CAPITULO XI JOHNSON Y LA BESTIA

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Llegué a Hungría al pueblo de Budapest, era una gran ciudad, solo llena de guerra y sufrimiento en cada esquina, mis soldados solo disparaban y asesinaban con una gran rapidez, yo solo admirando el paisaje de la vida y la muerte, la sangre y las balas, el odio y el sufrimiento, era muy increíble ver esa escena, ya que era una gran satisfacción hacia a Alemania.

Al cabo de un par de minutos, mis soldados ya habían aniquilado a todo soldado o civil en la zona, ahora solo quedaba ir con el científico Johnson para ir por mi bestia, era tan satisfactoria esa sensación, que decidí regalarle a mi subcomandante, Adler Schell unos dos mil euros por su valentía y esfuerzo en la guerra.

Después de una larga espera llegué a mi destino, la casa del científico Johnson era un campo verde, con gran cantidad de girasoles en él, era un paisaje bello, bajé del auto y toque la puerta, amablemente el abrió y me dejo pasar, hablé acerca de mi bestia, el solo me dijo que lo llevara a un lugar seguro y apacible, donde el pudiera llevar una buena vida, el ya no vivía de una forma sana, me quede pensante, en unos cuantos minutos acepte, el solo me mencionó que lo único que necesitaba era un químico llamado Dihidróximorfina, era el activo que sería la base para desatar a esa bestia sanguinaria, este se encontraba en la ciudad de Lituania, a lo que acepte.

EL REVIVIR DE UNA PESADILLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora