| TreINTA|

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             No era su primer uno en esa materia, pero esta vez era injusto.

             Injusto de verdad. ¿Cómo le creería su padre cuando le dijese que en serio no tenía él la culpa?

          Y lo peor de todo era que esa vez sí había estudiado...

          ―¿En qué estabas pensando? ―Soltó Cal. Estaban sentados en la entrada de la oficina del colegio, mientras esperaban a que la secretaria llamase a sus padres―. Es decir, te lo dije mil veces, esa profesora es una pesadilla, ¿cómo se te ocurre hablarme mientras estamos en examen?

             Mae no discutió. Ni siquiera hizo una mueca de enfado.

            ―Hablo en serio, ¿en qué estabas pensando? ―Siguió―. ¿Qué era tan importante?

           Ella se encogió de hombros.

            ―Si era tan urgente... —continuó Cal.

           ―¡Está bien! ―Gritó, rindiéndose, pero no mirándolo a la cara mientras comenzaba a hablar―. Yo... Como que yo..., hice algo.

          ―¿Algo? ―Los ojos de Cal se abrieron en redondo mientras comenzaba a temer en esa posibilidad―. No...
             

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