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—Estoy harto de esto.

Cal lanzó un sonoro bufido.

—Tampoco me agrada ese chico, Keth. Por su culpa me expulsaron del campamento montañés.

—¡A mí también!

—Sí pero sólo porque tú lo golpeaste.

—¿Y vas a decirme que no se lo merecía, Cal?

Cal se encogió de hombros, dando por cerrado el tema. Por supuesto que Dom se merecía que Keth lo golperara: era mentiroso y no sabía interpretar los signos de simple amistad.

—¿Qué crees que esté haciendo aquí?

Pero Keth no le estaba prestando atención. Su mirada estaba en algún lado detrás de Cal. Cuando se volteó, frunció el ceño por lo que vieron sus ojos.

—¿Crees que sean amigos o algo? —Preguntó Cal. La situación casi le hacía gracia.

—¿Cuáles son las posibilidades? —Preguntó Keth al mismo tiempo que Mae se reía por algo que Dom decía.

—No muchas pero, ¿a quién le importa?

Quisiera que se mantuviera malditamente alejado.

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