Oh vuelve que me falta el aire si tu no

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Vuelve que sin ti la vida se me va

Oh vuelve que me falta el aire si tu no estas

No pasa un momento sin pensar

Sin ti la vida lentamente se me va

No podía escapar de sus pensamientos y ahora que planeaba huir de Lille, los empresarios estadounidenses decidieron que querían hablar con él sobre la posible inversión. Ahora tendría que quedarse a asistir a varias juntas para convencerlos de invertir, encima, tenía que realizar las exposiciones del proyecto desde cero gracias a que a su grandioso amigo metió virus en su ordenador, el cual, borró todo el disco duro.

— ¡Naruto! ¿Cómo se te ocurre usar mi computadora para jugar? ¡Tu y Sai van a ayudarme a volver a hacer toso de nuevo! —

—Pero yo...—

— ¡Sin peros! ¡Tú también estabas en la máquina con Naruto! —

—Sasuke...—

Sakura intentaba apaciguar su ira colocando con suavidad su mano derecha sobre su hombro izquierdo; el azabache dejó de gritar con ese contacto y sin embargo, su rostro seguía tenso acompañado de una agitada respiración que difícilmente se apaciguaba.

—Lo siento Sakura, nuestro viaje a Madrid tendrá que esperar—. Dio media vuelta —, Quiero la primera parte de la presentación mañana a primera hora.

Con ayuda de la ojiesmeralda, Naruto y Sai terminaron lo encomendado a tiempo, permitiendo así, el éxito en la presentación del Uchiha en la primera junta. Gracias a ello y por sugerencia del rubio, el grupo fue a un bar a celebrar. El azabache se rehusó exigiendo el resto de la presentación terminada, pero una preocupada mirada de su novia lo hizo aceptar de mala gana.

¿Por qué demonios aceptó? La presión de aquella junta había quitado de su mente a la pelirroja y justamente al mirar por la ventana, Karin pasaba caminando en compañía de alguien que no distinguió pero ¿quién más podría ser si no era Suiguetsu?

No lo toleró, simplemente no soportó la idea, tan rápido como pudo y sin explicaciones abandonó el establecimiento, quiso ir tras ella pero... ¿Qué estaba haciendo? Ellos tenían derecho a ser felices... con pasos agresivos volvió a ese solitario lugar que llamaba casa.

A pesar de todo, las juntas de los dos días siguientes no decayeron, por mucho que la extrañara, no bajaba su rendimiento en el trabajo, es más, sucedía todo lo contrario pero... si, era débil, quería verla y ésta vez no se lo prohibiría.

Al acabar su jornada de oficina, salió caminando del lugar, Sakura quiso ir con él pero el azabache no se lo permitió, ni siquiera le explicó; solo, se fue a pie hasta llegar a aquel apartamento. Parado frente a la puerta principal, no sabía que hacer, no sabía cual era su timbre y obviamente no tenía la llave...

Una persona salió del edificio, se acerco para aprovechar la oportunidad y de paso, preguntar por la pelirroja.

—Buenas noches—, llamó al hombre que estaba por cerrar la puerta. — ¿El apartamento de Kagura Karin?

— ¿Usted es amigo o familiar de ella? —

—Un amigo—

—Y dijo que no tenía a nadie... —, su tono era de molestia—, espero esté más al pendiente de ella.

—Desde que se mudó no había podido visitarla ¿Hubo algún problema? —

—No sé como consiguió mi número pero hace un par de días me hablaron pidiendo que fuera a recogerla a un bar en el centro. No tuve valor de dejarla pero la próxima me haré de la vista gorda. Es una mal agradecida —

—Hablaré con ella—, sintió dicha al saber que lo que había visto aquella noche no había sido lo que imaginó pero entonces ¿dónde estaba Suigetsu? ¿Se habrían peleado? — ¿Me permitiría pasar?

— ¡Adelante! —volvió a abrir la puerta. — A ver si se le quita lo amargada.

— ¿Cuál es su apartamento? —

—El número 18. Buenas noches—

Subió a prisa las escaleras hasta quedar frente a la puerta con el grabado 18. Alzó la mano para tocar el timbre pero un pensamiento lo detuvo ¿Y si el que habría era Suigetsu? El azabache iba con intenciones de verla a ella y... ¡Alto! El hombre que lo dejó pasar comentó que Karin no tenía conocidos. Llamó a la puerta varias veces pero al no salir nadie, el Uchiha se fue frustrado; llegó a la puerta principal justo cuando el portón se abrió de repente... un golpe en su pecho.

—Lo siento—

El contacto lo hizo poner atención en el inútil que no se fijó pero... ese cabello, esa voz... no había duda alguna ¡Era ella! Una invisible sonrisa fue acompañada de su respuesta.

—Ten más cuidado—

—Pensé que habrías vuelto a viajar—

— ¿Me invitas a pasar? —

Notó que ella intenta esconder su asombro, al parecer se había quedado sin habla ya que solo le respondió con el movimiento de su cabeza. El la siguió por las escaleras, caminó pos los pasillos hasta llegar a la puerta donde minutos antes había estado buscándola.

Al entrar al apartamento, el azabache miró todo el lugar escapándosele una sonrisa, creyó que el lugar sería idéntico a donde alguna vez vivió con ella, pero todo era bastante diferente y aunque la mayoría de los muebles los reconocía, era como si fuera la primera vez que los veía. Oyó la voz de la pelirroja ofreciéndole sentarse... sin siquiera haberle respondido la vio adentrarse a una habitación. No pudo evitar seguirla con cautela para evitar que lo viera. Ahí, de espaldas a la puerta, la mujer de ojos color rubí preparaba el café mientras tarareaba una melodía, la misma que recordaba oír cuando ella cocinaba.

Antes de que ella lo descubriera volvió a la sala donde tomó asiento, cerró los ojos prestando atención en los alrededores con intención de percibir la canción de la cocina mientras recordaba la escena de hacía unos momentos, no quería olvidar ningún detalle.

Se hallaban silentes con una taza de café en las manos cada uno, se oían las manecillas del reloj logrando crear un ambiente de incertidumbre entre ambos... ¿Cómo empezar la charla? El la había dejado sin pautas ni explicaciones, su estilo no era justificarse con nadie y sin embargo estaba ahí, mirándola lentamente de pies a cabeza queriendo oír su voz.

— ¿Y cómo te ha ido? —

—Todo bien—, la miró a los ojos agradeciéndole el haber roto el silencio—, la empresa ha crecido.

—Eso lo sé, ya es conocida en Francia y Suigetsu me ha contado de ello, aunque antes de irme ya sabía que le hacían competencia a la nuestra—

— ¿Viniste con él? —

Si, la pregunta que tanto le carcomía la respuesta al fin había tenido la oportunidad de ser hecha. Si hubiera tenido un cronómetro en la mano, sabría que ella no tardó ni un segundo en contestarle, pero para él, parecieron horas, días, semanas, meses... Tal vez se debía en que en realidad necesitaba esa respuesta desde que habló por teléfono con Suigetsu, tal vez por ello, una décima de segundo pareció toda una eternidad.

—No, vine sola—. Cerró su puño derecho como tratando de detener dentro de su mano la dicha que la respuesta le producía. — Pero suele llamarme.

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