en otoño. Aquel tipo intentó disparar, pero aquella gatuna arma golpeó su mano con la fuerza suficiente como para partirle los dedos. Millianna consiguió esquivar el primer disparo del segundo tipo, quien soltó a Liss para poder apuntar mejor a la escurridiza maga.
Al verse libre, la exceed invocó sus alas y se lanzó al estómago de aquel tipo como si se tratase del proyectil de un cañón, haciendo que se encorvase sobre sí mismo
El primer asaltante utilizó su mano aún sana para seguir disparando. Milliana comprendió que, de seguir luchando allí, solo sería cuestión de tiempo que algún rehén saliera herido. Su enfado remitió un poco al ver libre a Liss, lo que le permitió pensar.
Invocó un segundo látigo y enrolló ambos a la cintura de cada asaltante. Una vez los tuvo bien cogidos, se acercó a una de las ventanas de un salto y la rompió con una fuerte patada. La maga salió por ella y escaló al techo con una agilidad felina. Los asaltantes se vieron arrastrados mientras gritaban al verse en el exterior de un tren en marcha. Sin una pizca de delicadeza, Millianna los golpeó contra el techo, haciendo que los látigos los soltasen.
Liss también estaba allí. Aún maniatada y amordazada, la exceed todavía podía volar. Millianna se apresuró en liberarla de sus ataduras.
-Malnacidos... Hacerle esto a una linda gatita como tu-murmuró Millianna.
-¿Por qué los has subido aquí?-preguntó Liss tosiendo-Podrías haberles atado con esas colas de gato.
-No, a indeseables como ellos hay que darles una lección.
Mientras ellas hablaban, los dos tipos pudieron acostumbrarse al techo del tren.
Ya en pie y con sus armas listas, se dispusieron a enfrentar a la maga.
Millianna no parecía asustada por ello. La maga se mantenía firme mientras el viento agitaba violentamente su pelo y capa.
-Vuestras armas son inútiles-empezó a decir Millianna.
La maga alzó ambas manos. Un nuevo círculo mágico apareció frente a ella, más grande y complejo que el anterior.
-No creáis que os será tan fácil derrotar a una maga clase S de Mermaid Heels.
Millianna se mordió con fuerza uno de sus dedos hasta hacerlo sangrar. Seguidamente, empezó a chupar esa sangre. Cuando tuvo lo suficiente en su boca, lo escupió en el círculo.
Incluso Liss podía sentir la enorme cantidad de magia que el círculo estaba drenando de la maga. Cada segundo que pasaba, aquel círculo brillaba más. Llegado el momento, la luz se hizo tan intensa que la exceed y los asaltantes tuvieron que cerrar sus ojos.
Unos rugidos alertaron a Liss. Cuando por fin pudo ver claramente de nuevo, contempló sorprendida del resultado de aquel hechizo.
En torno a Millianna se había materializado cuatro felinos. Tres de ellos la rodeaban mientras que el cuarto era tan pequeño que podía apoyarse en el hombro de la maga.
Los de gran tamaño eran una pantera negra, un guepardo cubierto de manchas y un león de aspecto imponente, el cuarto más parecía un gato callejero, con el detalle de que tenía dos colas en lugar de una sola. Todos ellos desprendían una extraña energía rosada por sus cuerpos, como si expulsaran llamas.
Milliana acarició al gato de su hombro.
-Cuéntale a Kagura lo que ocurre-le susurró.
Al momento, aquel gato saltó de su hombro. Antes de tocar el suelo, su cuerpo comenzó a hacerse cada vez más traslúcido, hasta transformarse en una masa de magia concentrada, la cual voló rápidamente hacia la cabeza del tren.
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Aún rodeado de maletas, Ishizaki contemplaba su espada de madera, deseando poder usarla. A él no le importaba demasiado el dinero o las joyas, lo único que le motivaba era la emoción de la lucha, volverse cada vez más fuerte y hábil.
Sin darse cuenta, comenzó a recordar su pasado. Antes de formar su propia banda, estuvo en otra, una especializada en contrabando de objetos raros.
El líder de aquella banda era el único que siempre le había derrotado en cada pelea. Lo que más le enervaba era la mirada que siempre le dedicaba al vencerle, una de completo aburrimiento.
-Ryuuyin, maldito bastardo... Algún día serás tú quien esté de rodillas frente a mí.
Un poderoso hormigueo en su columna le sacó de sus pensamientos. Se levantó apresuradamente mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.
-Por fin, algo de entretenimiento.
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Cuando Kagura leía, se aislaba del mundo a tal nivel que, aunque la gritasen al oído, ella no se percataría con facilidad. Esa ocasión no era una excepción.
El gato de Millianna se introdujo por debajo del cristal de la ventana. Una vez dentro, recuperó su forma física y empezó a maullar para tratar de llamar la atención de la maestra gremial.
Tuvo que insistir, pero finalmente logró que Kagura apartase la mirada de la palabra escrita.
-Tú... Eres esa invocación de Millianna.
Sin perder un segundo, el pequeño felino empezó a expirar magia mientras golpeaba el suelo rítmicamente con sus colas. El cúmulo mágico fue tomando la forma de letras, las cuales formaban un escueto mensaje.
"Ve a la locomotora y luego al techo, están robando el tren"
-¿Robando? Querrá decir asaltando.
Con un largo suspiro, cerró su libro y se levantó. Antes de salir cogió a Archienemigo, pues algo le decía que aquellos ladrones no se dejarían doblegar por palabras.
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-No puedo esperar más, debo hacer algo.
Aria miraba nerviosa en todas direcciones. Tenía la esperanza de ver aparecer a Listrac en cualquier momento, pero no era así.
Cansada de no poder solucionar el problema, se acercó a una ventana mientras invocaba sus alas.
-Todo irá bien. Me agarraré a algo nada más salir y las alas me estabilizaran.
Sin estar muy convencida, abrió la ventana con sus temblorosas manos. Cuando ya tenía una pierna fuera, pudo escuchar la puerta hacia los vagones abrirse tras ella.
-Te has tomado tu tiempo Listrac-dijo Aria, feliz por no tener que seguir con su plan.
Sin embargo, al girarse no vio al que esperaba. Su mirada se cruzó con la de Kagura, quien tenía una expresión totalmente neutral mientras sujetaba su espada.
-¿Eres parte del grupo que ha tomado este tren?-le preguntó la maestra sin rodeos.
-¿Qué?
Aria abrió los ojos como platos a ver como aquella mujer comenzaba a desenvainar su espada.
-¡Espera espera, no estoy con ellos!
Eso no parecía convencer a Kagura.
-¡Va en serio, nosotros también estamos intentando detenerles!
Tras unos segundos, Kagura guardó la espada.
-Puedo creer que no seas un asaltante, pero evidentemente no me estás contando toda la verdad.
-Que va en serio...
Kagura no parecía hacerla mucho caso. Sin preguntar, se acercó con ánimo de abrirla.
-¡Espera!
Sin pararse a pensarlo, Aria cogió la mano de Kagura para detenerla. La maga pudo sentir un azote de energía recorriendo todos los nervios de su brazo, como si hubiera tocado un cable de alta tensión. Sus alas se desvanecieron en el acto mientras ella caía de rodillas. Kagura, al ver lo pálida que se había puesto Aria, se agachó para ver lo que le sucedía.
-¿Qué ocurre, estás bien?
Aria ni siquiera podía hablar, el torrente de magia que circulaba por todo su cuerpo era irrefrenable, demasiado potente para ella.
-¿Quién..., quién eres?-consiguió preguntar la joven.
La maestra del gremio se levantó mientras dirigía su vista hacia la cabina.
-Mi nombre es Kagura Mikazuchi, quinta maestra de Mermaid Heels.
Aria comprendió en seguida el por qué aquella reacción al copiar su magia. Sin duda, era un poder demasiado grande para controlarlo por las buenas.
Sin un ápice de duda, Kagura abrió la puerta de la cabina. El tipo del arma dudó unos segundos, no esperaba la llegada de nadie, ese tiempo fue bien aprovechado.
Los ojos de Kagura brillaron ligeramente. El asaltante comenzó a sentir su pistola cada vez más pesada, hasta que llegó un momento en el que no pudo seguir sosteniéndola, incrustándose esta en el suelo. Kagura aprovechó la sorpresa del hombre y le golpeó en la cabeza con Archienemigo, aún en su funda. El asaltante quedó incapacitado al segundo golpe.
Al verse libre, el maquinista corrió hacia su aprendiz.
-Arriba muchacho, ya ha pasado.
El joven no se movía.
-Venga, no le des sustos a este viejo corazón.
Por mucho que lo zarandease, aquel muchacho no abría los ojos. Kagura puso su mano sobre el hombro del maquinista.
-Lo siento-dijo la maga-Debería haberme dado cuenta antes de lo que sucedía.
El maquinista negó con la cabeza, en silencio.
-Era un buen chico-empezó a decir, conteniendo las lágrimas-Algo olvidadizo, pero muy trabajador... No paraba de decir que algún día conduciría el mejor tren de todo Fiore, pero ya no podrá ser...
Finalmente, el hombre rompió en un silencioso llanto. Kagura le dejó solo, aún no había despejado todo el tren.
Al salir de la cabina, le dirigió una mirada a Aria, quien seguía encorvada sobre sí misma. Fue entonces que reparó en el símbolo tatuado en su brazo, parcialmente oculto bajo su ropa.
-Esa marca... No pertenece a ningún gremio legítimo.
La maga apenas podía responder a causa del dolor.
-No tengo tiempo para tratar con gremios oscuros ahora mismo, pero tú vienes conmigo.
La ayudó a levantarse, con cuidado pero agarrando fuertemente sus muñecas. El contacto directo no hizo más que aumentar el dolor de Aria, quien seguía copiando su magia sin parar.
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Los grandes felinos de Millianna ya habían reducido a los dos pistoleros mientras que esta se sacudía las manos, satisfecha de dar una lección a aquellos granujas.
-Creo que semejante conjuro era pasarse con estos-comentó Liss.
-Tal vez, pero a los sinvergüenzas hay que enseñarles.
Aunque se hiciera la indiferente, lo cierto era que Millianna estaba agotada. Si uno se fijaba, podía apreciar los esporádicos temblores de sus rodillas, su respiración algo entrecortada o las diminutas gotas de sudor que bajaban por su cuello.
-En fin-comenzó a decir la maga-No hará falta que Kagura venga hasta aquí...
Un fuerte golpe llamó la atención de ambas. Ishizaki surgió del hueco entre los vagones, desenvainando su arma.
-¡Puedo suponer que tú eres la del conjuro de hace un rato!-bramó el espadachín.
Al verle, los asaltantes lanzaron vítores de alegría.
-¡Enséñale a esta fresca quien manda jefe!
Millianna retrocedió un par de pasos. Le mandó una orden mental a su guepardo para que terminase con el recién llegado rápidamente.
Aquel animal se movía a tal velocidad que incluso podía llegar a desaparecer de la vista.
Sin embargo, cuando estuvo lo suficientemente cerca de su presa, no consiguió atacar. Ishizaki descargó un golpe imposiblemente fuerte contra la cabeza del animal, la cual se partió junto a su cuello con un seco y corto crujido. El cuerpo del guepardo cayó muerto antes de desaparecer. Millianna se llevó las manos al pecho, como si acabasen de atravesarla con un puñal.
-¿Sabías que, para alcanzar su velocidad máxima, los guepardos deben correr en línea recta? Por muy rápido que sea algo, si conoces su trayectoria es muy sencillo golpearlo-dijo Ishizaki con orgullo.
Tanto la pantera como el león se pusieron en guardia. Los destellos de magia que despedían se hicieron más intensos. Sin embargo, Millianna se apresuró en hacerlos desaparecer para recuperar un poco del poder invertido en su invocación.
-Muy sabia. Unas bestias no podrían nada en mi contra.
La maga proyectó un círculo mágico que envolvió sus manos, las cuales se transformaron en afiladas y enormes garras. Estaba a punto de prepararse para la contienda cuando pudo sentir un enorme poder a su espalda. Sonriendo, hizo desaparecer también aquellas garras.
-Te has hecho de rogar Kagura-dijo Millianna.
Liss se giró para ver a la maestra de Mermaid Heels, sin creerse que alguien de su categoría estuviese allí. Sin embargo, también llamó su atención el hecho de que Aria se retorciera de dolor tras la maestra.
-Millianna-empezó a decir Kagura-¿Por qué has invocado tantos felinos?
-No he podido evitarlo-respondió ella con una sonrisa-Pero pasando de ese tema, creo que este te interesa, parece ser un espadachín como tú.
Aunque tratase de ocultarlo, Kagura podía ver que su amiga se encontraba completamente agotada. Nadie podía negar el poder y habilidad que había obtenido tras la guerra con Álvarez, pero el gran punto débil de Millianna era que no sabía dosificar bien su poder. Fuera de batallas cortas, la maga apenas podía seguir el ritmo que se esperaría de alguien perteneciente a la clase S.
Kagura avanzó un par de pasos hacia Ishizaki.
-¿Puedo suponer que tú eres quien dirige a estos delincuentes?
El mago alzó su espada de madera hacia ella.
-Si con eso consigo que peleemos, seré quien tú quieras.
-¡Ni caso Kagura!-gritó Millianna-¡Es su jefe, este par lo llamaron así!-dijo señalando a los dos delincuentes.
Ambos espadachines comenzaron a caminar hacia el otro. Ishizaki fue el primero en atacar, corriendo hacia ella y saltando para añadir la fuerza de la caída a su golpe. Kagura le bloqueó, aún no había desenvainado a Archienemigo.
Al ver frustrado ese golpe, Ishizaki giró sobre sí mismo al alcanzar el suelo, como si fuera una peonza. Kagura volvió a bloquearle sin demasiado esfuerzo, pero esta vez fue diferente. Aquel ataque era anormalmente fuerte, tanto que desequilibró a la maga al no esperárselo. El delincuente no perdió el tiempo. Descargó otro golpe dirigido hacia el hombro izquierdo de la maestra. A pesar de que Kagura consiguió defenderse, pudo sentir como su extremidad casi se dislocaba.
-¿Cómo es tan fuerte?-se preguntaba la maestra.
Encontró la solución al mirar el boken de su oponente. La hoja brillaba ligeramente con un tono verdoso.
-Un mago...-dedujo.
En ese momento, Kagura también comenzó a usar su magia. Creó un campo de gravedad en torno a Ishizaki para ralentizarlo haciendo su cuerpo más pesado. El espadachín no parecía resultar muy afectado por ello.
-Veo que tenemos magias similares-empezó a decir Ishizaki-Pero lo único que puedo hacer yo es volver los objetos más pesados.
Liss aprovechó la pelea para acercarse a su amiga.
-¡Aria! ¡¿Estás bien?!
La maga no podía apenas contestar.
-Me duele...-dijo casi en un susurro.
En ese momento, sintió un dolor aún mayor, especialmente en su brazo, tan grande que incluso empezó a gritar, llamando la atención de todos los que se encontraban en aquel techo.
-¡¿Aria?!
Una increíble ola de gravedad comenzó a salir de Aria. Aquella magia de color púrpura oscuro tomó la forma de una gigantesca esfera que se tragó todo el tren. Al instante, los pasajeros, los magos, incluso el propio tren comenzó a separarse de suelo y a levitar.
Kagura no podía creer que la maga pudiera tener una magia tan poderosa y no haberla sentido antes.
-¡Dile que se controle!-le gritó Millianna a Liss.
La exceed no sabía cómo reaccionar ante aquella situación. Kagura, por su parte, se centraba en contrarrestar el campo gravitatorio con su propia magia. Aunque no consiguiera devolver el tren a las vías, si que procuraba que no se separase mucho de estas.
-¡¿Por qué no para?!-gritó Ishizaki.
Liss voló hacia Aria. La maga seguía sufriendo mientras su magia se salía de control.
-¡¿Qué te pasa Aria?!-gritó Liss
La exceed dudaba de que pudiera escucharla. Aria parecía atrapada en un vórtice de dolor. Liss la zarandeaba, con esperanzas de que, al copiar su Aera, se estabilizase.
A pesar de estar tocándola directamente, la maga no copiaba su magia, ella seguía proyectando la magia gravitatoria de Kagura.
-Mi cabeza... Va a estallar...-susurró Aria.
-¡Tienes que detenerte!-gritó Liss.
La exceed dejó de gritar al darse cuenta de algo. Sobre el brazo derecho de Aria estaban empezando a formarse extraños símbolos de color negro oscuro, muy parecidos a tatuajes tribales, que incluso se extendían hasta su cara.
-¿Qué es eso...?
-¡¡Millianna!!-gritó Kagura-¡¡Apártala de ella!!
Millianna invocó su látigo y, con un diestro juego de muñeca, cogió a Liss por la cintura y la apartó, en contra de la voluntad de esta. Kagura no conseguía recordarlo, pero sabía que aquellas marcas eran peligrosas.
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Listrac se despertó. En un primer momento, pensó que se encontraba sobre la cama más cómoda del mundo. Tardó unos segundos en comprender que, en realidad, estaba flotando como si no hubiera gravedad.
-¿Pero qué...?
Más que el flotar, le extrañaba más el no estar sintiendo nauseas.
-Esto es una pasada-dijo mientras daba vueltas sobre sí mismo.
Siguió jugando hasta que miró por la ventana. Las ganas de divertirse se esfumaron cuando comprobó que todo el tren flotaba. Algunos vagones incluso levitaban a mayor altitud que el suyo. En mitad de todo ese caos, vislumbró a Liss, siendo atrapada por el extraño látigo de una más extraña mujer.
-Si hombre, a Liss solo la chincho yo.
El joven cubrió de cristal su puño y destrozó la ventana junto a parte de la pared. Se impulsó para salir rápidamente, como si estuviese bajo el agua. Millianna no reaccionó hasta que le tuvo encima. Pudo esquivar el ataque del mago por muy poco, pero no consiguió evitar que este le arrebatase a Liss.

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