No estaba viviendo, solo estaba matando el tiempo...
Escuchaba a su padre hablar de lo orgulloso que estaba de él, casi todas las mañanas, frente a su madrastra, con los vecinos, o con sus tías. De su excelente índice académico en la universidad y del futuro brillante que tendría en el negocio familiar.
Miraba a su madrastra intentar ganárselo todos los días, prepararle las comidas que supuestamente eran sus favoritas, preguntarle cómo le había ido en la universidad, y halagarlo por cada logro que alcanzaba.
Su media hermana siempre estaba detrás de él. Hostigándolo, presumiendo ser la niña de sus ojos, cuando a Jooheon ni siquiera le agradaba.
Acataba las ordenes de los demás, y aunque al principio se negaba, siempre terminaba haciendo lo que los demás esperaban de él. Porque era lo más sencillo. Quejarse y mandar toda a la mierda, para seguir su propio camino era lo más complicado. La senda que él quería seguir estaba oscura, llena de incertidumbre, todo apuntaba a que fracasaría si la seguía. Por lo que escuchar a su padre era lo más sencillo, pero lo que menos deseaba.
Ya habían pasado dos años desde que se mudó con su padre y la familia de este. Y muchos más desde que dejo de ser un niño.
Entonces por qué, ¿por qué seguía pensando en Changkyun? ¿Por qué en los momentos supuestamente felices, en los que todo parecía marchar bien, en los que alguien llamaba su atención, o en los que mejor le iba en la universidad, se sorprendía así mismo pensando en él?
¿Por qué seguía sintiéndose perdido y asustado? Tenía 20 años, pero por dentro se sentía como el niño que se sentaba frente a la ventana mientras afuera la lluvia mojaba la tierra con fuera, y su abuela dormía a sus espaldas. El niño que se encontraba completamente solo en el mundo que aquella casa significaba para él.
Tan solo pensar en lo que sentía era más difícil de lo que parecía. Decir que estaba asustado a estas alturas era más que patético. Y lo seria aun si decía que extrañaba a Changkyun.
Habían pasado dos años y seguramente este ya le había olvidado. Seguro y estaba mejor que bien sin él, como quedaría Jooheon al pensar en una persona que no hacía lo mismo por él.
Entonces se decía, Changkyun está bien y aquello era suficiente para poder sonreírle a la chica que despertaba junto a él.
Sin embargo, a pesar de despertar con la chica más bonita que encontraba de la universidad o del bar que frecuentaba, aquellas a las que su padre sonreía orgulloso, a las que su madrastra aconsejaba y a las que su hermana admiraba...
¿Por qué seguía sintiéndose terriblemente vacío?
"Te amo" decían, pero Jooheon no les creía porque sabía que las personas como ellas eran iguales a su madrastra, mentían, estaba en su naturaleza hacerlo, y no había que confiar en todo lo que decían.
Si tan siquiera le hubiese dicho a Changkyun que esperara por él, tal vez si lo hubiese hecho las cosas serían más fáciles de sobrellevar, tendría una motivación, una razón para sonreír por las mañanas.
Pero no lo había hecho, y el modo en que se alejaron uno del otro, teniendo en cuenta que habían estado juntos por más de 13 años, era hasta ridículo. Ninguno hizo nada, solo aceptaron su destino sin protestar, ninguno lucho por el otro.
Por lo que cualquiera podría decir que lo que habían tenido nunca fue amor de verdad. ¿Pero quién hablaba de amor de verdad hoy en día? Nadie. Porque eso no existe. Y de nuevo, cualquiera podría decir que solo era dependencia, o bien obsesión, el deseo de estar con alguien que, si les comprendiera, o simplemente no sentirse solos. Pero no amor, solo una necesidad básica más en el ser humano.
Demonios, que él no lo sentía así, si así fuera, ¿Entonces porque seguía doliendo, porque los fantasmas seguían persiguiéndole, y las heridas no cicatrizaban, ni siquiera terminaban de sanar?
Todos sus problemas se iban acumulando dentro de él, en una de las puertas de su corazón, la más recóndita de todas. Aquella pequeña habitación en la que guardaba las pequeñas cosas que le recordaban a su abuela, a Changkyun, a su mamá, o a los días malos. Un día en aquella imaginaria y diminuta habitación no pudo meter ni un recuerdo más, y la puerta se abrió, dejando salir todo lo que en ella se escondía.
Despertó una madrugada en la oscuridad de su fría e insípida habitación, sintiéndose horriblemente desolado. Tanto que las lágrimas empezaron a bañar sus mejillas una, dos, y la sensación de una mano sobre su hombro.
No estaba solo, y todos los demonios y fantasmas que nunca habían logrado atraparlo estaban ahí en ese momento. Una fracción de segundo de debilidad en el que le pareció escuchar la voz de su madre en un sueño, que luego se tornó pesadilla.
Jooheon creyó que cuando creciera todo cambiaria, que todos sus problemas sanarían, ya no era un niño, pero estaba asustado de la oscuridad que le rodeaba. De estar solo. De tener miedo a estar solo.
Y deseó, en secreto y con todas sus fuerzas, que Changkyun aún le estuviese esperando.
Realmente lo hizo.
Porque sin él...
No estaba viviendo, solo estaba matando el tiempo...