|veinticinco|

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Usualmente, Cal era el tipo de chico al que le gustaba ser optimista.

Keth era el problema.

—¿Entonces quién crees que es? —Preguntó Cal, con la hoja de papel en la mano.

—¿Un asesino en serie? —Esa mañana el rostro de Keth estaba más fruncido que de costumbre.

—Venga, Keth. Creí que eras el cerebrito del grupo, ¿por qué crees que te conté que recibí esta... Extraña carta?

—¿Por qué soy tu mejor amigo, quizás?

—Y eres mi mejor amigo por que...

—Ya —Keth arrugó su expresión aún más cuando comenzó a hablar—, ¿que aparezca una nota en tu casillero diciendo que le gustas a alguien? Excede un poco los límites de lo normal. Ahora, ¿que dicha nota esté escrita con letras de revistas?

—Lo sé, es raro, ¿tú qué crees?

—¿Por qué tengo que decírtelo todo? —frenó su marcha y le arrancó la nota de las manos de Cal—. Bueno, a alguien le gustas demasiado, ¿qué con eso?

—¡Dios!

—¿Qué?

—Tú no eres Dios, tú eres Keth —Después de las palabras de Cal, su mejor amigo puso los ojos en blanco—. Pero ya, acabo de descubrir algo, Cerebrito, si esta nota está escrita con letras de revisa: 1) Alguien quiere matarme, 2) Alguien no quiere que reconozca su letra.

Keth abrió los ojos con sorpresa.

Sí, Cal tenía un poco de cerebro.

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